Las sociedades antiguas estaban divididas en su mayoría en castas o clases sociales, y se impedía férreamente pasar de una casta a la otra y todo ello por disposición de las leyes dictadas por los gobernantes y no por los "ricos" en abstracto. Todo eso aseguraba a los líderes políticos el poder económico, impidiendo a las castas inferiores subir de peldaño. El nacimiento dentro de una determinada casta o clase determinaba toda la vida económicamente, y así, era posible de antemano saber quién viviría como rico y quien como pobre. Situaciones todas estas que recién terminan con el advenimiento del capitalismo en el siglo XVIII, primero en Inglaterra y luego en Europa y Estados Unidos.
"Contrariamente, existieron épocas en que los favorecidos de la fortuna y del favor del gobernante, estaban eximidos de costear los gastos de la administración pública, como un privilegio graciosamente otorgado por los autócratas y así, mientras la clase alta por privilegio, y la baja, por carencia de bienes, no contribuían a las cargas fiscales,, hete ahí que un sector generalmente pequeño de clase media, era el único que trabajaba empeñosamente para que el socio gratuito que poseía, el Estado, se quedara con la mayor parte del fruto de sus esfuerzos."[1]
Eran favorecidos de la fortuna, porque -primero- habían sido favorecidos del favoritismo del gobernante. En la cita se invierten "los términos de la ecuación". Pero ese privilegio que otorgaba el gobernante no era gratuito como parece presumir el autor. Toda prerrogativa siempre era concedida a cambio de otra cosa, y no por simples simpatías que podía haberlas, pero eran excepcionales.
Con todo, es cierto que existieron esas épocas, tal como sucede en la actual, sólo que la nobleza ha sido reemplazada por empresarios prebendarios y allegados al partido político al mando, que consiguen beneficios del poder de turno, aun así, son pocos. Pero nadie de salva de tributar, porque el gobierno tiene hoy más herramientas que ayer para conseguir que nadie escape al impuesto. Simplemente, el impuesto reviste actualmente formas tan variadas y diferentes a las que tenía en la antigüedad que la mayoría de las veces pasan inadvertidas. Pensemos, por ejemplo, en la inflación, el tributo -quizás- más letal de todos, al presente ampliamente utilizado por la mayoría de los gobiernos mundiales. Impuesto que no es nuevo, ya lo practicaban los gobiernos de la antigüedad, circunstancia que parece que el autor ignora.
Es cierto que en este momento hay una elite que no tributa (al menos directamente que no indirectamente) pero ella pertenece casi con exclusividad al elenco gobernante que -comparativamente- es muy reducida al resto de la población. Lo que ha cambiado es el tamaño de la mal llamada "clase media" que actualmente es mayor a la de las dos "clases" restantes ("alta" y "baja").
En el presente, el gobierno ("estado" para el autor) es socio gratuito de todas las "clases sociales", si es que puede hablarse de tal cosa como de "clase social", dado que en el capitalismo no existen "clases sociales" sino individuos.
"Este problema de hacer incidir la carga fiscal sobre el mayor número de habitantes, de modo que aquellos que más poseen afronten las mayores responsabilidades, pero sin excluir a los que poseen poco, constituye una de las ciencias más sutiles de las finanzas modernas y puede decirse que en ello radica la felicidad de los regímenes políticos y de sus habitantes."[2]
Un párrafo pletórico de ignorancia es el de arriba. Toda carga fiscal alcanza indefectiblemente a todos los que viven en el lugar donde la ley impositiva ha sido dictada, por lo tantas veces dicho: el impuesto descapitaliza, ataca el ahorro, desalienta la producción, reduce los salarios reales y -consiguientemente- aumenta la cuota de pobreza. Cuanto más se les quita a los que más poseen más pobres se vuelven los que nada poseen. Los que tienen poco podrán no pagar directamente, pero lo harán indirectamente vía un menor consumo, por un doble factor: el impuesto al aumentar los costos de producción, reducirá la oferta de bienes, además de mermar el poder adquisitivo de los salarios más bajos. El jurista ignorante de la economía no puede advertirlo. Sencillamente no lo ha estudiado. Y por ello, se limita a repetir el dogma socialista. Las finanzas "modernas" difieren poco de las antiguas en cuanto a sus métodos, y en cuanto a sus fines lar arcas estatales son infinitamente más ricas que las antiguas.
"Pero digamos que la distribución del impuesto no se limita a esto: a subvenir más o menos científica y cuerdamente las necesidades del Estado, sino que cumple una altísima función de equilibrio al tomar intervención, de una manera indirecta por cierto, en la distribución de la riqueza de los habitantes. Esta es quizá la misión trascendental que el legislador asume, restringiendo las excesivas utilidades de algunos en beneficio de todos, limitando a cierto máximo las posibilidades de beneficiarse integralmente con el producto de las especulaciones que cada persona asume según su capacidad, el monto de su fortuna, la cuantía de los negocios y hasta el factor del azar."[3]
Sigue el ignorante en economía haciendo, con absoluto desparpajo, exhibición de su ignorancia supina en temas económicos. No cuestiona el impuesto sino su distribución, cuando el problema no es esta sino la existencia misma del tributo. Habla -otra vez- de "necesidades" del "estado" cuando ya demostramos antes que esto es un mito, o dos mitos en realidad; el primer mito es el "estado" como ente vivo y orgánico con "inteligencia" y "voluntad" propias (a lo que ahora le agrega "cordura"), y el segundo es que, algo que no existe en el mundo físico pueda tener "necesidades". Es decir, este autor construye frases en torno a una mitología.
Ignora, por tanto, que la distribución de la riqueza no es función del "estado" sino del mercado, y que es este y no el gobierno el que cumple dicha actividad equilibradamente, conforme a sus propias leyes económicas, que difieren de las leyes que dicta el burócrata.
[1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15 letra I Grupo 05.
[2] Goldstein, M. ibidem. Op. Cit.
[3] Goldstein, M. ibidem. Op. Cit.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Argentina
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