sábado, 25 de julio de 2020

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, LA SONRISA SE ESCONDIÓ…

Nada hace más transparente las emociones humanas, que la sonrisa. Es así que tiene variados significados. Tantos como puedan imaginarse. Puede ser expresión de vergüenza, aflicción o asombro. Tanto como de tristeza, contrariedad o alegría. La sonrisa, indudablemente, habla por sí sola. Se adelanta a la palabra comprometiéndola en función de la situación que al momento se vive. Incluso, manifiesta lo que ella trae consigo. 

La sonrisa adquiere una trascendencia de tal tamaño, que hasta la diplomacia política la usurpa en su provecho. Sin embargo, por otro lado cabe agregar que, la pandemia declarada a consecuencia de la insurgencia del Covid-19, de la cual se valieron algunos países para asegurar ejercicios de gobierno de tendencias despóticas, fue razón para establecer medidas de rigurosa aplicación que favoreciera intenciones de poder político. 

De manera que con la “justificada excusa” de ordenar el uso del tapabocas o mascarilla quirúrgica en toda persona sin distingo alguno de oficio o circunstancia, se vieron vedadas actitudes y modos de vida relacionados con las prácticas más acostumbradas de socialización. 

Así que bajo órdenes gubernamentales en concordancia con el interés sanitario, todo ello argumentado con la irrefutable prevención entendida como práctica de salud, se procedieron a cancelar esquemas de vida que siempre han sido manifestaciones de familiaridad, amistad, sentimientos, espiritualidad y afección. Buena parte de las mismas, motivadas por las tradiciones, la cultura y los hábitos sociales. 

Fue ahí cuando la sonrisa comenzó a verse atrapada por el uso del tapaboca. Desde entonces, la sonrisa dejó de ser el bastimento emotivo mediante la cual se hace posible vencer las sombras de la incertidumbre. En ello se advirtió cierta incomprensión en cuanto a quienes debían emplear la mascarilla. Cómo y cuándo. Poco o nada se entendió que la sonrisa actúa como la lámpara que ilumina los caminos angustiosos de la vida en su natural relación con las situaciones que circunscriben la vida humana. 

Esto hizo ver que la humanidad se viera atrofiada. En el sentido que implica no reconocer que la medida se vio como un atentado a la sonrisa. Entonces, esto hizo que la sonrisa se escondiera detrás de un trozo de tela. Y que si bien evita la inhalación de aires contaminados en medio de un ambiente infectado, también impide irradiar el optimismo que sabe brindar una sonrisa. Sobre todo, cuando la tribulación se apodera de la capacidad humana para sacudir lo inconmovible. Más, en el seno de una crisis como la que arrastró la pandemia referida.

Pandemia ocultó la sonrisa 

Plena razón  le asistió al dramaturgo y poeta inglés William Shakespeare cuando refirió que “es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa, que con la punta de la espada” 

Verdaderamente, la pandemia alteró bruscamente, y “sin previo aviso”, la normalidad emocional sobre la cual pendía la vida afectiva del ser humano. Lo peor pareciera vislumbrarse en lo sucesivo. Sin que el pesimismo sea el factor determinante para asentir lo anteriormente expresado. Sólo es un elemental ejercicio de estadística probabilística afirmarlo. 

Sus inferencia apuntan a predecir, sin estar apostando a fungir de agorero, que lo que tiende a definirse como “nueva normalidad”, no dista en gran medida de “una prosaica anormalidad”. Escenario éste caracterizado por todo lo que solía repelerse, dada su connotación de mayúscula chabacanería. Con algo de trivialidad, tosquedad, repulsión y ordinariez. 

En el fragor de esta novedosa y desagradable situación, se impondrán antivalores. Fundamentalmente, aquellos que contradigan lo que se cobijó bajo relaciones de pluralismo, solidaridad, tolerancia, confianza y querencia. Además de otros valores (negativos) que confrontarán virtudes y cualidades exaltadas en condiciones sobre las cuales ha funcionado la economía, organizaciones, la administración de empresa, la sociología, la psicología. Desde luego, el ejercicio de la política. 

En consecuencia tan contrariada “nueva normalidad”, se impondrá desde la cotidianidad que le imprime el hombre a programas de trabajo, socialización, escrupulosidad y de ordenamiento. Afectarán al individuo en lo sociopolítico, socioeconómico, sociocultural, ético y educacional. 

Buena parte de la culpabilidad por la que dichos escollos y desquicios destacarán como elementos de la chocante “nueva normalidad”, será por de haberse adoptado formalidades obligadas que dieron al traste razones de vida. Especialmente, lo más hermoso que ha distinguido al ser humano: su sonrisa. Pues es la fuerza vital que endereza entuertos. 

Todo o casi será muy diferente. Más, luego de avisar que múltiples contradicciones emergerán a la palestra de vida. Tanto serán los cambios, que las diferencias sociales se acentuarán. Todo provocado a instancia de las crisis dominantes. Causa ésta de gruesas privaciones. Dispersiones, quebrantamientos, alejamientos, etc.…situación ésta donde, incluso, la sonrisa se escondió…

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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