Para el nuevo año escolar conviene plantearse diversas opciones de manera flexible, según la evolución de la pandemia. Y es necesario diferenciarlas por localidad. Un primer escenario, que parece poco probable, es el de un agravamiento de la covid-19 en muchas regiones del país. En ese caso, puede ser recomendable posponer el inicio del año escolar hasta enero. Solución que, de paso, permitiría alcanzar lo que siempre se ha dicho es una buena idea: que el año escolar coincida con el fiscal.
Pero si los contagios se mantienen en número estable o bajan, es factible comenzar este mismo 2020. Sugiero dar un poco más de tiempo al mejoramiento de la situación y así contemplar el inicio de clases en la educación primaria para el lunes 5 de octubre y en la media para el miércoles 14 de octubre. El tiempo perdido se puede recuperar alargando un poco el final del año escolar.
El propio Maduro ha hablado de la posibilidad de combinar clases presenciales y a distancia. Esta alternativa podría resultar, pues significaría buscar más calidad del acto educativo de manera prudente.
Sin embargo, creo que el modelo a seguir no debería ser el mismo en todo el país, sino habría de diferenciarse por municipios o por sectores. En aquellos municipios donde la incidencia de la covid-19 sea alta, se trabajaría solo a distancia. Y en los que sea moderada o baja se podrían incluir sesiones presenciales que abarcaran en cada lugar un número menor o mayor de horas semanales. Cada estudiante iría, según el caso, uno o dos días por semana. Para trabajar unas cuatro horas académicas, es decir, tres horas de reloj. No son recomendables las aglomeraciones en patios o pasillos, por lo que las y los discentes deberían posiblemente dirigirse de forma inmediata a su salón y permanecer en él hasta su salida. Entre las cuatro horas habría un pequeño receso que transcurriría en ese mismo recinto. El uso de mascarilla y gel de manos a la entrada resultarían indispensables. En cada salón se encontraría simultáneamente un tercio o la mitad del curso, según las condiciones de enfermedad y ambiente. Los pupitres sobrantes deberían protegerse con cuerdas o cintas, asegurando su no ocupación. De primer orden la desinfección y la ventilación.
Aurora Lacueva
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