Por
supuesto, esta cantidad de creaciones humanas no sale de la nada: se logra a
partir de minerales, rocas e hidrocarburos que ya estaban en el mundo. Pero fue
elaborada extrayendo muchos materiales de las entrañas de la Tierra y
destruyendo árboles y suelos de amplias superficies para poder erigir allí cada
vez más grandes y numerosas ciudades, carreteras, puentes, aeropuertos,
represas y un largo etcétera. A partir de estudios realizados en diversos
centros de investigación, el Instituto Weizmann de Israel analizó y consolidó
la información para llegar a estas conclusiones. Las mismas alertan sobre la
magnitud del impacto humano sobre el planeta: ¿destruiremos nuestra propia
casa?
El
proceso sigue acelerado: por cada uno de nosotros se produce cada semana una
masa de construcciones humanas que supera nuestra propia masa corporal. Por
otra parte, la desigualdad es patente: algunas personas poseen casas con
piscina, varios vehículos, grandes fábricas y comercios… Mientras otras se
amontonan en limitadas viviendas, y se trasladan usando precarios medios
públicos de transporte. El modelo de vida que tomó auge el siglo pasado
necesita evolucionar: las tecnologías de las que ya disponemos permitirían a
todas y todos vivir una vida sana, con educación, cultura, recreación y trabajo
útil. Una vida sencilla y cuidadosa en lo material, sin dejar de ser grata y
variada. Ello implica cambios en alimentación, movilidad y consumo en exceso de
quienes tienen más ingresos. Y nos obliga a todas y todos a proteger la
naturaleza.
lacuevat@hotmail.com
Aurora Lacueva
@AuroraLacueva
@Unoticias
Venezuela
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