Rimbaud
antes de los 20 años había escrito los textos más gloriosos de la poesía en
occidente, pero la abandona por el desorden existencial de los cafés de París,
absentia, ajenjo, la apasionada y destructiva relación con Verlaine concluida a
tiros, descrita en el film Eclipse total con Di Caprio. Intenta una vida
burguesa que inmediatamente abandona, para recomenzar como contrabandista de
armas y esclavos en Harar hoy Yemen. “Es posible que jamás consiga la paz de
espíritu, que ni moriré ni viviré en paz”.
Estrella
fugaz, murió terriblemente a edad de 37, pero su resplandor es rayo que no
cesa. “Yo es otro”, había escrito: el cambio, el renacimiento, emblema de la
bohemia de Saint Michel, donde fulguraban sus ojos adolescentes azul metálico,
tanto que Víctor Hugo lo llamó “el Shakespeare niño”. Alguien dijo –todo está
dicho, todo está pensao- que la vida es una continuidad de sobresaltos grandes
y pequeños que termina en la misma mar.
Un
continuum, una corriente fluvial según Manrique y le adjudicamos comienzos,
finales y recomienzos para disponer de juguetes nuevos que le den razón al ser.
Año Nuevo, Navidad, nuevo gobierno, amores nuevos, amigos y enemigos que
aparecen, nuevas etapas marcadas por fechas que pasan a ser históricas. La
caída del Muro de Berlín, el derrocamiento de las Torres Gemelas, la toma de
las Bastilla, el 23 de enero de 1958, el 24 y el 31, nuestro cumpleaños o el de
las personas queridas son muescas en nuestras Colt 45.
Dibujamos
relucientes objetivos para el año, bajar de peso, hacer ejercicio, aprender una
lengua, escribir un libro, llamar a alguien, iniciar un proyecto. Con eso
sentimos que se inicia un ciclo y dejamos otro atrás. Recomenzamos, reseteamos.
“Yo es otro”. Nietzsche escribe que “nos convertimos en hombres cuando
aprendemos a usar el pasado para vivir y rehacemos la historia por conocer lo
ocurrido”. Eso lo amplía Freud con su “método peligroso” para que la conciencia
ejerza dominio sobre el pasado del sujeto.
El
teorema de la tortilla
La
historia de un hombre, si no la digiere, lo mata, piensan Freud y Borges, pero
según el positivismo político, las sociedades cumplen dictámenes de la
historia. Para la acción, al contrario, son endodinámicas, la praxis humana las
transforma desde su interior, porque la gente trata de hacer las cosas más
rápido, más alto, mejor y eso es la evolución social que condujo a la
modernidad y la democracia. Los seres humanos, a diferencia de los animales,
las plantas o el universo, no somos solo órdenes espontáneos, sino centros de
voluntad, artífices.
Las
ideologías nos hacen crear sistemas pasadistas, reaccionarios, que frenan el
cambio o lo retrasan, al coartar la creatividad, la libertad, reprimir las
ideas, la investigación, la búsqueda de lo nuevo y el saber. La civilización se
ha construido con los ladrillos de ideas en su época heréticas y el pensamiento
se desarrolla derribando ídolos por otros. Lo que llamamos progreso es la
conjunción de pasado y presente, ruptura y continuidad. Alguien dice que la
praxis comienza en el desayuno, por romper los huevos.
El
hombre irrespeta la realidad, las condiciones que lo sujetan, la inacción, la
esterilidad, la postración, el culto primitivo a lo objetivo, el miedo al
trueno, al fuego, al mar. En la lucha por el poder, la lectura de las
condiciones es interesada. Puede ser que para mis fines convenga retrasar o
impedir un evento, y un medio eficaz es convencer a otro de que “hay que
esperar”, porque favorece mis planes. Para gran parte de la humanidad este año
2020 ha sido de pesadumbre, sufrimiento, o fastidio.
Doñitas
de la filosofía
Gracias
a las redes, conocimos la opinión sobre la pandemia de importantes o notorios
filósofos y con excepciones nos tocó leer sub pandemias de disparates, “doñitas
del Cafetal” de toga y birrete. Algunos argumentaban la conspiración china para
dar jaque mate a occidente, o una maniobra norteamericana-israelí para vender
vacunas pret-a-porter. A otros les sirvió para meter el contrabando del post
humanismo: que dentro de poco viviríamos eternamente o que se desplomaría el
capitalismo sucedido por un orden totalitario.
Se
demostraría la superioridad autoritaria para enfrentar la crisis mientras a
occidente se le caería la careta y dejaría morir en masa a los pobres. No faltó
quien viera un castigo divino y un holocausto indetenible. Lo cierto es que el
Covid-19 es una pandemia amateur comparada con la peste negra, la viruela, la
gripe española, la gripe asiática y otras grandes amenazas globales del pasado.
La organización social que conocemos no se va a desplomar para que surja la
sociedad perfecta, aunque la pandemia acelera cambios que ya venían desde hace
tiempo, como el teletrabajo.
Otra
de las sub pandemias fue el fastidio, pero el “yo es otro” hizo que la gente se
reinventara en la producción de postres y de las más variadas comidas,
masificando el delivery. También se masificó el yoga, la lectura, el consumo de
series (la gente ahora va más tranquila al infierno porque hay buena conexión).
Viene 2021 con sus novedades, aunque en marzo ya sabremos que no eran tan
profundas como imaginamos, pero el imperativo seguirá siendo transformar la
realidad ¡Feliz 2021 queridos amigos!
carlosraulhernandez@gmail.com
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