Hacer un recuento de lo ocurrido este año que acaba de
terminar sería muy largo, y tortuoso por la cantidad de vidas que se perdieron
por una pandemia como el Covid-19.
Si bien es cierto que ya aparecen señales de avance
por el desarrollo de la vacuna para contrarrestarla, no se puede cantar
victoria definitiva todavía, pero es ahora la respuesta más acabada como
producto de la investigación científica.
Paralelamente, los daños económicos y sociales son
inconmensurables en términos de la recesión producida en la mayoría de los
países, especialmente en los más pobres del mundo, dentro de los cuales,
desgraciadamente se encuentra Venezuela.
Si, efectivamente el dolor es más profundo y
lamentable cuando se trata de nuestra tierra, de nuestra propia gente quienes
sufren con más fuerza los rigores de esta pandemia, sumado a la catastrófica
situación socioeconómica de nuestros compatriotas.
Salarios inservibles y sin poder adquisitvo; una
dolarización impuesta a la fuerza por la depauperación de nuestro signo
monetario; la corrupción gubernamental galopante; la sistemática destrucción
institucional; la carencia de servicios, y la incapacidad de crear bienes,
hacen de nuestra sociedad el peor y más triste de los mundos.
Ver familias enteras padeciendo por hambre, o
enfermedades; madres y padres llorando porque no tienen nada que ofrecer a sus
hijos para satisfacer necesidades básicas, y mucho menos para cubrir gastos
propios de la época decembrina como la ropa, los juguetes y hasta la cena
navideña.
Ciudadanía que no puede acceder al consumo de
gasolina, gas, electricidad, agua, transporte superficial y subterráneo, en un
país con las más grandes reservas de petróleo del mundo; el de los ríos más
caudalosos; el que fuera envidia y orgullo por la eficacia, eficiencia y
modernidad de su Metro como obra emblemática de la democracia, el que fuera
abanderado de la comunidad andina en la fabricación y exportación de partes
automotrices, hoy está en el subsuelo por la crueldad, y odio con el que ha
sido gobernado en los últimos 22 años por unos perversos e inescrupulosos, a
quienes nada importa el destino de su gente.
Hoy no hay la posibilidad de acudir a un hospital público para sanar una enfermedad, o incluso
morir con un mínimo de dignidad. El crecimiento exponencial de solicitudes de
caridad pública para salvar vidas. De qué revolución nos hablan estos
desalmados?
Esa actuación gubernamental ampliamente conocida, y
sufrida por todos, tiene su alter ego en la conducta de ciertos opositores, a
quienes el pueblo venezolano les entregó su confianza para revertir el mal
creado por la ¨revolución¨ del mal, y lejos de eso ha sido artífice incluso de
la promoción de sanciones, que disfrazadas de castigo contra el gobierno,
terminan por perjudicar directamente a la ciudadanía que hoy se siente, no sólo
frustrada, sino abandonada por los dos bandos en disputa.
La pregunta que se pone de bulto entonces, es: si la
política no es para resolver los problemas reales de la gente, para qué sirve?
Seguirán promoviendo la abstención como política? No
se dan cuenta de que no funcionó, o piensan hacer otra consulta inútil? Van a
promover ahora como la gran solución el referéndum revocatorio que –en todo
caso- correspondería en 2022, o enfrentamos con inteligencia las elecciones de
Alcaldes, Concejales, Gobernadores, y Diputados a los Consejos Legislativos
Regionales que corresponden en 2021?
Creo sinceramente que su tiempo pasó, y habrá que
discutir para establecer un nuevo liderazgo, cuya agenda sea una sola dentro de
la Constitución, es decir, electoral.
El hambre y las necesidades no
pueden seguir en el abandono. A trabajar!
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