sábado, 2 de enero de 2021

ROMÁN IBARRA, 2 0 2 1

Finalmente se fue el 2020 con su secuela trágica, y dolorosa, y ya se abre paso el 2021. 

Hacer un recuento de lo ocurrido este año que acaba de terminar sería muy largo, y tortuoso por la cantidad de vidas que se perdieron por una pandemia como el Covid-19. 

Si bien es cierto que ya aparecen señales de avance por el desarrollo de la vacuna para contrarrestarla, no se puede cantar victoria definitiva todavía, pero es ahora la respuesta más acabada como producto de la investigación científica. 

Paralelamente, los daños económicos y sociales son inconmensurables en términos de la recesión producida en la mayoría de los países, especialmente en los más pobres del mundo, dentro de los cuales, desgraciadamente se encuentra Venezuela. 

Si, efectivamente el dolor es más profundo y lamentable cuando se trata de nuestra tierra, de nuestra propia gente quienes sufren con más fuerza los rigores de esta pandemia, sumado a la catastrófica situación socioeconómica de nuestros compatriotas. 

Salarios inservibles y sin poder adquisitvo; una dolarización impuesta a la fuerza por la depauperación de nuestro signo monetario; la corrupción gubernamental galopante; la sistemática destrucción institucional; la carencia de servicios, y la incapacidad de crear bienes, hacen de nuestra sociedad el peor y más triste de los mundos. 

Ver familias enteras padeciendo por hambre, o enfermedades; madres y padres llorando porque no tienen nada que ofrecer a sus hijos para satisfacer necesidades básicas, y mucho menos para cubrir gastos propios de la época decembrina como la ropa, los juguetes y hasta la cena navideña. 

Ciudadanía que no puede acceder al consumo de gasolina, gas, electricidad, agua, transporte superficial y subterráneo, en un país con las más grandes reservas de petróleo del mundo; el de los ríos más caudalosos; el que fuera envidia y orgullo por la eficacia, eficiencia y modernidad de su Metro como obra emblemática de la democracia, el que fuera abanderado de la comunidad andina en la fabricación y exportación de partes automotrices, hoy está en el subsuelo por la crueldad, y odio con el que ha sido gobernado en los últimos 22 años por unos perversos e inescrupulosos, a quienes nada importa el destino de su gente. 

Hoy no hay la posibilidad de acudir a un hospital  público para sanar una enfermedad, o incluso morir con un mínimo de dignidad. El crecimiento exponencial de solicitudes de caridad pública para salvar vidas. De qué revolución nos hablan estos desalmados? 

Esa actuación gubernamental ampliamente conocida, y sufrida por todos, tiene su alter ego en la conducta de ciertos opositores, a quienes el pueblo venezolano les entregó su confianza para revertir el mal creado por la ¨revolución¨ del mal, y lejos de eso ha sido artífice incluso de la promoción de sanciones, que disfrazadas de castigo contra el gobierno, terminan por perjudicar directamente a la ciudadanía que hoy se siente, no sólo frustrada, sino abandonada por los dos bandos en disputa. 

La pregunta que se pone de bulto entonces, es: si la política no es para resolver los problemas reales de la gente, para qué sirve? 

Seguirán promoviendo la abstención como política? No se dan cuenta de que no funcionó, o piensan hacer otra consulta inútil? Van a promover ahora como la gran solución el referéndum revocatorio que –en todo caso- correspondería en 2022, o enfrentamos con inteligencia las elecciones de Alcaldes, Concejales, Gobernadores, y Diputados a los Consejos Legislativos Regionales que corresponden en 2021?  

Creo sinceramente que su tiempo pasó, y habrá que discutir para establecer un nuevo liderazgo, cuya agenda sea una sola dentro de la Constitución, es decir, electoral. 

El hambre y las necesidades no pueden seguir en el abandono. A trabajar!   


Roman Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra
Venezuela

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