Mientras
esto ocurre, el oficialismo carga sobre sus adoloridos y corruptos hombros la
responsabilidad de una sociedad donde más del 80 %, a duras penas, puede hacer
solo una comida al día. Este porcentaje es coincidente con la minúscula
participación en el evento electivo del 6 de diciembre, como todos pudimos
comprobar centros de votación desiertos. Contrario al 12 del mismo mes en la
Consulta Popular, en la cual participaron algo más de seis millones y medio de
venezolanos que con premura desean un cambio de gobierno.
Asimismo,
ha sido valioso el respaldo al presidente encargado Juan Guaidó y a la Asamblea
Nacional electa en el año 2015 por parte de países ubicados en nuestro
hemisferio, haciendo énfasis en las naciones fronterizas -Brasil y Colombia-
además de los que están del otro lado de nuestro continente que han hecho
posible esta atmósfera favorable para el rescate de la libertad. Sí, favorable,
aunque muchos se empecinen en mirarlos con ojos miopes, miradas cortas.
Este
prólogo no significa, no llega a tanto, que la oposición democrática no
necesite un exhaustivo análisis, un profundo examen de conciencia, una honda
revisión para lograr desenlaces que la hagan más asertiva y menos errática. Hay
que escudriñar entre sus líderes para ver si todavía se encuentran detrás de
las puertas algunos alacranes a los que en aquella rebatiña del año pasado no
les llegaron a sus precios. Es imprescindible utilizar un lenguaje que fustigue
la corrupción sin contemplaciones ni excepciones. Averiguar, por ejemplo, por
qué se comenta en la calle y en medios de comunicación social sobre la
corrupción de supuestos dirigentes que rodean y cercan al presidente encargado
Juan Guaidó. Del mismo modo, es imprescindible persistir en el llamado a la
unidad, a sabiendas de que, en esta situación muy particular de la política
opositora, los compatriotas no siguen a sus líderes como borregos, sino que
estos se anotan a cualquier posibilidad que les garantice la salida de Nicolás
Maduro. La importancia de la unidad se fundamenta, más bien, en las exigencias
que provienen del extranjero para seguir apoyando a los sectores democráticos.
El país se derrumba de la misma manera a como se desplomó días atrás la
pasarela que conectaba al Parque Central con San Agustín del Sur en la ciudad
capital. Y seguirá cayéndose a pedazos inmersa en una crisis económica sin
precedente, que no detendrá su paso hacia la sumersión.
Vale
la pena como complemento a estas cuartillas, considerar la opinión del
internacionalista, Félix Gerardo Arellano: “En la medida en la que la oposición
se muestra dividida, fraccionada, pierde fortaleza, pierde liderazgo y eso
afecta indiscutiblemente también a Guaidó; son diversas fuerzas políticas en la
oposición, todas quieren intervenir y dialogar y establecer vínculos con la
comunidad internacional y eso crea fraccionamiento”. En ese sentido, considera
que la oposición debe hacer un esfuerzo para coordinarse frente a la comunidad
internacional y promover la hoja de ruta y las acciones a desarrollar…
Finalmente, el régimen tiene un solo punto de apoyo: las fuerzas militares. Siempre ha sido muy grave no disponer de otras opciones. Es más, el chavismo desapareció como fuerza política, sencillamente no existe. La oposición por el contrario continúa contando con el soporte de la comunidad internacional. La futura administración de Joe Biden también está comprometida en seguir apuntalando nuestra democracia. Democracia que goza del respaldo del 90 % de los venezolanos. De manera, que hay razones para continuar la lucha con la seguridad puesta en el triunfo, aunque como dije más arriba, parezca una prodigalidad de confianza… Ahora, sin unidad, —unidad que excluya a alacranes y salteadores de caminos—. sin un discurso coherente y sin partidos políticos fortalecidos, de ser así, el régimen permanecerá plácidamente en la cúspide del poder.
Venezuela
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