Es
increíble y digno de admiración y reconocimiento el trabajo de numerosos
docentes que desde la penuria y precariedad se esfuerzan por garantizar
educación a sus alumnos. A pesar de que sus salarios son irrisorios y no les
alcanzan ni para comprar la comida de un par de días, se la pasan, en estos
tiempos de pandemia, recibiendo y enviando mensajitos de whatsap, se han
formado compulsivamente en el uso de las tecnologías, graban clases desde sus
casas, crean e inventan materiales didácticos que incluso reparten a pie por
las casas de sus alumnos. Trabajan sin cesar, y a pesar de la inseguridad,
incertidumbre y miedo, siguen cumpliendo su tarea con verdadero heroísmo.
Además de todo esto, deben atender a sus hijos e incluso a sus padres mayores,
y soportar los apagones, la peor conectividad del continente, la falta de agua
y la incertidumbre de no saber si mañana podrán comprar comida o qué harán si
se enferma alguien de la familia. No llevan medallas en el pecho, pero cada día
combaten con valor la batalla del progreso y son unos verdaderos héroes.
Si
la educación es el medio esencial para combatir la violencia, promover la
productividad y construir ciudadanía, al tratar de ese modo a los educadores
estamos promoviendo el subdesarrollo, la miseria, la incultura y la violencia.
Cada vez que un maestro abandona la educación porque no puede vivir con su
sueldo, estamos enterrando las posibilidades de progreso y regresando a los
peores tiempos del pasado.
Pero
no podemos resignarnos ni rendirnos. Si amamos a Venezuela y optamos por el
progreso, la reconciliación y la vida digna para todos, debemos defender la
educación y, en consecuencia, defender a los educadores. Si la educación es un
derecho esencial, pues posibilita el logro de otros derechos fundamentales, es
también un deber de toda la sociedad. Es hora de que nos unamos en defensa de
la educación de calidad para todos, lo que exige defensa de un salario justo a
los educadores, que les permita vivir con dignidad.
En
estos tiempos en que, como consecuencia de las graves crisis que vivimos,
escuelas y universidades se están quedando sin docentes y sin alumnos, es
urgente que afiancemos la pedagogía de la esperanza comprometida y del amor
hecho servicio. Yo comprendo la estampida de miles de educadores que han
abandonado las aulas porque lo que ganan no les alcanza para malcomer y se
dedican a otras actividades más productivas o han decidido abandonar el país
con la esperanza de construir fuera, para ellos y sus familias, el futuro que
aquí se les niega. Pero los que optan por quedarse deben emprender una
reflexión profunda para que la opción de quedarse no sea un acto de resignación
y lamentaciones, sino una decisión radical que se traduzca en trabajar por
derrotar la resignación y afianzar la resiliencia, el compromiso y la
solidaridad.
Por
ello, un abrazo solidario y admirado a todos esos maestros y maestras anónimos
que, a pesar de los problemas y dificultades, no se rinden y viven con ilusión
y entrega su vocación de servicio.
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
OPINIÓN
@versionfinal
www.atonioperezesclarin.com
https://versionfinal.com.ve/opinion/antonio-perez-esclarin-a-proposito-del-dia-del-maestro/
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