Desde nuestro obligado retiro del
activismo y militancia política, en el 2010, hemos tratado de expresar
opiniones con la libertad que supone no estar condicionado a lineamientos
políticos -muchas veces sesgados - que
solo responden a las subjetivas posiciones personales de quien o quienes
dirigen las organizaciones políticas no siempre sintonizadas con el colectivo que
las integran. Habernos mantenido al margen de la diatriba partidista ha
resultado ser una indiscutible ventaja visto el alto grado de confrontación que
ha dejado bandos irreconciliables en el camino con sus graves consecuencias.
Esta posición nos ha permitido
rehacernos constantemente. Los hechos y los argumentos tienen una dinámica que
obliga a distintas lecturas y ajustes en la acción para acoplarla en su
desarrollo. Viene al caso la reflexión porque la contundencia de los nuevos
acontecimientos indica que estamos ante un escenario que obliga a la revisión
del “know how” que desafortunadamente ha venido aplicando tanto el régimen como
la oposición.
La política de la tabula rasa del
oficialismo, en su afán de marcar diferencias que justifiquen sus pretensiones
ideológicas ha generado serias consecuencias supuestamente excusables por la
“fatídica” herencia de la IV república y al “imperio”, cuando lo cierto es que
provienen en buena medida de un dogmatismo que aleja a la administración
pública de los estándares de eficiencia para contener el gran deterioro del
país y detener el inclemente avance de la pobreza.
Caben al respecto dos
observaciones: Una, la solidez con la que en esa IV república fue concebida y
construida una gran infraestructura en obras públicas y en parques
industriales; así como en servicios y áreas como la educativa y sanitaria,
entre otras, lo cual ha permitido que en forma residual el país haya resistido
los embates de la impericia, negligencia y omisión. No en balde, aún el corazón
del país palpita y apenas mueve algunos músculos. Pero vive aun gracias a lo
que se desarrolló.
La otra, es una consecuencia.
Basta recordar la negativa a la ayuda estadounidense en la tragedia de Vargas,
para entender el “por qué” y el “desde cuándo” de estas tempestades. La
ideologización requería para el régimen del dogmatismo de los odios
estratégicos. Mucho pudo hacerse de no haber privado su pretensión excluyente y
hegemónica. Desafortunadamente todo derivó en unas sanciones que procuran tener
contra las cuerdas al oficialismo, pero que la mayoría de ellas tienen al borde
del nocaut a la inmensa mayoría del pueblo venezolano.
La gran interrogante es si,
puertas adentro del chavismo madurismo, existe el más mínimo atisbo de
morigerar su dogmatismo visto el planteamiento formulado por Jorge Rodríguez en
el que señaló expresamente "De esta Asamblea Nacional saldrá una Comisión
Especial para que emprenda el camino del gran diálogo nacional, para la
reconciliación, para la paz, un diálogo donde estén todos”. Con algunas señales
contradictorias que emiten recientes ejecutorias que no están contestes con ese
discurso, pareciera que darle crédito sería pecar de ingenuos cuando tirios y
troyanos han demostrado hasta la saciedad su inviabilidad política, pero de lo
dicho no se infiere la propuesta de una rendición, menos aun cuando buena parte
del bando opositor del G4 se percibe rebasado, con sus banderas arriadas y
políticamente con pocas opciones y pretensiones viables.
Ante la absoluta imposibilidad de
viabilizar una propuesta siquiera al mediano plazo que reagrupe, fortalezca y
defina una estrategia coherente, con nuevos liderazgos y actores opositores,
todo lo cual requiere un tiempo que, de transcurrir sin soluciones puntuales,
pondría al borde del abismo a la mayoría del pueblo venezolano, no es
descartable poner a prueba el lance. La inmensa mayoría del país necesita que
de allí surjan decisiones que le permita de la manera más inmediata la
suspensión de aquellas sanciones que impiden la reactivación del aparato
productivo y el empleo formal, tener gas, gasolina, comida y mejorar los
servicios públicos.
Por el contrario, el país no le
atrae atarse a un sector como el G4 inexplicablemente divorciado de la realidad
y tozudo con sus errores, que sigue creyendo en que la salida a nuestros males
la encontraremos afuera con el retórico apoyo internacional mediante
fantasiosas intervenciones, el aumento de sanciones económicas y con el
adefesio de una comisión delegada y un consejo político que no tiene pies ni
cabeza. Así se seguiría sumiendo este país en una mayor incertidumbre en forma
indefinida. Desde aquí les exhortamos a una revisión de su posición y a un
cambio de estrategia que los sintonice nuevamente con ese pueblo que una vez
les confió su futuro.
A los jerarcas del gobierno y a
los del G4 no le afectan las sanciones económicas. Solo al pueblo le afectan
sus consecuencias. Así de simple.
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