Tengo
la impresión de que Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez escogerán con pinza a sus
interlocutores. Seleccionarán aquellos sectores que les resulten más incómodos, porque son más
vulnerables. Aunque, si van a pulsar la opinión
del país, deberían buscar una muestra representativa de la Venezuela
profunda: de ese país desecho, en el cual dominan los sentimientos de ira,
frustración y amargura, asociados a la pobreza generalizada, el deterioro de
los servicios públicos, la falta de empleo y oportunidades para progresar. Una
sociedad en la que más de un tercio de sus pobladores quiere emigrar cuando
pase la pandemia.
El paso inicial del gobierno fue hablar con
Fedecamaras. Algunos intransigentes han criticado a la institución por haberse
reunido con Rodríguez, tratando de lograr con el Ejecutivo un armisticio que
permita la convivencia en el ambiente más distendido posible. A Ricardo
Cusanno, su presidente, le han dado sin misericordia. Lo han acusado de
colaboracionista, vendido y una larga lista de descalificativos similares. Nada
originales, por cierto. Son los mismos denuestos que suelen aplicarse cuando un
dirigente asume responsabilidades que no
son del agrado de la jauría. Seguro que
la mayoría de sus detractores no están obligados a pagar una nómina semanal,
quincenal o mensual. No tienen ni la más remota idea de lo que significa
conseguir insumos y materias primas de forma regular. Ni lidian con los
funcionarios del Seniat, muchos de los cuales parecen agentes del Sebin. Ni se
imaginan cuánto cuesta mantener la disciplina laboral o incrementar la
productividad y la eficiencia, en una
ambiente donde las normas se han resquebrajado.
Por fortuna, Cusanno no se ha dejado intimidar. Ha defendido el derecho
y la obligación del gremio empresarial a reunirse con el gobierno para
atemperar el clima económico tan hostil existente en Venezuela. Sería un error garrafal que Fedecamaras
volviese a aspirar ocupar el lugar de los partidos y de la dirigencia política.
Es a las organizaciones partidistas –y no a organismos
gremiales como Fedecamaras- a los que les corresponde luchar por lograr negociaciones que aborden los problemas
cruciales del país. El primero de ellos es ver cómo salir, al menor costo
posible, del régimen que preside Nicolás
Maduro. En diversos estudios de opinión –cuando se enumeran las causas del drama
nacional- su gobierno aparece como la causa principal de esas deficiencias. Una
sólida mayoría, superior a 60%, piensa
que los problemas
–hiperinflación, colapso de los servicios públicos, pobreza y desempleo-
no tendrán respuesta hasta que Maduro abandone Miraflores. También la mayoría desea que la solución sea
pacífica y electoral. No está de acuerdo con ninguna invasión extranjera y,
desde hace algunos meses, ni siquiera considera que las sanciones
internacionales sean convenientes. Prefiere que el apoyo internacional se traduzca
en una fuerte presión sobre la claque gobernante para admita convocar unas
elecciones presidenciales transparentes y justas, supervisadas por organismos
internacionales.
La convocatoria, en el horizonte cercano, de esas
votaciones tendría que ser el asunto medular de una ronda negociadora comprometida con los intereses nacionales.
Pero, para logar ese propósito hay que poseer una fuerza de la cual la
oposición política carece en este momento. La MUD se desintegró y el G-4 no
logra alcanzar la coherencia que le permita actuar con eficacia. Juan Guaidó
perdió su base de sustentación organizativa. Su partido, Voluntad Popular, ha
sido desmantelado. Sus dirigentes más importantes se encuentran en el exterior.
En medio de este cuadro de debilidad de los partidos
democráticos, el gobierno decidió emprender una iniciativa política para
refrescarle el rostro a Maduro y darle alguna legitimidad a la desaliñada
Asamblea Nacional electa el 6 de diciembre. El gobierno movió sus piezas. Los
rusos también juegan, reza el lugar común. Los gremios y grupos de la sociedad
civil que Nicolás Maduro convoque al diálogo tendrán que acudir. De lo
contrario, las consecuencias serán fatales. El régimen tratara de conectarse
con la sociedad sitiada y sin opciones. A la dirigencia democrática le
corresponde entender que así funciona la política real. Veremos si finalmente
realiza los cambios internos que debe introducir.
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Venezuela
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