Su llamado a "Un nuevo orden mundial" podría
devenir en un "Des-orden mundial" de proporciones cataclísmicas.
Más conocido por su activismo político de izquierda,
el papa Francisco es, sin lugar a dudas, el pontífice más controversial de la
historia reciente. Este papa no sabe una "papa" de medio ambiente, de
economía, de gobierno, de política de inmigración o de capitalismo. Pero es un
hombre con la audacia de los ignorantes que usan su poder para hablar de todo.
Y con harta frecuencia, cuando hablan, "meten la pata".
Su última incursión en la tierra movediza de la
política ha sido un llamado a la creación de un nuevo orden mundial. En una
reciente entrevista con el periodista Domenico Agasso, el papa abogó por la
creación de un nuevo orden mundial basado en dogmas e ideales de izquierda.
Según el pontífice, la nueva realidad creada por la pandemia del coronavirus
abre la posibilidad de imponer un socialismo basado en solidaridad y en la
lucha contra la pobreza.
Esta declaración no debe de causar sorpresa a quienes
hayamos seguido la trayectoria del papa Francisco. Desde su ascensión al trono
de San Pedro, este papa mostró una marcada aversión hacia la doctrina del
capitalismo. En el primer documento de su pontificado, "Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium", Francisco manifestó:"Mientras las
ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan
cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio
proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los
Estados, encargados de velar por el bien común".
Por otra parte, en el curso de la entrevista con
Agasso, el papa agregó que las políticas de izquierda designadas a combatir el
"cambio climático" deberían ser la columna central del nuevo orden
que él quiere crear. En total sintonía con Anthony Fauci y Joe Biden, Francisco
dijo: "El mundo nunca será el mismo de nuevo. Pero es precisamente dentro
de esta calamidad que debemos
identificar los elementos que habrán de convertirse en la piedra angular de la
reconstrucción".
Desde luego, el activismo izquierdista de Jorge
Bergoglio no es nada nuevo. Tiene orígenes tan antiguos como su formación de joven
seminarista en la América Latina de la década de 1960. La enseñanza de la
teología en aquellos seminarios hacía énfasis en la asistencia a los sectores
más necesitados de la sociedad. Una labor digna de admiración y en concordancia
con las enseñanzas de Cristo. Por desgracia, aquel apostolado compasivo fue
aprovechado por movimientos de izquierda materialista para captar a muchos
jóvenes seminaristas. Todo indica que Bergoglio fue uno de ellos. Asimismo, ese
fue el caso del movimiento de la Teología de la Liberación iniciado por el
sacerdote peruano de etnia kechua por línea materna Gustavo Gutiérrez Merino,
de la Orden de los Predicadores.
Esa formación de izquierda radical de Bergoglio lo
llevó a enfrentarse a la política de populismo nacionalista y capitalista del
Presidente Donald Trump. Sobre todo en lo concerniente a la inmigración. Cuando
el entonces candidato Trump anunció en 2016 que construiría una cerca para
poner fin a la inmigración ilegal, el papa no pudo contener su ira y hablo como
un activista de la izquierda y no como un pontífice. Entonces dijo:
"Aquellos que construyen muros se convierten en sus prisioneros. Una
persona que piense únicamente en construir muros, dondequiera que sea, y no
construya puentes, no es cristiana. Este no es el evangelio."
Y no contento con este ataque al primer mandatario de
la nación más poderosa de la Tierra, Francisco agregó: "Ya tuvimos un
muro, el de Berlín, que trajo muchos sufrimientos y dolores de cabeza. Pero
parece que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma
piedra". No caben dudas de que el antagonismo del papa hacia Trump no está
motivado por diferencias en cuestiones de fe religiosa o por discrepancias en
principios morales sino por el fanatismo ideológico del pontífice. Este papa,
como muchos militantes de la izquierda, padece del Trump derangement syndrome
(síndrome de trastorno mental).
En un sentido similar, la postura del pontífice sobre
la crisis venezolana ha desatado algunas críticas dentro de la iglesia.
Recientemente el padre jesuita José Virtuoso, rector de la Universidad Católica
Andrés Bello en Caracas, dijo a una radio local que “quisiéramos de parte del
papa una postura mucho más contundente, mucho más clara”. Al mismo tiempo,
resulta incomprensible que numerosas democracias hayan arropado la legitimidad
de Juan Guaidó mientras Francisco se resiste a apoyarlo. Y no solo por su
identificación con la doctrina social del chavismo, sino por un equivalente
rechazo al veneno del capitalismo.
Francisco abrazó a Cristina Kirchner con una
elocuencia inversamente proporcional a la audiencia gélida que le concedió al
presidente Macri. La diferencia de trato a sus compatriotas tanto explica el
rechazo al auge liberal de los Gobiernos de América Latina como presupone la
tutela implícita al régimen de Maduro.
Con total tranquilidad y sin temor a caer en la
exageración, se podría decir que Francisco es el hombre de las mil caras. En un
discurso ante los embajadores acreditados ante la Santa Sede, el 19 de enero de
2018, Francisco subrayó que "la Santa Sede no busca interferir en la vida
de los Estados, sino que su pretensión no es otra que la de ser un observador
atento y sensible de las problemáticas que afectan a la humanidad, con el
sincero y humilde deseo de ponerse al servicio del bien de todo ser
humano". Como Pilatos, Francisco se "lava las manos"; pero yo le
contesto con José Martí: "Ver en calma un crimen es cometerlo".
Quienes tienen mayor poder para impedirlo, tienen mayor culpabilidad en
permitirlo.
La misma duplicidad se hace evidente en las fotos de
sus visitas a Cuba y cuando recibió a Nicolás Maduro en El Vaticano en las que
despliega una sonrisa de "oreja a oreja". En marcado contraste, en la
foto con Donald Trump y su familia, tomada durante la visita del Presidente a
El Vaticano, muestra un semblante de burro enfurecido. Un ingrato que no toma
en cuenta que la mayor parte de los gastos de la Santa Sede son financiados por
los feligreses americanos.
Pero la conducta de Francisco que más hiere mi
sensibilidad como cubano fue la de servir de "celestina" al régimen
dictatorial y terrorista de Raúl Castro. Francisco, el primer papa de América
Latina, obtuvo el reconocimiento tanto del presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, como del de Cuba, Raúl Castro, para ayudar a restablecer las relaciones
entre los países vecinos.
En julio de 2015, mientras el pueblo de Cuba pasaba
hambre y sufría represión, los dos
países reabrían sus embajadas en La Habana y Washington. Y con motivo de la
muerte de Fidel Castro, el papa Francisco también expresó su pésame a Raúl
Castro y a la familia del fallecido por medio de un telegrama. Y en un gesto
inusual para el Vaticano, firmó el mensaje, en señal de su estima personal.
Los acontecimientos y conductas que les he narrado
demuestran a cabalidad que Francisco está empecinado en llevar a cabo no sólo
la transformación de su iglesia, que en realidad la necesita y en cuyo ámbito
estarían justificadas sus acciones, sino en la transformación del mundo en
asuntos seculares, que trae consigo un alto riesgo político para El Vaticano.
Su llamado a "Un nuevo orden mundial" podría devenir en un
"Des-orden mundial" de proporciones cataclísmicas.
Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
Cuba - Estados Unidos
http://www.lanuevanacion.com/index.php/opinion/alfredo-m-cepero/885-el-nuevo-des-orden-mundial-de-francisco
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