Entre todas las
especies de la tierra, Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Es cierto que
somos seres similares a otros mamíferos, porque tenemos órganos, brazos y
piernas, y nos reproducimos de forma similar. Incluso es parecido cómo el
recién nacido y el cachorro van
superando la primera angustia cuando la madre ofrece su pecho para
alimentarlos.
Pero los humanos
tenemos nuestro sello distintivo. Como nadie, tenemos aptitudes que van
más allá de lo necesario para sobrevivir. Sólo nosotros podemos apreciar el arte,
la música, la belleza. Sólo en nosotros hay la capacidad para pintar un hermoso
cuadro, esculpir una obra de arte, componer un sensible poema o expresar con
flores nuestros sentimientos. La capacidad inventiva, creativa y de asombrosa
genialidad, ha hecho que construyamos estructuras, edificaciones, puentes y
obras de ingeniería que desbordan la simple conformidad de sobrevivir; hasta
tal punto que nos hemos atrevido a salir al espacio y a indagar con ojos
telescópicos y sondas viajeras los confines del sistema solar y planetario.
Maduramos no sólo física y biológicamente, sino también
en las dimensiones psicológicas, sociales y espirituales. Estamos en permanente
transformación y somos conscientes de nuestros cambios. Vamos cubriendo etapas
y cada cambio nos deja nuevas experiencias, nuevos aprendizajes, lo que nos va
configurando una particular aptitud para sobrevivir con inteligencia en
cualquier ambiente. La misma inteligencia va creciendo, adaptándose a los
retos, dificultades, requerimientos y problemas que el entorno le va
presentando al hombre. Tenemos también una capacidad de memoria, en algunos
privilegiada, que hace traer a nuestra mente recuerdos, sean maravillosos o
amargos de nuestro pasado, que en todo caso nos energizan, nos alertan y nos
ayudan a redescubrir el sendero apropiado por el cual debemos transitar. Como
la vida no está escrita, nosotros mismos tenemos el libre albedrío para ir
llenando las páginas de ella, con la más elegante letra cursiva, aunque algunas
veces tengamos el pulso poco firme y nos salgan algunos garabatos.
Igualmente, cursa en la existencia del ser humano el
razonamiento, incluso la facultad de
poner en duda sus creencias para seleccionar las que ciertamente le den
seguridad, tal como lo afirmó Descartes en sus “Meditaciones metafísicas”. Sólo
el humano puede aplicar argumentos formalmente válidos, en búsqueda de la
conclusión de una verdad, a través de la lógica. Y cómo si fuera poco, tal como
lo propugnan los místicos orientales, podemos llegar a la más profunda
introspección, para observarnos a nosotros mismos, es decir, el observador
puede ser auto observado, para alcanzar el nirvana, la iluminación y el sentido
de sí mismo. Nadie más que la especie humana logra tal supremacía de
realización espiritual.
Definitivamente, es una maravilla haber sido escogidos
por la gracia divina para vivir en el género humano. Vienen las grandes
preguntas: ¿Hemos sabido apreciar esto? ¿Somos sensatos de este gran nivel que
poseemos, para vivir con la más prudente sabiduría?
Isaac Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
Tachira - Venezuela
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