En
la iglesia Catedral de Caracas, templo de piedad y constricción, de identidad
profunda para los hijos de la ciudad, el 05 de abril de 1750, recibió las aguas
bautismales Francisco de Miranda.
Don
Manuel Machado y Luna era Obispo de Caracas entonces en tiempos del rey
Fernando VI, y el teniente cura del momento efectuó la bendición del hijo de
Sebastián de Miranda, un español canario al servicio del Rey y de Francisca
Antonia Rodríguez, con quien aquel contrajo matrimonio el 24 de abril de 1749.
Ella, hija del portugués Antonio Rodríguez y de Catalina Espinoza oriunda de
Canarias, fue una mujer humilde, tal y como lo apuntó el Cabildo de Caracas. El
licenciado don Tomás de Melo, presbítero, fue su padrino y quien
posteriormente, en el año de 1756, dio licencia a don Pedro Juan Díaz para el
bautizo de otro de los hijos, Francisco Antonio Gabriel, cuyo padrino fue don
Francisco Antonio Arrieta.
Nacía
Miranda en una Caracas que venía prosperando, adquiriendo nuevos hábitos, en la
cual sus afanes determinaban su mejoramiento y: “cuyos títulos nobiliarios
brotan de la actividad en el manejo de las haciendas” como bien lo expresó
Ramón de Basterra.
Vio
la luz el futuro Precursor en momentos en los cuales empezaron a alterarse las
consideraciones y los tratos entre los isleños y los vizcaínos cuando aquellos
manifestaron contra los derechos y privilegios que recibía la Compañía
Guipuzcoana. La colocación de Echeverría, que era de estos últimos, como
Teniente de Justicia alteró los ánimos, llegando a sostener Juan Francisco de
León, isleño promotor de los sucesos, que: “es necesario que en toda esta
Provincia no quede ninguna persona de esta raza”. La baja del precio del cacao
de 22 a 08 pesos explicó en buena parte los motivos de la insatisfacción. No
obstante haber escuchado las autoridades los pedimentos y oficiado al Rey, las
protestas continuaron por lo cual de León movilizó a 9.000 hombres en las afueras
de la ciudad.
En
la Caracas de los meses previos al nacimiento de Miranda fue gobernador don
Luis Castellanos, hombre conciliador que tuvo que arbitrar hábilmente los
primeros episodios del movimiento contra la Guipuzcoana. Le sustituyó don
Julián de Arriaga, quien procuró también avenir las diferencias y hasta dictó
una amnistía. Fue un hombre ilustrado que luego de su estadía en Venezuela fue
nombrado Ministro de la Corte.
Era
Caracas una provincia laboriosamente cultivada en la cual existían numerosas
haciendas de cacao y otros frutos, lo cual fomentaba el comercio en el que
participaban los isleños en los valles de Panaquire, Caucagua, en las tierras
del río Tuy y en la propia ciudad, cuyos productos que eran ofrecidos en
Santiago de León, capital provinciana, y que también se destinaban a otras
zonas.
Era
la ciudad de admirables planicies de verdor y fecundidad inigualable, de
agradable clima y en la cual los ríos cruzaban toda su extensión y que separaba
la montaña del mar. Ciudad de agricultores y de
mercaderes, también de soldados, funcionarios y señores, de la
Universidad en la cual se dictaban a sus prometedores estudiantes las cátedras
de teología y de latinidad. Era igualmente, la ciudad mantuana altiva y
excluyente en la cual los canarios, blancos inclusive, pugnaban por ser
reconocidos y cuyos actos civiles eran asentados en los libros de mulatos y de
pardos.
Venezuela
tiene en Miranda el más ecuménico de los ciudadanos, el más culto de los
militares, el más ilustre de los libertadores, quien como timbre de orgullo
expresó ser: “natural de la ciudad” cuya causa sostuvo antes de que ella misma
la emprendiese y en la cual estableció el principio de: “la pluralidad o
mayoría de los pueblos de Caracas” y que se respetase: “la voluntad general de
sus comitentes” ante el Gobierno, ante la adversidad y ante la historia.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfdiazbermudez
Anzoategui
- Venezuela
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