Un
reciente trabajo de investigación de Crisis Group en su capítulo Venezuela, una
de las organizaciones no gubernamentales dedicada a prender las alarmas ante
situaciones susceptibles de crear condiciones de guerra, asegura que las bandas
criminales originarias de Colombia han encontrado asiento en 13 de los 24
estados de nuestro territorio. Ocupados hasta la coronilla como estamos, con la
dramática situación nacional que se expresa, sobre todo, en desabastecimiento
de alimentos y de medicinas, no le hemos dedicado el tiempo y la atención que
amerita este alarmante informe, que por suerte, sí ha sido espulgado con
detenimiento en la vecina Colombia.
El
trabajo de investigación hace énfasis en un tema vital para Venezuela. La
explotación de oro en el sur del país, un asunto del que se sabe poco pero que
es de importancia vital para el sostenimiento de buena parte de la cúpula de
las fuerzas armadas del gobierno de Nicolás Maduro. Pero la lucha por el
control de esta explotación no ocupa solo a los militares y al crimen
organizado. Es un tema que ha captado la atención de las guerrillas
colombianas, el ELN y las FARC. El ELN es el gran protagonista.
Alli
hay una suerte de complicidad activa entre los mineros, las guerrillas y las
fuerzas armadas en todos sus niveles que es lo que permite que la actividad
extractiva y de comercialización subsista. El soborno de quienes deberían
vigilar la zona se ha vuelto común de cara a la Guardia Nacional. Con ello se
logra que miren hacia otro lado los encargados de vigilar la región. Pero el
perverso efecto de los irregulares colombianos va más allá de controlar el
lucrativo negocio de la minería ilegal. Su fuerza es tal que han ocupado los
espacios de los sindicatos del crimen venezolanos que ya operaban desde antes
en la región. Les han ganado la batalla. Y de todo, lo peor es que han armado
un corredor transversal que va de oriente a occidente de Venezuela para el
transporte del producto de la minería y de la droga.
En
definitiva, la desatención de parte del gobierno de esta penetración del ELN y
de los eyectados de las FARC ha permitido que crezca un cáncer en las entrañas
venezolanas que cada día será más difícil controlar y erradicar. Habría que
preguntarse si esta contaminación no ha sido deliberadamente permitida. De
acuerdo al reporte mencionado, el ELN “controla las estaciones de radio,
influye en el currículo de las escuelas rurales y está estrechamente vinculado
con políticos locales. E incluso se informa que existe un campamento del ELN en
la Sierra de San Luis, que se encuentra entre los estados Lara y Falcón, a 30
km de la costa del Caribe, una ubicación estratégica que podría, en teoría,
garantizarles el control sobre las rutas de tráfico hacia el Caribe holandés”.
Es decir todo hace pensar que no es que la insurgencia ha estado ocupando
espacio en Venezuela gracias a la indiferencia de nuestras fuerzas armadas.
Habría que pensar que se les ha facilitado su quehacer en suelo patrio.
El
que los grupos indígenas de la zona estén continuamente amenazados por estos
elementos es apenas la primera de las consecuencias. Hay otras, las que derivan
de la explotación ilegal del oro y del coltán, que son consecuencias altamente
lesivas del patrimonio venezolano mientras se han convertido en focos de
violencia muy peligrosos no solo para Venezuela sino en la región amazónica en
su conjunto. Existen en plena selva tropical de Bolivia, Brasil, Colombia,
Ecuador, Perú y Venezuela, 245 enclaves de extracción no autorizada de oro,
diamantes y coltán y hay 30 ríos donde la actividad minera ilegal es cosas de
todos los días. ¿Cuántos de ellos tendrán un componente ideológico para hacerlo
aún más destructivo? Porque hay que estar claro en que Venezuela para la
guerrilla colombiana no es solo un refugio. Es un enclave ideal para financiar
todas sus actividades, consolidar su autoridad y expandir su credo
revolucionario. En esa tarea, los elenos han conseguido capturar la atención y
la solidaridad de ex miembros de varios frentes de las FARC, lo que hace aún
más complejo el panorama.
Si
en Colombia, el control del accionar y del avance de los insurgentes ha sido
una cuesta muy empinada a lo largo de medio siglo, en Venezuela , donde cuentan
con las facilidades que les ofrece un gobierno corrupto y comprometido con las
ideologías de ultraizquierda, la inserción de estas fuerzas terroristas será un
juego de niños.
Es
preciso tomar conciencia del tumor que esto representa y de la atención que
debe recibir del nuevo gobierno más temprano que tarde.
Beatriz
DE Majo
@beatrizdemajo1
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