La sociedad venezolana se articula y descansa en dos frentes políticos, comunicacionales y moralistas, desde donde se construye e impone el consenso y se condena el disenso.
Una sociedad anómica y anárquica que ante la pandemia y las amenazas geopolíticas recientes, continúa aferrada a una lógica polarizante. Una sociedad donde impera una ética de guerra que legitima la destrucción del adversario-enemigo. Dinámica nociva que atrapa y condena a la ciudadanía a permanecer atrincherada en dos espacios político-discursivos desde donde, de manera acrítica, se asumen automáticamente posiciones radicales y se justifica la polarización. Situación, tanto de comodidad como de conformidad, que dificulta cualquier proceso reflexivo que denuncie la dinámica polarizante.
Una sociedad en crisis a la que se agrega la crisis del coronavirus. A las angustias y miedos propios de la situación país se suma el miedo a la pandemia. Una “nueva normalidad” pandémica que se vive y percibe desde la anomia y la anarquía; que cierra nuestro abanico de posibilidades, nos ubica “cómodamente” al interior de cada polo radicalizado en un comportamiento conformista que nos impide ver, juzgar e interpretar los acontecimientos nacionales y geopolíticos. La operación Gedeón, el bloqueo al país, los tanqueros iraníes, la salida de Direct TV, el Consejo de Seguridad de la ONU y el veto de Washington al borrador presentado por Rusia…
Dinámica malsana, suerte de patología social que impide el disenso en tanto divergencia de opiniones, castiga la reflexión, justifica la polarización radical, limita la participación ciudadana y acecha la democracia. Toda persona que opine, juzgue o analice cualquier suceso fuera de la lógica de su polo político de “pertenencia”, será cuestionada, acusada de traición “a los nuestros” y sancionada fundamentalmente a través de las redes. Suerte de tribunal de justicia y de “protección a la honorable membrecía”.
De allí la importancia del papel de la ciudadanía en la denuncia y cuestionamiento de la lógica polarizante; de la participación ciudadana en la promoción y ejercicio de la reflexión interna; de la práctica del disenso y del foro ciudadano.
El llamado es a deshabituarnos de la polarización radical destructiva que nos desgarra y atenta contra el ejercicio democrático.
Maryclen Stelling
maryclenstelling@gmail.com
@maryclens
@UNoticias
No hay comentarios:
Publicar un comentario