Los fanáticos que están contra el gobierno y quienes están contra la oposición extremista, como buenos fanáticos son imposibles de convencer de nada distinto de lo que creen, sin importar las pruebas que se presenten. Díganle a Diosdado, que la recomendación de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, de hacer un número mayor de pruebas PCR en la Covid-19 es buena, y agarrará el teléfono para que el SEBIN les haga “tun, tun” (visita domiciliaria) a los académicos y los convenza con su mazo paleolítico de dejar de hablar pendejadas. Díganle a Guaidó o a los abogados que lo apoyan, que se cometió prevaricación en la designación del Procurador Especial para la defensa de CITGO, pues el escogido había sido testigo experto de Christalex, la empresa demandante de CITGO, y les dirán que se trata de un prohombre que está por encima de esas nimiedades, por lo que esos criterios defendidos en el pasado no se apliquen en este caso. Ambas son respuestas inauditas, impropias de seres racionales y sólo producto del fanatismo desatado y la desesperación.
Llegar a aceptar que algunas de las decisiones del gobierno pueden ser correctas y que lo mismo puede pasar con decisiones de la oposición extremista, y que se debe tener una posición científica y objetiva en el análisis de las mismas, de manera de no apoyarlas ni negarlas simplemente por fanatismo, es imposible para estos sectores. Para ambos vale todo, se trata de acabar con el adversario, de no darle respiro, de negarle la más mínima razón. Allí no hay conversación posible, pues pasa por la rendición incondicional del adversario. Y en esto, el discurso opositor es peor que el gubernamental, pues Maduro, sea por lo que sea, por hipocresía o para engañar, ha dicho siempre que está dispuesto a dialogar, que se vuelva a Noruega, que se quiere sentar incluso con Donald Trump y que todo lo haría “por el bien de Venezuela”.
Un caso patético fue el del crédito de la CAF para resolver los problemas eléctricos del Zulia, los Andes, Nueva Esparta y parcialmente Caracas, por varios cientos de millones de dólares. La CAF exigió que Maduro, como Presidente de la República lo solicitara, pero que la Asamblea Nacional presidida en aquel momento por Guaidó lo tenía que aprobar y que la administración de los fondos la haría una agencia como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Maduro aceptó las dos condiciones, pero la AN de Guaidó no quiso aprobar el crédito. Esa situación fue algo inaudito, inaceptable por cualquier venezolano que quiera a su patria y a su gente. Los seguidores de Guaidó aceptaron sin crítica ninguna la siniestra decisión de su dirigencia, que condenó a cuatro regiones del país a seguir en la obscuridad en que el gobierno de Maduro los había sumergido.
Un grupo de venezolanos acabamos de hacer una propuesta, para utilizar los fondos secuestrados a Venezuela en el exterior o parte de los mismos, en el enfrentamiento de la pandemia por la Covid-19 y sus efectos. Jorge Rodríguez acaba de declarar, sin mencionar nuestra propuesta, que el gobierno está dispuesto a que esos fondos los administre el PNUD. No me importa si lo dijo por politiquería, porque se lo ordenó Maduro para engañar a los venezolanos, porque se sintió conmovido con su informe diario sobre la pandemia o por las razones que fueran. Abrió una posibilidad que debe ser asumida por la oposición de Guaidó, si no fuera indolente y le importara algo la gente que vive en el país. Deberían impulsarla con sus aliados extranjeros, que son quienes tienen ese dinero secuestrado. No existe otra respuesta aceptable.
Como lo dijimos cuando anunciamos la primera vez el crédito de la CAF, veremos qué pasa. Estas son situaciones concretas, que no dependen del “me parece”, “yo creo”, ni ambigüedades politiqueras por el estilo. ¿Apoyan o no apoyan una proposición viable favorable a todos?
Luis Fuenmayor Toro
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@LFuenmayorToro
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