viernes, 29 de mayo de 2020

ROMÁN IBARRA, AUTODESTRUCCIÓN (III)

En la parte anterior de esta serie, estuvimos analizando la contienda electoral de 1988, en la que compitieron dos de las más importantes figuras de la política venezolana de entonces, como fueron Eduardo Fernández, y Carlos Andrés Pérez.

Recordamos como cada uno –en su situación respectiva- fue víctima de traiciones. En el caso de Eduardo Fernández, fue clara víctima de la perversidad de Caldera, quien no aceptó su derrota a manos de uno de sus antiguos discípulos, al cual perjudicó absteniéndose de participar en su competencia por la presidencia de la República, a pesar de que cuando fue derrotado abiertamente por el entonces candidato Lusinchi, pronunció una frase demagógica e hipócrita, según la cual: ¨el pueblo nunca se equivoca¨!

Por su parte, el Presidente Pérez, exageradamente confiado en su liderazgo, creyendo además que otros políticos debían pensar –como él- sin viejos rencores, ayudó a impulsar a la asunción de cargos de mucha relevancia, a antiguos enemigos quienes esta vez se preparaban para el asalto contra la democracia, a pesar de las advertencias al respecto de dirigentes de su partido.

En efecto, tal como narran los testigos del momento histórico, David Morales Bello –entre otros- en medio de una reunión partido-gobierno, hizo serias advertencias al Presidente Pérez acerca de la posibilidad de que un sujeto como Ramón Escovar Salom, removido como Canciller en su primer gobierno, accediera esta vez a la Fiscalía General de la República, frente a lo cual, Pérez llegó a decir –palabras más, palabras menos- que no creía que alguien pudiera a actuar conforme a viejos rencores. Pues Morales Bello, pidió dejar constancia en el Acta de la reunión, que se oponía abiertamente a esa candidatura a la Fiscalía.

En efecto, como ha quedado para la historia, Escovar Salom desde la Fiscalía fue uno de los artífices de la persecución y destitución de CAP, aliado con otros políticos capaces de anteponer sus odios personales a los intereses de la nación, sin medir las consecuencias.

Pérez, actuando a contracorriente de su primer gobierno, y empeñado en la necesidad de dar un vuelco a la conducción del país, se propone el gran viraje político y económico y respalda abiertamente la reforma del estado, chocando así incluso con su partido desde donde se produjeron conspiraciones en su contra, llegando al extremo de votar por su destitución en el congreso de la República, como es conocido.

También fue víctima Pérez de dos golpes de Estado, el 4 de febrero, y el 27 de noviembre de 1992, perpetrados, el primero por Hugo Chávez, eterno conspirador, frente a cuya actuación falló la inteligencia militar, dejándolo actuar sin freno por años, y luego justificado en su traición por Caldera en su discurso en el congreso, cuando expresó otra de sus frases demagógicas, al decir: ¨es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y democracia, cuando esta no es capaz de darle de comer¨.

Sin medir consecuencias, o quién sabe si midiéndolas muy bien para favorecer su desmedida ambición, fue capaz de pronunciar ese discurso, como si su primer gobierno no tuviera responsabilidad alguna en las carencias materiales del pueblo venezolano.

Lo cierto, es que con su actitud contribuyó de manera decisiva a la destrucción, no sólo de Carlos Andrés Pérez, sino del sistema democrático venezolano, como seguiremos viendo en el desarrollo de esta serie de artículos que estamos presentando.

El segundo período de Pérez en la presidencia de la República, como se sabe, estuvo envuelto en una serie de convulsiones políticas, a pesar de que en esos años, luego del Caracazo, los golpes de estado del 92, y la inestabilidad generada por las conspiraciones, fue el país que más creció económicamente en América Latina.

Continuará.

Román Ibarra: 
romanibarra@gmail.com
@romanibarra

No hay comentarios:

Publicar un comentario