No es fácil engullir la tristeza que nos trae el recuerdo de este karma que nos atosiga, producto de la desviada estupidez de la joven generación militar que se enraizó en una gran mayoría de los venezolanos, cuando en 1992 equivocadamente creyeron identificar el sentimiento nacional, que buscaba salidas para recomponer el ideal surgido el 23 de enero de 1958. Lamentablemente, surgió el vaho edulcorante del “por ahora” militarista, que enraizado con calificativos de “proceso”, “proyecto” y al final de “revolución bonita”, como proyección cubana se encumbró como “Socialismo del Siglo XXI”, ese que hoy, solamente recordarlo nos hace desgraciados.
Viene
a nuestra mente el recuerdo de aquel día, habían transcurrido tan solo siete
años y 23 días de la segunda mitad del Siglo XX, cuando ocurrió el cambio; ese
cambio que nos vio crecer con esperanza siempre, y vimos sin ingratitud, a
pesar de inequidades y los malos momentos de la diatriba política; esa diatriba
que hoy nos embarga y que nos hace pensar en perder la esperanza de volver al
mundo real, pero con días mejores, aunque sabemos que pronto alcanzaremos la
felicidad de volver a vivir en un mundo libre, mejor que el que logramos el 23
de enero de 1958, cuando ocurrió el cambio que hoy celebramos a pesar de las
ingratitudes que hemos sentido durante los últimos años.
Hoy,
ese 23 de enero acude a nuestra mente como el recuerdo de una vivencia perdurable.
El día en que muy jóvenes, nos deparó la vida un momento que marcó en nosotros
un camino para vivir del orgullo existencial. Ese camino de la huella con
destino cierto, que han querido mancillar nuevos y viejos actores, algunos con
insistencia, antes inmadura y hoy equivocada. Actores de la terquedad y del
desatino, quienes piensan que el mundo puede ser, a pesar de sus fracasos, la
utopía de Moro o el camino de Marx, alimentada y aderezada con los incultos
caudillismos criollo y latino de un mundo diferente; siempre sin sentido,
llamada “revolución”.
En
diciembre de 1957, se había efectuado un plebiscito para decir “SI” o “NO” al
gobierno de Pérez Jiménez. Fue un plebiscito secreto, pero los empleados tenían
que llevar al día siguiente la tarjeta (redonda) del “NO” a su trabajo. El
malestar se fue generalizando, hasta que se desata un descontento general.
El
1º de enero de 1958, una rebelión militar debelada desencadena una serie de
manifestaciones de todos los sectores. En ese entonces no funcionaban las
encuestas como ahora, pero los paros, las huelgas y la desobediencia civil
ocupaban todo el espectro socio-político. Crisis que se agudizó, con la
decisión gubernamental de ocupar los principales cargos públicos con oficiales
de las Fuerza Armadas. Es de recordar la designación del general Prato como
ministro de educación, lo que causó como burla y protesta
una manifestación con el desfile de un burro con las iniciales de “ME” en su
gualdrapa.
Desde
el día 1° se ordenó acuartelamiento clase “A” (general) y se desencadenó la
persecución de los militares que tuvieron que ver o supieron algo sobre la
rebelión. Eran vox pópuli los manifiestos militares pero muy escondidos ya que
no existía ni el correo electrónico ni el internet y muchos menos el celular y
las redes sociales. Los líderes de la asonada, unos huyeron al exterior y otros
fueron internados en calabozos de las instalaciones militares y los civiles en
la Seguridad Nacional. Vivimos esos momentos y podemos contar sobre nuestras
angustias, hasta la mañana del 23 de enero, cuando Venezuela pudo ver en la
incipiente TV, la huida del que creímos el líder del último gobierno militar.
Fuimos testigos y escoltas para la salvaguarda de la vida de los que le
acompañaron en los mandos y mal utilizaron el nombre de las FAN.
Pero
no fue tan simple. Había concluido el 21 la huelga de los medios de
comunicación, bajo el ataque inclemente de la Seguridad Nacional y la
vigilancia antimilitarista de los “medias blancas” (Policía Militar). En la
noche del 22 con su amanecer del 23, no había vuelta de hoja, la historia
estaba marcada para nuestro estreno militar, por lo que aceptamos el reto y
decidimos enfrentarlo contra una diatriba cuyo rumbo iba a lo desconocido.
Teníamos que decidir, entre quedarnos estáticos para mantener la visión de “El
Nuevo Ideal Nacional”, o dar un paso al frente para apoyar y dar cabida al
ideario de los políticos que, luego del “golpe” de 1945, habían sido depuestos
en 1948, por uno de los líderes militares que los acompañaron en la aventura,
convertido por la voluntad de sus seguidores, en el Jefe del Estado. Dimos el
paso al frente solicitado, que significó “romper pabellones” y tomar las armas
para, con voluntad, revivir el movimiento iniciado en Maracay el 1° y poner fin
al sistema de gobierno presidido por el general Marcos Pérez Jiménez, que
apuntalado por la Seguridad Nacional se autoproclamada el gobierno de las
Fuerzas Armadas, pero sin los militares.
La
historia se presenta siempre activa y real, cuando existen personajes actores
que pueden contarla, aunque sabemos que no es irreal, el que siempre la
escriben los vencedores. También es real, que durante los últimos 18 años nos
trataron de vender la historia de una “revolución” sin vencedores, producto
solo de la palabra ensalzada de mentiras y ataques malsanos al quehacer, de los
que si luchamos por lograr esta democracia.
La
historia no puede cambiarse hoy tan fácilmente con la revolución de las
comunicaciones. Es de necios pensar, como han pensado los revolucionarios de
los pasados 60 años, donde viejos y jóvenes han aunado su ignorancia supina,
para creer que lo mesiánico, los puede llevar a conclusiones políticas. Para
ellos, el tiempo es nuevo pero la historia los confunde, por lo que no podrán
cambiar los hechos. La democracia de hoy es la misma que quiso surgir en 1945,
con la llamada Revolución de Octubre, que, como rebelión cívico-militar depuso
al general Isaías Medina Angarita.
Luego,
los mismos personajes, entre otros Marcos Pérez Jiménez en el llamado golpe
militar del 24 de noviembre de 1948, derrocaron el gobierno electo de Rómulo
Gallegos.
Fue
el transcurrir de una historia militar de golpes y contragolpes en el siglo XX,
donde los personajes del liderazgo político, si así pudiéramos llamarlo, se
subrogaban el gobierno en nombre de las Fuerzas Armadas, hasta el surgimiento
de Pérez Jiménez, luego del asesinato de su colega Carlos Delgado Chalbaud,
hasta su derrocamiento del que creímos era el último golpe de Estado, el 23 de
enero de 1958. Chávez y su grupo nos confirmaron que estábamos equivocados.
La
lectura de una entrevista efectuada por el periodista Tulio Hernández, al
general Pérez Jiménez, publicada en septiembre de 2001, nos llamó a la
reflexión sobre el pensamiento de algunos militares, quienes pareciera, que en
el contacto con la generalidad profesional, sintieran una inflexión para
considerarse como dotados de un poder de interpretación del colectivo,
asumiendo el rol del liderazgo para insurgir en nombre de las FAN y luego, en
nombre del pueblo.
Dice
el periodista: “El único momento de debilidad –al referirse a Pérez Jiménez-
fue cuando le pregunté si había llorado alguna vez y me dijo que sí, que lo
había hecho en enero del 58, cuando bajó a la base naval de Mamo y tuvo que
meter preso a un grupo de oficiales que estaban conspirando. Lloró porque eran
como sus hijos. Porque no entendía cómo le hacían eso a él esos jóvenes por
quienes lo había dado todo, incluyendo el golpe, y por la institución militar,
que era su tacita de plata, que él había contribuido a modernizar y
profesionalizar contra «los chopo e’ piedra», los no profesionales que reinaron
en las Fuerzas Armadas hasta los tiempos de Medina. Hacerle eso a él, que había
construido el Círculo Militar para que los jóvenes oficiales no se sintieran a menos
cuando los llevaran a las quintas con piscina del Country Club”. Cada quien que
asuma su interpretación y comparación.
Pero
si algo queremos sacar como conclusión de lo que es la celebración del 23 de
enero, o “el paradigma de ayer”, es comprender, que el fin del movimiento en el
58 y el que hoy se persigue pidiendo la salida, elecciones libre y nuevo
gobierno; el apoyo a la Unidad Democrática, la confianza en los líderes que
quieren el cambio, la confianza en el trabajo de la Asamblea Nacional, los venezolanos
que también luchan en el exterior por ayudar a la recuperación y volver a su
patria; los defensores y luchadores en las negociaciones para recuperar la
confianza electoral, los jóvenes que ofrendan sus vidas por recuperar la
libertad; las madres que también aportan su esfuerzo y amor materno para dar a
sus hijos la mejor vida posible; los profesionales, los sindicalistas, los
obreros, los estudiantes; en fin, todos los amantes del gentilicio, que ponen
sus hombros, su mente y su corazón para lograr encontrar la patria perdida; esa
patria que tanto duele como la teta de la madre que amamanta el producto de su
empreño; y el dolor que sufren los hijos por su ese sufrimiento.
Este
23 de Enero, es momento para recordar nuestro compromiso de recuperar y
mantener la democracia, ya que quiérase interpretar o no, tenemos una
democracia enferma de “comunismo” disfrazado de “socialismo del siglo XXI”; hoy
con un gobierno perverso que no escatima esfuerzo ni oportunidad para engañar
al pueblo con mendrugos como el “carnet de la patria” y la bazofia perversa de
la pretendida adoración a quien trajo los vientos de estos males.
En
este momento, 63 años después de aquella fecha, insuflamos el patriotismo a
todas las fuerzas vivas del país, incluyendo a las fuerzas armadas, para que
mediante los valores y derechos democráticos que nos da la Constitución,
rechazando el sistema totalitario y atrasado, recuperemos los valores patrios
con la inquebrantable decisión surgida en esa fecha, de vivir para siempre en
paz y en libertad.
No
es fácil asimilarlo, pero solo en UNIDAD y en armonía podremos recuperar esa
democracia en paz que logramos en 23 de enero de 1958.
enriqueprietosilva@yahoo.com
@Enriqueprietos
Venezuela
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