Admirar esta obra de la cineasta venezolana Anabel Rodríguez Ríos abre el memorioso espejo retrovisor y conduce hacia La herencia de la tribu. Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana (2009), honda investigación de la escritora Ana Teresa Torres que penetra los cimientos del militarismo venezolano combinando el punto de vista histórico con el psicológico en acucioso análisis desde el tiempo de auténticos militares heroicos, aquellos que sacrificaron sus vidas y futuros con propósitos firmes: derrotar el colonialismo del imperio español para sembrar naciones de firme soberanía.
En el caso venezolano las sucesivas batallas devastaron su verde territorio
hasta convertirlo en desierto, el único
legado material que el general
Simón Bolívar pudo entregar a sus meritorios colegas, paisanos sobrevivientes
de cruentas y triunfales campañas bélicas que liberaron a gran parte del
surcontinente. Militares y sus proles, convertidos en terratenientes durante
varias décadas que fusionaron la
prosperidad agropecuaria y
el empoderamiento político, deformaron
el proceso hacia un militarismo incrustado en la
cotidianidad social. Fenómeno relativamente benigno, pues dirigido por civiles,
pudo reaccionar a tiempo contra intentos
subversivos de la izquierda guerrillera fidelista y las
propias derechas cuartelarías. Su previa actuación clandestina
antiperezjimenista fue factor determinante en la democratización del país a
partir de 1958, eso por la sabia conducción presidencial del estadista Rómulo
Betancourt, su constructor ideológico junto al original partido Acción
Democrática, tarea muy difícil pues el militarismo criollo es elemento
primordial de su ADN. Y supo detenerlo por su claro conocimiento del
monstruo fascista de dos idénticas
cabezas totalitarias que lucen opuestas pero se complementan: militarismo y
comunismo, ahora unidos bajo la frase Revolución del siglo XXI.
Una interesante novela de doliente tono humorístico,
en gran parte dialogada y casi un catálogo de vocablos y giros del habla
criolla, Demoliendo la casa de los sueños (Penguin Random House, Grupo
Editorial, España 2020) del narrador Américo Ramírez. Retrato literario de ese
lapso transicional desde un cuerpo pretoriano, escolta de mandamás y tiranos,
que bajo una democracia representativa se convierte en “militarismo civilista”
por llamarlo de algún modo. Y cómo de institución básicamente reglamentada en
fusión con la cotidianidad y sus vicios costumbristas –tráfico de influencias
familiares, alcoholismo, bochinche, sectarismos clasistas– pasó a narco mafia
bolivarista que contiene el motivo de su
ilegítima, larga permanencia en el poder absoluto.
Pues fue
precisamente la nueva norma
constitucional de 1999 vigente y en diaria violación, concebida bajo el mando del resentido golpista camarada
Hugo Chávez, la que le otorgó a todo soldado el derecho electoral sin permiso a
militancia partidista, redacción de
tramposo gato encerrado por su
evidente contradicción porque si a un
país de genética tradición militarista
traducida en bandolerismos caudillistas, dictaduras netas y presidencias autoritarias – salvo la breve de
Don Rómulo Gallegos- se concede a
sus armados ese privilegio civil del voto, de inmediato lo transforma en
partido político de culto personalista
extirpador de la civilidad.
Nada que ver, por ejemplo, con Estados Unidos, primera
potencia armada cuya constitución fundacional civil rige al poder militar, ni
el de Israel con servicio militar obligatorio por causas obvias donde los
uniformados pueden votar pero su elección nunca ha sido decisiva. Sí lo es en
Cubazuela, calco del modelo castrosoviético, a su vez legado por la KGB
–Stalin– de actual versión en la Rusia Putinzarista
Junto a otras acepciones Milizuela es. Y a pesar de los pesares Venezuela fue. Para recobrar su lírico nombre de pila tendrá que renacer libre, imperfecta y modificable como toda democracia en república constitucional civilizada.
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