Los gobiernos miden el tema con una doble vara. Por un
lado, condenan lo anterior en el plano del discurso, pero cuando -ya en el
campo de la acción- deben tomar medidas al respecto estas suelen ser contrarias
a lo declamado: o sea, aumentan aún más el gasto, los impuestos, los
empréstitos y la inflación, en tanto el resto de las políticas económicas que
adoptan tienden a reforzar el incremento de todas esas variables.
¿Por qué sucede todo esto? La respuesta es larga y es
imposible explicar el tema en pocas líneas, pero haremos el esfuerzo de
síntesis sin perjuicio de remitir al lector a explicaciones más completas[1].
En la década del 30 se hizo popular un economista
ingles llamado John Maynard Keynes cuyas teorías venían a poner literalmente
"patas arriba" lo que los economistas clásicos y neoclásicos habían
descubierto y que, con más o menos acuerdos, era lo que estaba admitido en el
mundo económico y político hasta la aparición de Keynes y la divulgación de sus
tesis, de las cuales sólo nos detendremos en la del gasto, ya que el resto las
hemos analizado[2].
En términos muy resumidos y sencillos, Keynes
postulaba que el gasto estatal no era "tan malo" como sostenían los
clásicos, sino que, al contrario, era "bueno" y que en muchos casos
no sólo eso, sino que era la "única" manera de "reactivar"
la economía. Esta noticia fue un gran alivio para los gobiernos del momento
que, anticipándosele a la teoría keynesiana, ya la había comenzado a poner en
práctica aumentado sus presupuestos, incurriendo en repetidos déficits
fiscales, abandonando el patrón oro con lo cual dejaban sus manos libres para
imprimir dinero a gusto y de la tal manera catapultar la inflación sin
restricciones, y demás acciones de corte estatista.
Las ideas de Keynes fueron calurosamente bienvenidas,
no sólo entre los políticos sino -y con mucho mayor entusiasmo- entre los
intelectuales, profesores universitarios y hasta de la educación media
(secundaria) las que se pasaron a enseñar en todos los niveles en la casi
totalidad de los institutos educativos del mundo como si se tratara de una
"verdad revelada", de una manera tal que no podía cuestionarse por
nadie que se considerara "serio".
En realidad, las ideas de Keynes tenían antecedentes
en otros dos pensadores de fama igual o mayor que la del célebre economista
inglés. Ellos fueron no otros que Karl Marx y Friedrich Engels que elaboraron
un programa de diez puntos que dice lo siguiente:
"En los países más avanzados convendrá
generalmente adoptar las siguientes disposiciones:
1. Suprimir la propiedad agraria, cuyas rentas se
destinarán a fines de interés público.
2. Imponer un duro y progresivo impuesto general sobre
la renta de las personas físicas.
3. Abolir toda institución hereditaria.
4. Confiscar los bienes de oponentes internos y
exiliados políticos.
5. Nacionalizar el crédito, mediante la implantación
de una banca enteramente dirigida por el Estado.
6. Estatificar asimismo los medios de transporte y
comunicación.
7. Ampliar la esfera de actuación de las industrias
estatales.
8. Imponer a todos la obligación de trabajar.
9. Asimilar campo y ciudad, mediante el oportuno
control de los movimientos migratorios.
10. Implantar la instrucción pública obligatoria, a
través de escuelas y establecimientos exclusivamente regidos por el
Estado."[3]
Si analizamos detenidamente cada punto advertiremos
que -con pocas excepciones- todos ellos incrementan el gasto público. Veámoslo:
1.
Esas rentas ¿adónde irían a parar si no era al erario público?
2.
No resulta necesario explicar a esta altura que el impuesto tiene por
finalidad financiar al gasto público.
3.
Esos bienes irían naturalmente al fisco con igual objeto que el de
nuestro punto anterior.
4.
Esos bienes hereditarios también tendrían el mismo destino del punto
anterior.
5.
Esa banca son los bancos centrales del mundo de hoy. No conozco ningún
pais que no tenga uno. No hará falta decir que su función es otorgar créditos
al "estado" a gusto y necesidades decididas por los burócratas.
6.
La administración de los bienes estatales aumenta el gasto público como
es fácil de entender.
7.
Las empresas del estado lo mismo.
8.
Los empleos públicos que la gente reputa "tan necesarios e
insuprimible" se pagan con gasto público. Cada nuevo empleado estatal
aumenta el gasto público.
9.
Los funcionarios necesarios de contratar para cumplir con este programa
acrecientan el gasto.
10.
La famosa "educación pública, universal y gratuita", que no es
ni "pública", ni "universal", ni "gratuita"
agranda el gasto.
La cuestión central es que, popularmente todas estas
ideas keynesianas y marxistas son ampliamente aceptadas aun por aquellos que
dicen no ser ni keynesianos ni marxistas, y por aquellos otros que ni saben
quiénes son Keynes, ni Marx, ni Engels.
Entonces, el gasto público aumenta porque
culturalmente estas ideas están tan impregnadas en la gente común y corriente,
que ven con rareza a quienes sostienen que el aumento del gasto público
"es malo".
Muchos piensan que sin este gasto "no
habría" trabajo para nadie o para la mayoría, que el gobierno no podría
pagar sueldos ni jubilaciones y falacias de esta naturaleza que hacen
"imprescindible" que el gasto estatal esté presente, y ven como
"lógico" que cada vez sea mayor.
Por eso muchos economistas han inventado una muletilla
que ya ha pasado a ser una especie de dogma en el mundo de la economía, y es el
que dice que el gasto "es inflexible a la baja", como si el gasto
tuviera vida propia y decidiera por sí mismo crecer y alimentarse continuamente
con impuestos, empréstitos e inflación. Este antropomorfismo (que tanto le
gusta a la gente imaginar) es el culpable de que las economías mundiales sean
mayormente desastrosas, y que los que son males económicos -como el que hemos
examinado aquí- se tenga por el vulgo como "bienes".
Gobernantes y gobernados están convencidos que el
gasto, o sube sólo, o debe hacérselo subir -si no lo hace por "si
mismo"- para que la economía "no se enfríe", lo cual es
consecuencia directa este pensar de la teoría keynesiana, que de alguna manera
-quizás no intencionadamente- ha venido a ser un refuerzo del programa marxista
que hemos sintetizado rápidamente.
Por su lado, el marxismo cultural que hoy domina al
mundo (aunque el marxismo político parezca ya no estar vigente) ha convencido a
las masas que la riqueza de los ricos es "mala", y que es
"bueno" que esa riqueza pase a manos del "estado" que
"sin duda" la sabrá manejar (gastar) de manera más "justa"
que lo que los ricos podrían hacerlo y lo hacían antes de la expropiación
estatal (otra idea popularmente aprobada, que contribuye a que los
"estados" incrementen sin cesar sus presupuestos y -por lo tanto- sus
erogaciones).
Es por esto -a mi juicio- que mucha gente no sólo no
se alarma, sino que ni siquiera se sorprende y hasta ven con extrañeza a
quienes denunciamos lo nocivo del aumento del gasto estatal. Y que ni siquiera
se inmuten ante los impresionantes informes que dan cuenta de los escandalosos
gastos y despilfarros de los burócratas de turno que son votados -a pesar de
ello- una y otra vez.
Los funcionarios públicos siempre piensan que
"ganan poco", aunque cada vez son más incapaces y hacen menos que
antes, y lo poco que hacen lo hacen mal. Sin embargo, la gente que los vota no
se conmueve, y los vuelve a elegir, mientras esa misma gente se hunde en la
pobreza cada vez más extrema.
[1] Ver nuestro Apuntes sobre gasto público y
fiscalidad. Publicado por Ediciones Libertad. Disponible on line.
[2] Ver nuestra obra La ciencia económica, en tres
tomos. Publicado por Ediciones Libertad.
[3] Vid. Manifiesto Comunista (1848), Marx y Engels,
págs. 74 y 75 (Progress Publishers), Moscú, 1975, edición en lengua
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