La obsesión china por mantener una tasa de crecimiento
elevada, lo que se constituyó por décadas en su principal signo de fortaleza
ante el planeta, llevó a la gran potencia a transformarse en el centro más
importante, vasto y acelerado de construcción de nuevas ciudades pensadas para
generar mano de obra y ofrecer vivienda, oficinas y comercios a millones de
familias. Algo falló en la planificación y un sinnúmero de ellas se han
convertido en ciudades fantasma que permanecen vacías de ciudadanos. El
espectáculo que estas ofrecen es realmente desolador.
Hoy, cuando su expansión económica está entrando en una
fase de racionalidad y el gigante se orienta hacia otro modelo de expansión, en
Beijing deben hacer frente a un monumental problema: en primera instancia,
admitir la crasa equivocación de la política de creación masiva de puestos de
trabajo a través del estímulo y el otorgamiento de capital y endeudamientos
masivos a los promotores inmobiliarios y luego instar a sus nacionales a
adquirir la miríada de unidades habitacionales desocupadas instaladas por todo
el país.
Es necesario, a esta hora, colocar en manos de
compradores más de 60 millones de viviendas - pudieran ser muchas más, en
efecto- que existen en decenas de ciudades vacantes sembradas por doquier en la
geografía del coloso de Asia.
En estas, la
desocupación habitacional se eleva hasta más del 70%. Estas inmensas urbes
desiertas, desoladas, poco atractivas y vacías de servicios, desestimulan a cualquiera que cuente con los
70.000 a 100.000 dólares que es el precio promedio de una unidad habitacional.
Tal situación de unidades terminadas sin inquilinos ni propietarios inhibe la
inversión de nuevos promotores, desanima a los proveedores de todo tipo de
insumos, desde acero, cobre y cemento hasta cocinas y ventanas y descuelga los
precios de los apartamentos creando un efecto psicológico perverso en el
potencial comprador.
Resolver esta burbuja habitacional, cuyas cifras no son
totalmente reveladas por las estadísticas nacionales, sigue siendo una
preocupación oficial ya que sus efectos trascienden las fronteras del país y
contribuyen a adelgazar la demanda externa. Puertas adentro, el problema del
exceso de inventario habitacional tiene que ser canalizado para recuperar la
salud del sector inmobiliario, que continua perdiendo trabajadores a pasos
agigantados.
Las soluciones propuestas han abundado pero ellas no han
sido determinantes para disminuir la sobre-oferta. Se han puesto en marcha, en
el año 2015 y los anteriores, estímulos crediticios para los compradores,
rebajas en las cuotas iniciales, reducción en las tasas hipotecarias, adquisición masiva por
parte del Estado de las unidades ociosas para la reubicación de familias de pocos recursos,
permisos a los ciudadanos para adquirir
más de una vivienda secundaria, traslado
de desplazados del interior a estos centros deshabitados, establecimientos de
centros y facilidades de salud estatales
en ellos para crear atractivos para las familias rurales… nada parece funcionar
contundentemente.
El año 2016 no será mejor que los tres anteriores ni para
China ni para el mundo, donde, por ende, veremos la acentuación de las
consecuencias de esta equivocada planificación. De hecho, los chinos ya se
están volcado hacia el exterior para poner sus ahorros y adquirir allí sus
nuevas viviendas.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda – Venezuela
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