Claro que a nadie le
gusta, pero uno puede aguantar hambre por las escaseces y sufrir por la falta
de medicamentos. Lo que es imposible
aceptar, en cambio, en una sociedad medianamente civilizada, es la falta de
seguridad. Aun en las más primitivas, lo
que aseguró la supervivencia de esas tribus fue la presencia de un grupo
destinado a salvaguardar la especie.
Desde la época de las cavernas, la existencia de un conjunto de
individuos preparados para repeler las agresiones de los predadores, fuesen
estos animales o humanos pertenecientes a otras tribus, constituyeron una
necesidad. Esa exigencia primigenia fue
la que dio origen a los organismos de gobierno.
Solo mucho después en el tiempo fue que a esas instancias se le
adjudicaron otras tareas y facultades como la educación y la salud. Pero lo primero fue la preservación de la
vida. Por eso es inaceptable la dejación
de esa función que, en la práctica, caracteriza al régimen actual, que hace
nugatorio el concepto de justicia y disciplina sociales, y que solo ha servido
para empeorar el deplorable estado de cosas en Venezuela.
Uno toma, al voleo,
cualquier periódico de la semana pasada y lo que encuentra son titulares que
dejan claro eso del “imperio de la Ley” no pasa de ser una entelequia y que el
hampa anda por la libre. Y con
frecuencia, agarrada de la mano con las mismas autoridades que debiesen
refrenarlos. El asesinato del
exmagistrado Rengifo —primo mío; chavista por conveniencia, pero primo mío— por
parte de unos agentes policiales para robarle la camioneta, es quizá el menos
espeluznante de dichos titulares. Porque
también uno encuentra la reseña de como una banda, en Tumeremo, tomó como
rehenes a todos los estudiantes de un liceo para presionar a las autoridades
para que liberaran a unos compinches que estaban detenidos; y, cuando
decidieron salir, sin que los interfiriera nadie, lo hicieron disparando ráfagas
de las armas automáticas que portaban.
Eso de que unos delincuentes hayan podido asaltar un puesto de ¡la
Guardia de Honor Presidencial! en La Victoria y cargar con una veintena de
fusiles, o que una truya de motorizados haya tratado de asaltar una instalación
de la Guardia Nacional para, también, robar armas de guerra. es bien indicativo
de la avilantez con la que actúan los malandros.
Pero la tapa de
frasco lo constituyó el “toque de queda” de facto que decretó un pran en
Maracay. Resultó que este, dolido porque
uno de sus compinches fue muerto en un encuentro con el CICPC, emitió un
“comunicado” prohibiendo a transportes, comercios, colegios e instituciones
funcionar por 24 horas por “duelo”. Y lo
peor es que logró imponerse. La ciudad,
por las fotos que se publicaron, parecía desolada, sin personas o vehículos
circulando. Casi que un Viernes Santo,
pues. Ya en Margarita, la semana
anterior, y por la muerte de “El Conejo” (el que se amacizaba en una cama con
La Fosforito) todo el comercio bajó las santamarías. Es que el miedo anda por la libre. Y con justificación: si las autoridades no se
imponen, mucho menos van a garantizar el orden.
Soy enemigo de las
“medidas excepcionales” contra nadie —ni siquiera contra los malhechores
sanguinarios— pero creo que hemos llegado al llegadero. Si el fedayín que hace de gobernador en
Aragua se ocupara más de gobernar y menos de —dicen por ahí— estar en movidas
turbias con terroristas internacionales y narcoguerrilleros, otro gallo hubiese
cantado en Maracay. Un mandatario serio,
al apenas leer el “comunicado”, hubiese emitido órdenes muy concluyentes contra
el pran y hubiese mandado a recoger al malandraje haciendo uso de eso que
llaman OLP; que sigo creyendo que va en contra de la Constitución, pero ¿qué es
para ellos una raya más? La están
violando desde el mismo primer día de su promulgación…
Hemos llegado al
llegadero porque, en principio, fue el mismo gobierno quien armó a los
“colectivos” y demás bandas porque con esos malandrines era que iban a defender
a la robolución. Fue el mismo gobierno
quien los envalentonó y los azuzó contra la población inerme que se les
oponía. Y que se les sigue oponiendo. Hemos llegado al llegadero porque para este
régimen, a la hora de hacer las designaciones para cargos, valen más el carné
político y la incondicionalidad de los copartidarios que el conocimiento, el
profesionalismo y la idoneidad de los candidatos. Por eso han fracasado una y otra vez en
seguridad, salud, educación, abastecimientos, y pare usted de contar. Pero, por sobre todo, hemos llegado al
llegadero porque las autoridades que debieran ponerle coto al crimen, empezando
por el incompetente ciliaflorino, están muy ocupados poniendo presos a los que
tienen la “osadía” de pensar distinto a como quiere el régimen e insultando por
cadena a quienes producen bienes de consumo para saciar a la población. Que un presidente vilipendie llamando
“ladrón”, sin pruebas, a alguien es tan grave como que ese mismo tipo llame a
la rebelión contra el parlamento, siendo que él juró cumplir y defender la
Constitución. Ese zafio debe renunciar,
por incompetente y sectario. Y si no,
hay formas constitucionales de despojarlo del cargo. Que le quedó grandísimo…
Humberto Seijas
Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
Carabobo - Venezuela
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