domingo, 7 de febrero de 2016

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, VIVIR EN PASADO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL, INDIGNIDAD

El régimen se ha empeñado en retrotraer la historia de Venezuela a momentos superados para mantener sujeto el país a condiciones extremas.

Nada más conforme y justo que vivir en presente. Particularmente, porque lo único que realmente pertenece al hombre es el tiempo. Aunque algunos dicen que “todo tiempo pasado fue mejor”. Sin embargo, tan despreocupada expresión, no tiene total validez ya que dicho aforismo tampoco hace ver que la vida antes era menos insidiosa o menos calamitosa. Lo que sucede es que la gente tiende a olvidar momentos de ingrato contenido. Al menos, es lo que las realidades explican.

El problema que tan flemática consideración puede revelar, pareciera ir de la mano de aquella referida a que “éramos felices y no lo sabíamos” para aludir tiempos atrás. O por el deseo de viajar en el tiempo animado por la nostalgia que provocan remembranzas de capítulos vividos sin que el visor de la inquisición política, económica o social pueda descalificar algún episodio propio del momento recordado. Esa es la frase empleada para argumentar razones que no del todo calzan con las realidades actuales. Por eso se escucha una especie de queja que se convierte en móviles que ayudan a retornar al pasado. Clamores como: Si había delincuencia, no se notaba. Si había desempleo, no era del todo fulminante pues era posible dar con más oportunidades de trabajo. Si había corrupción, no era tan grosera o descarada como la actual. Si había colas, no  era para comprar alimentos pues no existían mercados o tiendas desabastecidas tal como hoy.

En medio de esta disertación, vale dar cuenta que tan trilladas expresiones, encubren un agudo rechazo a los actuales momentos. No por lo que hay de vida en ellos. Pero sí, por lo que encierran políticamente ante lo que desde el presente pretende el régimen desplegar. O intenta esconder, con el perverso fin de simular lo que no se tiene, lo que no es y lo que tampoco se puede. Pero que en verdad debería ser. Naturalmente, a instancia de lo que la norma constitucional y las leyes orgánicas de la República determinan a favor de las libertades, de las garantías por las que debe velar el Poder Público, del debido proceso institucional y del Estado democrático y social de Justicia y de Derecho.

No obstante, las realidades se pintaron de otro color. Ahora, por causa de la pérfida indolencia y de la desvergonzada ineptitud de los actuales gobernantes, el país sucumbió ante las incidencias de políticas internacionales que exige un ejercicio político de respeto, tolerancia, solidaridad y de responsabilidad. No sólo ante la sociedad a la cual se debe. También, ante el resto del mundo con el cual tiene subscrito acuerdos que exaltan y exhortan civilidad, moralidad y humanidad. También, por causa del atraso al que la intransigencia y la incapacidad arrastró la actual gestión de gobierno, el país se extravió entre medidas contradictorias elaboradas bajo la obstinación de sus gobernantes. Además, el país se convirtió en un reducto de “ponchados”, resignados, aunque también de valientes y esperanzados. Aunque por tanto insulto y humillación, el país fue desplazado del camino hacia espacios de desarrollo político, económico y social. En medio de situaciones donde se subsiste sin derecho a comer, a leer, a comprar, a vender, a alquilar, a disfrutar, lo que cualquier venezolano pudiera y quisiera decidir. Al menos, el derecho a votar de manera universal, secreta y directa, no corrió con la misma suerte.

El régimen se estancó en entelequias que sólo han servido para justificar razones que sigan permitiéndole hacer que el país retroceda de forma progresiva. Aunque a paso de perdedor. El régimen se empeñó en retrotraer la historia de Venezuela a momentos superados. De ese modo configura la rémora de la cual se ha valido para dar con la motivación e ideas necesarias a objeto de mantener sujeto el país a condiciones extremas tanto de tortura emocional, como de contracción de la economía y las finanzas públicas.

Por lo visto, revisado y analizado,  puede inferirse que el régimen se desaforó groseramente al amparo de su equivocada revolución. Detrás de tan absurdo propósito, que ha deshonrado el ideario del Libertador Simón Bolívar, ha pretendido reivindicar un proyecto político fundamentado en la permanente y maliciosa tentación de vivir en pasado.

VENTANA DE PAPEL

LA INDIGNIDAD: UN CAPÍTULO DE LA HISTORIA POLÍTICA

La historia política contemporánea venezolana, tiene tanto capítulos como situaciones de crisis han abrumado su vida republicana. Algunos de esos capítulos dan cuenta de realidades críticas que son testimonios fehacientes de cruentas dificultades padecidas por generaciones de sufridos y combativos venezolanos. Períodos dominados por encarnizadas luchas. Momentos signados por enemistades político-ideológicas. Tiempos colmados por la inmoralidad propia de la corrupción y de la violencia política. Pero ninguno, como el que ha vivido Venezuela, en lo que va de siglo XXI, por causa de la descomedida manipulación del imaginario del venezolano con el propósito de arrastrarlo a niveles vulgares de subsistencia.

La transición entre tiempos tan marcados como el ocaso de un siglo y el inicio de otro, contuvo interesantes oportunidades para que el país comenzara a internarse por el camino que habría de marcarle nuevos paradigmas. O ideales que enrumbaran la nación venezolana hacia estadios de definido desarrollo económico y social. Pero no fue así. Todo lo contrario. El proyecto decidido para emprender el umbral hacia nuevos derroteros, no fue concebido bajo la égida de la democracia. Tampoco de las libertades y de los derechos. Con el potencial que para 1999 detentaba el país con base en sus potencialidades físicas, geográficas y humanas, no fue ni considerado, ni aprovechado. Menos multiplicado. Pero si mutilado.

Así comenzó a avanzarse toda vez que la intención se adelantó mediante la tarea de reducirle espacios al venezolano esperanzado en un devenir adecuado al tamaño de la economía prometida a instancia de la oferta electoral con la cual el militar golpista se había jugado la presidencia de la República. De esa manera, empezó el gobierno a fraguar su proyecto de aniquilar la institucionalidad ganada con el esfuerzo de una democracia que, aunque precaria, alcanzó importantes conquistas que, con el correr del siglo XXI, fueron horadándose en beneficio del lucro perseguido por altos funcionarios, dirigentes del partido de gobierno, aduladores y politiqueros de oficio y cercanos colaboradores sin vergüenza alguna. Tanto fue el desmadre que causó la gestión de gobierno desde 1999, que después de todo lo establecido, el país cayó en un estado de miseria donde se reprodujo la depravación que en un principio le dio sentido a la confiscación que socios gubernamentales exhibieron como conducta política para despojar de valores al país.

Contrariamente a preceptos que instituyeron derechos, garantías y libertades, el régimen bloqueó las rutas que habrían llevado a Venezuela a niveles de evidente prosperidad. Pero nada de lo establecido constitucional e institucionalmente se alcanzó. El período que se ha vivido desde el amanecer del siglo XXI, ha sido de regresión, de desidia y de ruina. Los indicadores internacionales así lo dejan ver. Ese último tramo de historia nacional, se redujo a lo que escasamente cabe en el puño del hombre que busca abrirse paso entre las conflagraciones propias de la política. Pero desde el 4-F de 1992 hasta hoy, han sido 24 años de ideales secos y magullados de los cuales, van 17 de devastaciones incitadas por un libreto de retorcidos postulados. Años para los cuales la indecencia constituye un título de la historia nacional. O dicho abreviadamente, la indignidad: un capítulo de la historia política.

“El tiempo no se disfraza como si lo hace la política para engañar o sorprender al incauto. El tiempo es sigiloso para así poder imponerse a las arbitrariedades de la naturaleza humana y dominar al hombre en su propio terreno”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

Merida - Venezuela

1 comentario:

  1. Posiblemente, en tiempos pasados, fue cierto que una mentira repetida cien veces, se convertía en una verdad (de medio pelo) Hoy, las realidades son otras. Es difícil aceptar de lo cual se tiene sospechas de su vacuidad. Aunque en política, se practica la insistencia. La tiranía, por ejemplo, se apoya en la reiteración de mentiras. La demagogia se sirve de tan perversa tendencia. Por eso, toda dictadura presume que “vivir en pasado”, es garantía para seguir usurpando libertades y violentando derechos humanos. Léalo en esta entrega de PIDO LA PALABRA.

    ResponderEliminar