No me lo contaron. Fui testigo. Sucedió en un auto
mercado situado en el norte de la ciudad de Valencia. Un joven venezolano fue
tiroteado después de intentar sustraer dos paquetes de arroz regulado. Desde
luego, amigo lector, robar es un acto moralmente censurable. En una sociedad
que se encuentre organizada en torno a preceptos jurídicos, una acción de esa
naturaleza es punible y, en consecuencia, merece un castigo. Por otro lado, la
respuesta a este intento de robo, fue exagerada
y requeriría algún tipo de sanción por el uso desproporcionado de la
fuerza. Son dos eslabones de una misma cadena de culto a la violencia que ha
prevalecido en el país desde hace una década y media.
Lo que acabo de describir no es una acción fuera de
lo común. Por el contrario, como lo señalé en el párrafo anterior, constituye
un patrón de conducta generalizado en el país. Por ejemplo, la ciudad de Porlamar fue paralizada,
literalmente, debido a los ritos funerarios que se celebraron por la muerte del
“Conejo” (Teófilo Alfredo Rodríguez Cazorla). Un conocido y popular delincuente
que hacia vida en esta isla de Margarita. Los detenidos en la cárcel de
Porlamar, rindieron homenaje a este malhechor mediante disparos al aire
provenientes de armas de guerra (fusiles M-16, Kaláshnikov, FAL y Glock 19).
En la ciudad de Maracay, en los sectores La
Cooperativa y la Pedrera, una banda
delictiva liderada por el ex pran (líder carcelario) de la cárcel de Tocoron
apodado el Chino Pedrera, impuso un toque de queda en esas localidades. El
motivo. Sepelio de uno de los miembros de la citada banda a manos de una
comisión del Cicpc. Situaciones similares se han producido en otras regiones
del país.
Una interrogante. ¿Dónde ubicar el origen de estas
conductas recurrentes en estos últimos años? Desde luego, una respuesta fácil
sería atribuírsela a la condiciones de empobrecimiento a la que se encuentra
sometida población. Sin embargo esta
condición, por si misma, no proporciona una respuesta apropiada a esta
interrogante. Otras sociedades, que sufren condiciones críticas, no muestran
estos índices de desmoralización y supresión normativa. Me parece entonces que, adicionalmente, opera en el país otras
circunstancias de naturaleza política.
¿Cuáles son
esas circunstancias? Recordemos cuando Hugo Chávez encaró a la presidenta de la
Corte Suprema de Justicia y le dijo delante de las cámaras -parafraseando- “si
yo tuviera hambre o mis hijos tienen hambre, también robaría”. Fue entonces
cuando el hambre se transformó en la excusa para delinquir y, si extendemos
esta lógica a otros sectores, en conducta desviada legitimada desde la “razón”
revolucionaria”.
Desde un punto de vista más general o
antropológico, amigos lectores, permítanme esta digresión, estamos viviendo una
situación social y cultural de naturaleza anómica. Vale decir, presenciamos el derrumbe de los patrones
normativos que permiten orientar la conducta colectiva hacia metas de modo
positivo. Esta circunstancia (anomia), incita a las personas y grupos a la búsqueda y obtención de sus fines fuera
de la legalidad. Un ejemplo cotidiano. Los “bachaqueros” que se apropian de los
alimentos regulados para venderlos a sobre precio.
Lo singular de esta coyuntura es que estas
conductas “desviadas” son propiciadas desde las altas esfera del gobierno. Es
gestión repetitiva que el ejecutivo irrespete las normas que regulan el
ejercicio democrático. Sus ministros se niegan atender las convocatorias de las
comisiones de la Asamblea Nacional y el Presidente, en un arrebato al estilo de
los dictadores dieciochescos, señala que se prepara para impedir “por las
buenas o por las malas” que la oposición tome el poder.
En fin, la dirección política democrática debería
responder este reto con la contundencia que proporciona la presencia cívica de
la gente en las calles.
La política, debería
ser así.
Nelson Acosta
Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario