El libre mercado no ofrece privilegios especiales, favores, subvenciones, ventajas, subsidios, exenciones, ayuda para establecer monopolios, dádivas.....por eso es tan impopular tanto entre la izquierda como entre la derecha miope. Earl Zarbin
Hace unos días mi
buen amigo, Giancarlo Ibarguen, ex rector de la Universidad Francisco Marroquín
de Guatemala, la única universidad liberal del mundo, publicó un artículo que
me ha provocado llevar a cabo una profunda reflexión.
Giancarlo, gran
intelectual, liberal puro con etiqueta del liberalismo escocés, formador de
mentes libres, alérgico a la política y a los políticos definidos en el libro,
El Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, desliza una incisiva afirmación
para luego convertirla en una interesante invitación. Sabiamente señala el que,
en la sinfonía promotora de las ideas de libertad--especialmente libertad
económica--los instrumentos de los empresarios desafinan la melodía, o peor,
brillan por su ausencia y simplemente no soplan.
En medio de mi
lectura recordaba las palabras de Tony Blair cuando ocupaba la oficina de
Primer Ministro de la Gran Bretaña: "En la Gran Bretaña necesitamos más
millonarios y más quiebras." A simple vista sus palabras parecieran un
mensaje desatinado y poco revolucionario. Pero si las analizamos con
profundidad entenderemos la lección que nos ofrecen. Las economías libres y
prósperas, lo son, entre otras cosas, por dos motivos fundamentales; Sus
estructuras liberales y los empresarios libres que generan. Conocidos como
emprendedores, ellos son los que catapultan el crecimiento económico,
empresarios que se dedican a detectar las demandas del mercado, para luego
llevar a cabo las inversiones requeridas y satisfacer esa demanda.
Ellos no ven al
gobierno como la fuente de oportunidades, sino, como afirmara Jefferson,
"un mal necesario". No emergen
a diario buscando información de los planes más recientes del gobierno con los
que amenaza alcanzar "justicia social", para luego iniciar el
cabildeo que les genere contratos, subsidios, precios de garantía, rescates.
Ellos salen para identificar las demandas del mercado, y si no las hay, se
dedican a crearlas. Hace 30 años ¿Quién se hubiera imaginado tener una
computadora personal, un teléfono celular? Pero emprendedores como Steve Jobs
le dieron vida a esa demanda al estilo del Suppy-Side, creando primero la
oferta.
Estos emprendedores,
luego de identificar el nicho del mercado, llevar a cabo las inversiones,
manejar sus proyectos con eficiencia, invadir el mercado con sus productos; la
recompensa más justa es que también logren sus objetivos de, en un mercado
libre y competitivo, obtener ganancias y si se convierten en millonarios,
mejor, eso es un indicador de que han hecho las cosas bien pues el mercado
libre premia o castiga con más ética que el gobierno. En economía, la creación
de valor se provoca cuando oferta y demanda están satisfechas en un mercado
libre. Ellos, al igual que Diógenes le respondiera a Alejandro el Magno ante su
ofrecimiento de ayuda, "Muévete que me tapas el sol", solo demandan
un gobierno eficiente que vigile la promoción de un campo fértil para invertir.
Ante un panorama de
esta naturaleza, igualmente aceptan los graves riesgos que conllevan este tipo
de aventuras. Ellos piensan que nunca podrán descubrir nuevos mares, si no se
atreven a perder de vista las playas de donde zarparon. Están conscientes de
los riesgos que deban enfrentar, los evalúan y los aceptan, a diferencia del
clásico empresario estatista mexicano que, para él, el único riesgo posible es
volar en Aeroméxico.
El mensaje de Tony
Blair era claro. Cuando un país sufre la falta de empresarios libres dispuestos
a correr riesgos, a competir, a invertir con la única garantía de su habilidad
empresarial y, por el contrario, presentan cuadros de negociantes dóciles,
dependientes, alérgicos a la competencia, acostumbrados a jugar con cartas marcadas.
Empresarios cuyas energías son utilizadas para lograr un lugar en el cuadro de
ganadores definidos por la visible mano de los gobiernos, no por los mercados
libres. Un país de esa fisonomía está condenado a navegar siempre en el mar de
la mediocridad.
En su nota, Giancarlo
Ibarguen hace una sabia afirmación: "Los liberales adolecemos de un gran
fallo; somos expertos para volar por encima de las nubes y disfrutar lo
increíblemente enriquecedor que es dialogar, enseñar y debatir ideas. Nos falta
situarlas a nivel del suelo y ponderarlas en la práctica con efectividad."
Totalmente de acuerdo pues no podemos dejar esa responsabilidad a la política
puesto que, aun los políticos liberales, al llegar al poder son inmovilizados
por algo que pareciera la maldición de Hernán Cortés.
Y es que los
gobiernos de nuestros países permanecen encadenados a ese pasado mercantilista
que practicara España en donde reinaban la Monarquía absolutista, un pasado que
no representaba una organización económica, sino un receta para la permanencia
del Estado absoluto. Ese mercantilismo con tintes de capitalismo monopólico del
Estado, armado con una fuerte imposición tributaria, la prohibición de
importaciones y subsidio de las exportaciones, presto a la creación de
privilegios que generan la formación de monopolios con ese poder exclusivo,
otorgado por el Estado, para reinar impunemente en el contexto de sus cotos y
encomiendas como señores feudales.
Entonces ¿por qué hay
países ricos y pobres? El economista español Carlos Moncada nos da la
respuesta.
Los autores del libro Why Nations Fail analizan este tema. Ellos afirman es hora de una profunda transformación de las instituciones. Los países con instituciones inclusivas, donde se garantizan los derechos de propiedad, la libertad individual y limitan el poder del Estado, sientan la plataforma que se requiere para generar innovación y desarrollo económico. En otros, por el contrario, en lugar de instituciones inclusivas mantienen instituciones extractivas: Elites que, mediante el poder político, extraen rentas de la población, quebrantan su libertad, violan sus derechos de propiedad y se enriquecen a su costa. Esos países tienden a perpetuarse en la pobreza.
El crecimiento
económico es un proceso transformador y desestabilizador asociado con una
creativa destrucción. Pero el proceso solamente avanza si no es bloqueado por
los perdedores económicos, cuando sienten amenazados sus privilegios, y por los
perdedores políticos histéricos ante la erosión de su poder. La élite, cuando
siente esa amenaza, forma una barrera frente a la innovación. Los cambios más
importantes de China, no los ha provocado el gobierno, los han promovido esos
nuevos emprendedores.
En México, como
atinadamente señala Luis Rubio, nos urge rescatar el país encadenado a la
segunda revolución política, cuando los exitosos ya cabalgan sobre la cuarta.
Pero más que otra cosa, requerimos de empresarios temerarios y disruptivos.
Necesitamos la segunda avenida de Don Eugenio Garza Sada. ¿Qué hubiera sido de
México si no lo hubieran asesinado?
A eso nos invita Giancarlo. Formar, identificar y apoyar a esos emprendedores porque, ante gobiernos ineptos y corruptos, ellos son los responsables del desarrollo económico.
Ricardo Valenzuela
chero@reflexioneslibertarias.com
@elchero
Mexico
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