"TODO LO QUE PUEDA SALIR MAL, SALDRÁ PEOR"
Me refiero, por supuesto, al Gobierno de este bello y alegre país. Algún
día tenía que llegar la hora en que el buque, con su casco agrietado,
agujereado, carcomido por el óxido, la carroña y sobrecargado de ratas y
pestilencias empezara a hundirse sin remedio.
En una situación de profunda crisis moral de buena parte de la clase
gobernante tiene precisa aplicación el principio de Murphy según el cual
"todo lo que pueda salir mal, saldrá peor". Y en Colombia a ese punto
hemos llegado aunque, sesudos sociólogos y virtuosos columnistas impolutos
interpreten en hondas cavilaciones que la que anda mal es la sociedad, que lo
que da vergüenza es este pueblo del cual abjuraron el 2 de octubre cuando la
mayoría, “insignificante”, decían, rechazó la paz entreguista del Gobierno que
han defendido a rabiar
Hay que abrir bien los ojos para ver y entender que la inmundicia y el
hedor tenían que aparecer después de tantas arbitrariedades, trampas, estafas,
artimañas y mentiras dichas y cometidas que convirtieron el país y a su pueblo
en rey de burlas.
Y es que, como dicen los abuelos “lo que mal empieza mal termina”, con
el agravante de que los perjudicados somos la inmensa mayoría que vivimos del
trabajo honrado, que aún creemos en la ley como virtud máxima y elemental
premisa de toda convivencia.
Ayer el país avizoraba recuperación, confianza, seguridad, esperanza, y
en cosa de pocos años tenemos la patria girando no alrededor de su Constitución
sino del intragable Acuerdo de La Habana. ¿Puro pesimismo? Juzgue Usted amable
lector:
Todo empezó con la trampa que le tendió Juan Manuel Santos al uribismo y
al expresidente Uribe con quienes se había comprometido a continuar sus
exitosas políticas. En ninguna democracia seria es admisible que se gane el
gobierno con un programa y se aplique el de los derrotados.
El paso siguiente consistió en reversar el camino, declarar mejores
amigos a los agresores, iniciar negociaciones de paz sin exigirles a guerrillas
deshumanizadas el cese de sus acciones terroristas, prometer que no se
discutiría la Agenda nacional, que habría cárcel para responsables de delitos
atroces, que no se tocaría la Constitución, ni el estatus de las Fuerzas
Armadas, etc. Todo ello fue tapado con tierra, cascajo y cemento.
En nombre de la paz, el país fue dividido en dos mitades, sus
instituciones deformadas y desnaturalizadas, su Constitución violada, eliminada
la separación de poderes, anulados los órganos de control, apaleada la
Justicia, pisoteada la voluntad popular.
En nombre de la paz, convertida en principio supremo, este Gobierno
concentró todos los poderes, se dotó, con la aquiescencia de las mayorías del
Congreso y el visto bueno de la guardiana de la Constitución, de poderes
absolutos para implementar los acuerdos con las FARC con los cuales podrá hacer
y deshacer a su amaño porque el pacto con las FARC contempla todos los temas y
asuntos de la sociedad.
¿Cómo es que hemos llegado a esta indeseable situación? ¿Será que nos
gobierna un portento de líder, inmaculado, visionario, convincente y lleno de
sabiduría? ¿Cómo, vale preguntar, si es todo lo contrario de lo dicho, ha
deshecho un país promisorio hasta llevarlo a su perdición? haciendo honor a
aquello de que “quien la hace a la entrada la hace a la salida”. Porque hay que
reconocer, un desastre de esta magnitud no se logra en solitario y sin el apoyo
de otros poderes.
El líder del desastre es un virtuoso para engañar, hacer trampas,
picardías, jugar a las cartas y es conocedor de las debilidades del bolsillo de
quienes lo rodean. Sí, con eso que su exministro de Hacienda llamó la
MERMELADA, que no es otra cosa que el erario público usado para asegurar la
gobernabilidad, el habilísimo capitán del barco embadurnó a todos los poderes y
a todos los poderosos. Alcanzó hasta para el nobel de paz. Esa mermelada tuvo
ingredientes podridos, como el Odrebecht, según nos dijo en primera instancia
el Fiscal antes de ser llamado al orden.
Si el poder absoluto corrompe absolutamente todo, en nuestro caso ese
principio fue ejercido hasta límites innombrables por quien se creyó
invulnerable y pensó que podía, indefinidamente, “hacer lo que se le dé la
gana”, por ejemplo, ganando la reelección con montajes hakerianos y gastando
millonadas no declaradas en publicidad con dineros turbios de una multinacional
corrompida hasta los tuétanos.
Ese poder absoluto que no admite la intervención de la Procuraduría ni
la del Fiscal ni la de ninguna otra instancia, está instalado y ha hecho, como
cáncer terminal, metástasis, amenazando a toda la sociedad con sus desastres.
Mientras el capitán, con desparpajo acusa del naufragio a quienes lo
critican, pide a estribor una lancha salvavidas para él y su familia por si
acaso, pues no sabe si podrá repetir la “gloriosa e inmarcesible” proclama del
famoso elefante que gritó “¡aquí estoy y aquí me quedo, huepajé!”.
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc
Colombia
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