domingo, 19 de marzo de 2017

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, CUANDO LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA SE RESIENTE

PIDO LA PALABRA

La historia de la universidad, es descriptiva de repetidos enfrentamientos con quienes buscan apagarla, someterla o diezmarla en función de conveniencias pérfidas.

La dinámica política rebasa no sólo dimensiones de espacio y tiempo. También supera restricciones. Incluso, precisiones. Porque la política es la esencia de la vida misma. De la vida de toda sociedad. De todo proyecto humano que se plantee objetivos de existencia. De toda coyuntura individual o colectiva. Y hasta de toda organización, empresa o institución.
  
Por eso la universidad, al igual que otra corporación que reúne individuos para crear, maneja y evaluar conocimientos tanto como para sembrar, cultivar y divulgar saberes, no escapa del ámbito en el cual se moviliza la política. Todo así, por cuanto la universidad es un actor social con la disposición necesaria para intervenir, inducir o transformar procesos que discurren entre combinaciones de ocurrencias o de modo aislado.  Pero cuando esta universidad tropieza con intereses azuzados por factores reñidos con razones sociales, económicas o culturales, no logra traspasar o tramontar las circunstancias que ocasiona el hombre cuando se resiente en su devenir por la vida. Todo ello, por causa de dificultades que frenan sus ambiciones, anhelos o ideales.

Es lo que induce, entre otras razones, las que devienen en argumentos para borrar las huellas del camino que traza cuando se escribe la historia. Esto dicho así, exalta una inmutable verdad que acontece alrededor de la vida de toda sociedad que se precie de sus instituciones como adalides de su crecimiento y desarrollo. Realidades de este tipo se prestan para esculpir formas que encubren valores y principios sobre los cuales deben depararse las fuerzas que cimientan instituciones montadas sobre derechos, facultades y responsabilidades apegadas a la autonomía como expresión de libertad. 

Este es el problema que está padeciendo la universidad venezolana toda vez que sus dirigentes se refugian ante el miedo que se ventila desde los más altos escaños del poder político. Pero también, por culpa no sólo del desconocimiento en autoridades universitarias alrededor de lo que envuelve la gerencia universitaria, la espiritualidad del universitario y las implicaciones del término “autonomía universitaria” en lo que respecta al manejo filosófico, sociológico y administrativo de la universidad en su concepción. Es decir, la carencia de estas tres aristas que configuran el triángulo de gobierno entendido como esquema representativo de la “gobernanza y gobernabilidad de la universidad”. 

Y no es que esta consideración busque impugnar el sentido político que compromete el hecho de reconocer a la universidad como instancia de política. Pues como refiere el inicio de esta disertación, no hay nada más integrado a la naturaleza del hombre que no sea la política. Ya lo explicaban insignes pensadores. De Platón en adelante.

Tampoco es que la universidad “está muerta” ni mucho menos. Por lo contrario, está más viva que nunca ya que de haber fallecido, el oscurantismo sería el paradigma que arroparía toda intención de conducción política, económica y social. Afortunadamente, nada de eso está sucediéndose. El hecho de advertir que la universidad venezolana está padeciendo de dificultades que han provocado su extravío, no significa que languidece a consecuencia de los azotes que le propina un poder político que continúa pataleando a pesar de haber cavado su tumba y verse enterrado bajo el peso de sus propias culpas, males y trampas.

Así que no suele ser extraño que cualquier institución puede evitar debilitarse como resultado de los desafueros no controlables que el entorno incite a manifestarse. Asimismo, a perturbar. Pero de ahí a caer menguada ante el asedio de enemigos internos o externos, es otra cosa. Y la historia de la universidad, es descriptiva de repetidos enfrentamientos con quienes buscan apagarla, someterla o diezmarla en función de conveniencias pérfidas. Por tanto, no cabe duda alguna de que la universidad sabe resistir los embates que la asedian. La historia es el mejor testimonio de tanto valor. Es la misma situación que vive no sólo cuando sus fortalezas se ven abatidas. Es también el problema de cuando la autonomía universitaria se resiente.

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela

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