FORMATO
DEL FUTURO…
No
existe una sola ciudad venezolana en donde no funcionen, por lo menos, una
farmacia o una panadería, si bien los expendios independientes de medicinas ya
han comenzado a cerrar sus puertas al no disponer de productos para la venta. Ayer fueron la botica y el lugar donde se
combinaron la producción artesanal del pan original del sitio, para consumirlo
con un café sembrado y desarrollado también en Venezuela. De ahí, por supuesto,
que las panaderías que nacieron con la llegada de los inmigrantes europeos, lo
hayan hecho sobre terreno fértil. En este caso, con el aprovechamiento
inteligente de un componente cultural que, de repente, se vio mejorado cuando
el país se convirtió en un receptor de tecnología foránea, y de una mano de
obra que pasó a diversificar la oferta panificadora.
¿Cuántos
tipos de café se expenden en el país?.¿Cuántos tipos de pan?. Lo cierto,
arremeter contra esa simbiosis que, además, también está presente en el seno de
los hogares venezolanos, es cargarle a otro hábito de consumo nacional la
incidencia de un nuevo componente destructivo. Es decir, extender lo que ya se
convirtió en tarjeta de presentación en Venezuela y para el mundo, de un grupo
de gobernantes que, es verdad, insiste
en escribir su pasantía por el ejercicio del poder. Pero que también lo hace
dejando la infame huella de una actuación de mala fe, matizada por el desprecio
de lo propio, de burla socarrona del sentimiento que hace intencionalmente
de miles de ancianos, niños y adultos,
sin importar lágrimas, llanto, rabia y frustración.
Marzo
del 2017, entonces, es otro momento histórico
inolvidable para los venezolanos. Por lo que se ha hecho contra las
panaderías. Por lo que, evidentemente, se promueve contra una diversidad de
colonias de inmigrantes que, desde la madrugada y hasta altas horas de la
noche, se esmera en hacer de las panaderías un accidental -pero siempre
agradable- sitio sustitutivo del hogar. Al igual que sucedió con el retumbante
“dakazo”, que se convirtió en sala de parto de un estilo de conducción del país
referencial del continente, hoy se llega a lo que coloquialmente han bautizado
los venezolanos como el “canillazo”. ¿Que traduce qué?.
Para
el venezolano, sencillamente, la panadería es un refugio. Y lo es por lo que
representa social y culturalmente. Porque allí confluyen todas las comunidades
sin distinción social y económica para comprar pan, desde luego; también para
disfrutar del encuentro entre amigos para compartir un cafecito, algún dulce -cuando hay- o para
hacer posible el desayuno con un cachito y el café de rigor que no se pudo
consumir en la casa.
¿Cómo
no calificar de agradable y de casi
festivo compartir un buen café en un sitio con mesitas para sostener gratas
tertulias o escuchar el ocasional chismorreo entre vecinos, de compañeros
de trabajo y encuentro con políticos de maletín?
Pero
es que más allá de eso, para quienes se
acercan a una panadería es sinónimo de sostener una relación circunstancial con
un sitio de camino o de cuadra, en donde, además, empleados y panaderos, mejor
dicho, profesionales de la panificación,
dejan sentir el producto de un exigente
trabajo. Esfuerzo de sabiduría alcanzada después de muchos años de
oficio y que terminan convirtiéndose en parte del vecindario, apreciados, hasta
terminar siendo el “pana” por excelencia. ¿0 es que alguien duda todavía que
esa justa derivación proviene precisamente de esa relación que terminan
convirtiéndose en amistad pura?. ¿De una amistad de “panas”?..
El
“canillazo”, sin duda alguna, es la
puntilla de una deliberada decisión dirigida a desatar persecución y
atropello en contra de un sector innegablemente trabajador. De más
de 300.000 empleados directos y de 1.700.000 indirectos que, desde la madrugada
hasta la noche, se ocupan en satisfacer los requerimientos de millones
de consumidores, mejor dicho, de
un contingente humano que accede así al 40% de la distribución nacional de
alimentos por intermedio de ese ahora atacado sector comercial.
Empresarios
de la panificación, maestros panaderos y pasteleros, despachadores,
distribuidores y procesadores de alimentos ahora están a merced de una actitud
hostil de parte de quien, aviesamente, además, convierte la responsabilidad de
importar y vender trigo, en una intencional
decisión de castigar a quienes se atreven a demostrar qué es lo que
sucede realmente: se orientan acusaciones contra los consumidores de harina de trigo para
minimizar lo que sí es magnificable. Es decir, que en Venezuela no hay la
suficiente cantidad de trigo para que se pueda producir pan en cantidad
suficiente y a gusto de los consumidores .Porque no se debe olvidar que los
panaderos dependen de la importación de trigo, a cargo de la acción monopólica
que ejerce el Gobierno, el único y
verdadero responsable de la escasez del citado cereal, como lo es también de la
ausencia en los anaqueles de harina precocida de maíz, de arroz, de avena, etc,
y también de medicinas.
No
hay abastecimiento en Venezuela, de todo aquello que el Gobierno ha dispuesto
que sea así .Y eso es válido para alimentos y medicinas, como lo sabe la
ciudadanía. Pero también de repuestos para cualquier artefacto importado o
fabricado en el país, como en el abastecimiento de combustible, gas licuado,
gas natural, agroquímicos, fertilizantes, semillas. Y de, como si fuera poco,
la posibilidad de patentar cualquier innovación intelectual o tecnológica,
sacar una cédula de identidad, pasaporte, cancelar un recibo de servicio
eléctrico, servicio de aseo urbano o ser atendido en cualquier dependencia
gubernamental.
Es
posible que la hegemonía comunicacional haya ganado tanto terreno, como para
suponer que un importante número de habitantes
aún no se haya percatado de esa gigantesca verdad. No obstante, la
mayoría de los venezolanos que ha comenzado a transitar de su rol de “tonto
pueblo” para convertirse en ciudadano, asume que esa ventaja le ubica ante la
posibilidad de identificar derechos y de exigir el respeto a su pleno disfrute,
incluso cuando le corresponde someterse a la voluntad ajena del comercio de
alimentos importados, como está establecido en el sistema Clap.
De
igual manera, ha entendido cuál es el verdadero alcance de la administración de
justicia en el país, a partir de lo que ha sabido y/o vivido en su relación con
los centros carcelarios del país. Varios de ellos, por cierto, según han
descrito medios internacionales, han sido exhibidos como centros de operación de vida entre lujos
y comodidades en versión cinco
estrellas, al incluir discotecas, piscinas, etc.
Desde
luego, esa misma población hoy es capaz de discernir, con dominio y propiedad,
acerca de que establecer panaderías
bolivarianas, vendiendo pan barato, sólo dejará otro vertedero de dinero y de
pérdidas, que fue en lo que se tradujeron los cultivos organopónicos, la ruta
de la empanada, los gallineros verticales, las areperas socialistas y la
siembra de hortalizas en los balconcitos de los apartamentos, y tantas otras
quimeras.
Se
trata, en fin, de millones de venezolanos
que claman por sindéresis, a la vez que alertan estar conscientes de que
su empobrecimiento está atado precisamente a esa desquiciante manera de
conducir al país, y cuya peor referencia es la hiperinflación, como el
desempleo y la inseguridad, sin restarle peso e importancia al hambre y a la
escasez de medicinas. Por supuesto, son los mismos componentes de la base de lo que expresan las
encuestas, según las cuales el 80% de los ciudadanos contactados no duda al
identificar al Gobierno Nacional y a
quien le conduce como responsable de aquello que hoy supera lo malo, porque se
adentra en lo peor.
Es la
misma mayoría que deduce que el modelo económico es el que no sirve y al
que hay que cambiar. Y hacerlo
recurriendo a las posibilidades que ofrecen los artículos 347, 348, 349 de la
aún vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Sí, de la
misma que no permite la recurrencia gubernamental a procedimientos
administrativos como los que hoy sirven de excusa para justificar el
“canillazo”, aun cuando se sabe perfectamente que todo está dado por la
insuficiente disponibilidad de trigo para que funcionen las 11.000 panaderías
instaladas en todo el país . Es muy difícil que eso suceda, cuando se requieren
130.000 toneladas mensuales de trigo, y el monopolio gubernamental sólo importa
30.000.
Coordinador
Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
“Gente” Generación Independiente
Coordinador Nacional
de Independientes Por el Progreso (IPP)
Miranda - Venezuela
Eviado a nuestros correos por
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com
CNP-314
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