EN POCAS PALABRAS
En Maracaibo apresaron a dos jóvenes panaderos porque utilizaban parte
de la harina del "pan del pueblo” para hacer cachitos. Los oficiantes del
actual organismo represor de precios, el Sundae, otro en la larga fila de
sustitutos revolucionarios de la vieja y hasta añorada Superintendencia de
Protección al Consumidor, tienen ordenes de perseguir a los horneros que le
pongan cachos al pan con los cachitos y otras delicadeces. Un acto muy propio
de esa inquisición contemporánea llamada comunismo, que al igual que la
original de la Edad Media, considera la diversidad como una suerte de
adulterio.
La represión contra la variedad de productos es una norma que siguen
estos vicarios del Castrismo en Venezuela. Ya antes, a la odiada Polar, le
impusieron penas por usar el maíz para algo que no fuera la harina de las
arepas. El principio no solo se aplica a los bienes alimenticios. En materia
automotriz, por ejemplo, el encajonamiento en un solo producto es otra gloria
revolucionaria. Los mortales comunes y corrientes de este país tienen como única
opción comprar un carro nuevo chino, importado a través de los canales
enchufados en el régimen. Solo los escasos ciudadanos con una reserva en
divisas disfrutan la potestad de adquirir modelos de otro origen a cambio de
una gruesa suma en dólares.
La cosa puede llegar hasta el hábito de vestir. En China, cuando el
comunismo era comunista y miserable, no como ahora que se abrazó al capitalismo
y la globalización, Mao Tse Tung impuso un solo atuendo: el traje Mao para todo
el mundo, durante su atroz Revolución Cultural. No sabemos si algo parecido
tuvo en mente el Golem gobernante cuando, el mes pasado, decretó que 2017 sería
el año del liquiliqui. Probablemente gris, que es su color de mayor afinidad...
Ramon Peña
ramonpen@gmail.com
@ramonadrian42
Caracas – Venezuela
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