PIDO
LA PALABRA Y VENTANA DE PAPEL
La
alteración o ruptura de la institucionalidad establecida constitucionalmente,
dio al traste la forma del Estado, el ejercicio de la soberanía nacional y la
división del Poder Público.
La
dinámica política es enfática. Los cambios que caracterizan el discurrir de
estos últimos años, son reveladores del ímpetu con el cual la política
determina el camino de los pueblos. De cómo la política traza el ritmo de los
tiempos. De manera que no hay duda de la fuerza que contiene la política, para
transformar realidades tan rápido como inmediatamente.
Las
variaciones de las situaciones que vienen aconteciendo no sólo en Venezuela,
sino también en cada rincón del mundo, dan cuenta de la magnitud del impacto
político cuyos efectos son capaces de construir o destruir todo lo que se cruce
o se interponga en su paso. Pero ante lo arriba descrito, se hace necesario
explicar su razón.
Todo
ello deriva del problema que se configura alrededor del egoísmo que detenta el
hombre en tanto que sentimiento posee la capacidad emocional, física y
psicológica, así como condiciones éticas, conceptuales e ideológicas, capaces
de motivar reacciones que llevan al ser humano a actuar a la defensiva u
ofensiva frente a acontecimientos que, a juicio propio, puede considerar
amenazadores ante objetivos y expectativas de vida definidas desde una
perspectiva individual o colectiva.
Adam
Smith, en su obra La Riqueza de las Naciones, (1762) ya había aludido a factores subjetivos que
condicionan las preferencias y decisiones del hombre en su afán por elevar su
nivel de vida. En su interpretación de la riqueza de una nación, describe cómo
es posible el ajuste del desarrollo de una sociedad humana a los valores y
motivaciones que la incitan. Por eso explica el papel que juega el egoísmo como
actitud mediante la cual el hombre se plantea sostener un nivel adecuado de
bienestar individual, así como razones para equilibrar sus deseos personales
con las realidades donde circunscribe su vida social, económica y política.
Ello lo refiere aduciendo que la vida es el resultado del libre ejercicio del
“interés individual que beneficia exitosamente al bien común en la solución de
problemas y satisfacción de necesidades propias”.
Ahora
bien. Si este problema se traslada a la política para desde su ámbito causal
justificar cambios que lejos de consolidar y aupar procesos sociales, terminan
por desguarnecerlos de consideraciones que alientan sus principios y razones,
es posible hallar argumentos que confirmen las desviaciones de las que ha
resultado ser cuestionado objeto inculpado de las consecuencias que incita.
Precisamente en su interés por asentir su fuerza doctrinal, con esos mismos
argumentos busca convalidar la coerción aducida como criterio a los fines de
imponer su autoridad valiéndose de prácticas desmesuradas de represión. Formas
éstas que al desglosarse de su conjunto, revelan el exagerado grado de
violencia intrínseco a sus concepciones.
El
caso Venezuela es ejemplo patético del grado de desviación o aberración, con el
cual el régimen autoritario se vale de dicho principio profundamente explicado
por Max Weber en su libro: Economía y Sociedad. Es así que al apostar a
sostenerse en el poder, indistintamente de la ilegitimidad que define su
postura, utiliza métodos no sólo ilegales. Al mismo tiempo, mecanismos
intensamente represivos pues en ellos el régimen ha conseguido la fórmula, aunque
de autoría castrista, para lograr que sus amenazas, propias de una retórica
ramplona, se convirtieran en una especie de condena cuyo efecto demoledor
inhibiera las protestas propias de este tipo de soborno físico.
Precisamente,
con motivo de las decisiones aprobadas en principio por la Sala Constitucional
del tribunal supremo de justicia (con minúsculas), las cuales han pretendido
despojar de las atribuciones y facultades que la Constitución Nacional, basada
en el criterio jurídico-político de separación de poderes, le establece al
Poder Legislativo. Tan aberrante situación, sumada a otras más que vinieron
sancionándose por tan ilegítima instancia judicial, luego del momento en que la
oposición democrática obtuvo las dos terceras partes de los escaños del
Parlamento Nacional, dio pié a que la paciencia del país político se desbordara
y se tradujera en reiteradas manifestaciones de protestas y de resistencia
civil. Fue oportunidad para que el pueblo demostrara finalmente su acumulada
resignación y contenida indignación al gobierno ante los descarnados atropellos
que trastocaron el abastecimiento de alimentos, medicamentos y rubros de todo
tenor.
En
consecuencia, el país recién entró en una fase de legítima y necesaria
desobediencia. Además, calificada como derecho constitucional (Artículo 350).
Prácticamente, Venezuela se paralizó o quedó suspendida entre reacciones que
desesperaron al alto gobierno. Más, cuando el miedo consumió el “orden” interno
que mantenía a las filas del partido de gobierno subordinadas a insolentes
politiqueros con ínfulas militaristas. La alteración o ruptura de la
institucionalidad establecida constitucionalmente, dio al traste la forma del
Estado, el ejercicio de la soberanía nacional y la división del Poder Público.
De manera que el gobierno central, aturdido ante este tipo de problema
irresuelto ante su efímera capacidad de gobierno, optó por medidas cuya
severidad lo obligó a actuar apegado a la fórmula del Estado Opresor. Fue el
momento para que el régimen exhibiera su condición tiránica. Así apeló a
reprimir desmedidamente a la población por tres vías. Primeramente, acudiendo a
las fuerzas de seguridad pública representada por la Policía Nacional
Bolivariana. Luego, entra en acción la retorcida Guardia Nacional, ahora adosada
al remoquete de “Bolivariana”. Y como “guinda de torta”, permite la violenta
intromisión de facinerosos organizados para robar, agredir y hasta asesinar
ante los ojos complacientes de quienes comandan las fuerzas del Estado-opresor
y Estado-victimario. He ahí los círculos de la embestida gubernamental cuando
actúa en nombre de la paz (del cementerio). Es lo que traduce la manida
expresión de “gobierno cívico-militar”. Son los niveles de la represión.
VENTANA
DE PAPEL
ATRINCHERADO
EN EL PODER
Para
el pusilánime, para el agazapado, “todo hueco es trinchera”. Todo escondrijo es
cual muralla, lo suficientemente conforme para que funja de defensa ante la
cobardía que lo apresa, lo amordaza y lo sujeta de manos, brazos y hasta de
ideas. Así es como se ve al actual gobierno nacional toda vez que sus
decisiones son razones de escondite o de escape. Aunque no sólo de escape o
huida hacia delante o hacia atrás. También, como se dice, sus ejecutorias u
órdenes de cual “comando mercenario”, evidencian un escape por la tangente.
Parafraseando la teoría política, sus determinaciones revelan actos de traición
a su propia palabra.
El
hecho de presumir actuar a instancia de los preceptos constitucionales sin
respeto a lo establecido taxativamente por la referida letra legislativa, es
manifestación absoluta de “desacato” llano y simple. Aunque igualmente, puede
considerarse como expresión de ramplona burla. O sea, sarcasmo o mofa de la
peor calaña. Traición al mejor estilo arribista y orillero.
Sin
embargo, el problema de tan vulgar y desvergonzada desfachatez, obedece a
distintas razones. Entre otras, y atendiendo la importancia de causa, cabe
mencionar la razón de tipo meramente política. Pero no política en el entendido
del concepto más elevado de “política”. Sino según lo que el término
“política”, descubre de cara a burdos intereses facinerosos y groseramente
viscerales. Otra razón que explica tan
gruesa irreverencia del régimen hacia el más excelso significado del vocablo
“patria”, se encuentra en el fondo de lo que cada “bolsillo revolucionario”
puede juntar. De manera de tener la posibilidad de disfrutar la vida en su más
excelsa plenitud, pero “vacilándosela” donde mejor pueda. Y que efectivamente,
no es en Venezuela, pues en el país no podría, ni tampoco debería por simple
deducción al absurdo, un revolucionario quitarse el disfraz de “socialista” ya
que sería un desparpajo de absoluta aberración. Lo haría donde su “capital” le
rinda los mejores beneficios.
Estas
dos razones entre muchas de igual repercusión, incluso moral, ética y hasta de
corte histórico, dejan al descubierto lo que encubre tantas medidas
gubernamentales profundamente contradictorias, que solamente dejan ver un
régimen vulgar, arrogante, inepto, soberbio, insolente, confundido, equivocado
y obstinadamente, atrincherado en el poder.
“Un
gobierno que presuma de las virtudes de sus conductores, tanto como de la
notoriedad del proyecto de gobierno que detenta, es porque está
escondiendo las carencias que padece”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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