Para
cualquier venezolano normal como nosotros, este ha sido –sin dudas- el peor
año, el más terrible de
toda nuestra historia por donde se le mire.
El año 2018
cierra con una hiperinflación desproporcionada, nunca antes vista en nuestro
país, que
imposibilita cualquier desarrollo y progreso para nuestra gente; incapacidad de
los trabajadores,
y emprendedores para cubrir los costos de la cesta alimentaria; los gastos de educación;
vestido; calzado; salud, y mucho menos el disfrute del tiempo libre.
Nuestra
gente hace ¨milagros¨ literalmente para poder llevar a su mesa un poco de
comida
para los
hijos, aunque siempre insuficiente para el crecimiento y desarrollo de nuestros
niños, y adolescentes;
adultos, y ancianos. Constatación fácil de observar en el peso y talla de los ciudadanos
de hoy.
Sorprende,
pero sobre todo produce rabia e impotencia, el hecho de que el discurso oficial
intente
justificar estas insuficiencias en un supuesto saboteo de factores externos y
de una
¨guerra
económica¨ auspiciada por la oposición y sus aliados internacionales,
precisamente en tiempos en
que ellos, los comunistas y militares que tienen secuestrado el poder en
nuestro país en los
últimos 20 años, ejercen el control total de instituciones, y de lo que alguna
vez fue el aparato
productivo que ellos se empeñaron en destruir para perseguir y humillar al
sector privado de
la economía.
El secuestro
y la asfixia con las cuales someten a los medios de comunicación para la
censura y la
autocensura, con la idea de impedir el acceso a la información, es otra de las
verrugas que exhibe
nuestro país en cuanto a la violación de derechos humanos.
La
persecución y encarcelamiento de diputados mediante el atropello de su
inmunidad, así
como de los
dirigentes sindicales violentándoles el derecho a la sindicalización y la
protesta; la persecución
y exilio de dirigentes políticos, son claras muestras del signo dictatorial del
régimen de Maduro,
todo lo cual, comporta condiciones de vida calamitosas para el conjunto de los ciudadanos.
No obstante,
lo más peligroso es que con la llegada de 2019 estos problemas, lejos de resolverse,
se profundizan y a ello se le agrega el drama político que supone la asunción
fraudulenta
del nuevo régimen de Maduro el 10 de Enero, y la conducta que vaya a asumir la AN en el
cumplimiento de sus obligaciones constitucionales.
No importa
lo que haga la AN, siempre será acusada por el régimen de Maduro como saboteadora
por no cumplir sumisamente sus mandatos dictatoriales, y por la estridencia opositora
por no hacer lo que ellos fueron incapaces de lograr desde su inflexibilidad
irracional.
En nuestra
opinión de lo que se trata es lograr la reconstrucción de la oposición unida
como
fuerza para
presionar, nacional e internacionalmente, una salida democrática para
Venezuela.
El juego
está más, o menos trancado porque sin acuerdo y autorización de la AN, el
gobierno no puede
acceder a acuerdos internacionales que permitan salir de la crisis.
Si se
lograra la unidad que proponemos, debería forzarse una negociación con garantes internacionales
que viabilicen unas elecciones generales de todos los poderes: Ejecutivo, y Legislativo
nacional, regional, y municipal; elección de un CNE paritario, y un nuevo TSJ,
así como la
designación del poder ciudadano con nuevos Fiscal y Contralor de la República.
Sería
aterrador para los venezolanos que de no lograrse avances significativos en
estas áreas, terminemos
diciendo el próximo diciembre, que el 2019 ha sido peor que el anterior.
Hay que
detener esta locura, por insoportable para nuestra gente y un problema serio
para
toda la
región. Nuestra unidad y la ayuda internacional deben ser un mismo esfuerzo coherente.
Román Ibarra
@romanibarra
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