Más
allá de las valoraciones positivas o negativas que cada quien haga sobre las
visitas papales a Cuba, hay que reconocer que esa pequeña isla del Caribe, que
no se distingue por un alto número de practicantes de la religión católica, ha
tenido el privilegio de ser congratulada por tres Papa en quince años, una
distinción que muchos países no pueden mostrar.
Los
cubanos no fueron ni son en su mayoría practicantes de la religión Católica. La
casi totalidad de la población se reconocía creyente de esa observancia, pero
estaba muy lejos de practicarla con la devoción y la constancia que toda fe
demanda.
El
número de creyentes en la isla nunca fue comparable con el de otras naciones
del hemisferio, representatividad que
fue afectada dramáticamente a partir del triunfo de la revolución, porque un
número importante de feligreses, por miedo u oportunismo, decidió abandonar sus
creencias.
La
asistencia a la iglesia se redujo dramáticamente y las personas negaron su
creencia en Cristo no tres veces, sino en infinidad de ocasiones, cuando en el
país se instaló una nueva religión en la que el Dios era Fidel Castro y el
castrolicismo la verdad revelada.
El
régimen impuso valores y normas que se inspiraban en el pensamiento de Fidel y
en el marxismo, con la premisa de que la "Religión era el Opio de los
Pueblos". Atacó a fondo los fundamentos éticos de la sociedad cubana,
siendo sus objetivos más importantes las
religiones en general, y la iglesia Católica el blanco clave a destruir, para
así construir el nuevo orden prometido.
Fue
una experiencia indeleble para los creyentes que en defensa de su fe fueron
discriminados, perseguidos, humillados, encarcelados y fusilados, como ocurrió
entre otros muchos, con Alberto Tapia Ruano y Virgilio Campanería, quienes
antes de morir, gritaron Viva Cristo Rey.
Los
extremismos del régimen han sido padecidos por todos los cubanos, pero en
particular, por quienes en defensa de su fe o convicciones políticas, ambas
inclusive, enfrentaron el totalitarismo.
Por
lo antes expuesto es válido preguntarse por qué tres obispos de Roma han
decidido viajar a Cuba. Cuáles son los factores que determinan que un máximo
jerarca de la Iglesia vaya a un país.
Las
visitas papales han de responder a un protocolo que se inicia con los contactos
entre el gobierno anfitrión y el visitante, pero lo mas importantes, es que,
las partes deben concluir que el encuentro será beneficioso para ambos y con
esa premisa, coordinar de mutuo acuerdo el desarrollo del periplo.
Los
Papas viajan a los países con varios objetivos pero específicamente en el caso
Cuba es de suponer que la Iglesia ha concluido que la devastación de valores
que el totalitarismo ha causado en la nación cubana demanda la atención directa
de quien es capaz de tener la mayor comprensión de los problemas de una
comunidad y la capacidad para resolverlos, no obstante, paradójicamente,
ninguno de los tres pontífices se ha reunido con los perseguidos ni con los que
más sufren.
La
Iglesia como tal ha ganado espacios en la sociedad cubana a partir del viaje de Juan Pablo Segundo,
particularidad que se ha acentuado con las visitas de Benedicto XVI y
Francisco, por lo que es de suponer que los beneficios adquiridos se
incrementen y que paulatinamente acceda a los derechos que disfrutan en otros
países.
Pero
cuales son los beneficios para el régimen. Que buscan los renegados Fidel y
Raúl Castro al permitir que tres Papa viajen a la isla, y desarrollen su labor
proselitista sin restricciones, mientras continúan reprimiendo a todos los que
reclaman el respeto a sus derechos, incluidos lo que se acercan al Pontífice
para denunciar los crímenes de la dictadura.
Ver a
Fidel que hace años no ocupa la jefatura del estado cubano compartiendo con dos
Papas -Benedicto XVI le recibió en la Nunciatura y Francisco inexplicablemente
fue a visitarle a su casa- debió haber sido un duro golpe para muchos de los
que fueron formados y defendieron los valores y principios que la iglesia
Católica, sostiene e inspira.
Siempre
se ha dicho que hay que perdonar a quienes ofenden, pero también que el perdón
debe estar precedido por un sincero acto de contrición, en consecuencia, si el
arrepentimiento hizo presa de la voluntad de un pecador de la abyección de
Fidel, solo un sumo pontífice podría darle la absolución.
De
estar Fidel Castro arrepentido de sus depredaciones, habría que reconocer que
una vez más la Iglesia ha vencido a quienes fueron sus verdugos temporales,
pero de no haber mediado el remordimiento en la oscura alma del déspota, lo
apropiado sería volver a leer el Maquiavelo del fin justifica los medios, y
mejor, si se cuenta con incienso para
disipar las malas acciones.
Pedro
Corzo
@PedroCorzo43
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