Nada resultó casual en esta díscola aventura
de socialismos y revoluciones postmarxistas que configuró la segunda gran
utopía latinoamericana, la del siglo XXI. “La primera” transcurrió entre
mediados del siglo XIX y finales del XX, menos de una centuria antes de
nuestros desvelos de hoy. Fue un destino marcado. Sus hombres y mujeres de
pensamiento y acción se desvanecieron. Y permítanme aclarar que la alusión a
“hombres y mujeres” no la hago para premiar la moda actual, sino porque entre las
socialistas más descollantes de la primera mitad del siglo XIX estuvo Flora
Tristán, una peruana impresionante e inolvidable.
Pero dejemos eso ahí. Más interesante es el
“omega” de la sedicente izquierda latinoamericana que en el siglo XXI se
expandió vertiginosamente por la epidermis latinoamericana debido al auge de
precios de los commodities, y no por obra de algún socialismo “aggiornado” del
que ni sus propios autores pudieron desentrañar significados.
Brasil y sobre todo Venezuela cerrarán el año
con cifras deplorables. Los países del Pacto del Pacífico, en cambio,
soportaron la caída de exportaciones primarias, han diversificado economías y
con inversiones crecientes y absorción de tecnologías avanzadas marchan hacia
la condición desarrollada. Precios estables, moneda no envilecida, salario y
empleo satisfactorios, sin inflación, sin recesión, acceso a los mercados más
solventes del mundo, en fin…
Venezuela, prendida de su raído paracaídas
ideológico no tiene salida y aferrada a una retórica revolucionaria
desahuciada, menos. Compárese su pobreza con el notable acuerdo de
Transpacífico, que cubre cerca de la mitad del producto mundial y que dará
ímpetu adicional a Perú, México, Colombia y Chile en sociedad con EEUU y Japón,
muy por encima del aturdido Mercosur, cuyo drama corre parejo con el de sus dos
motores: Brasil y Argentina. Tampoco es casual que estos países estén siendo
estremecidos por la más detestable corrupción. Venezuela los acompaña y supera
holgadamente.
Bien dice el refrán: “el lobo pierde el pelo
pero no las mañas”. La presidenta Rousseff, a quien siempre respeté, le ha dado
vuelta al guante: el asunto ya no es la corrupción que la envuelve por todos
los frentes, ni el retroceso económico, sino “el golpismo”. Válgame Dios. ¡Una
oposición que todo cuanto ha hecho es mover las instituciones para combatir el
delito!
¿Y del gobierno de Maduro qué podemos decir?
A medida que nos acercamos al 6D se hace evidente que su arsenal se agota. No
puede revertir la tendencia que lo enrumba hacia el colapso electoral. Ha
mentido, ha provocado, ha inhabilitado y fomentó tensiones fronterizas en
nombre de las cuales pretendía encausar por traición a la patria a los líderes
opositores, o al menos posponer las parlamentarias en busca de un agónico
respiro. Cuando se pierde la brújula, nada sale. Las argucias que desplegó
fortalecieron a los perseguidos lo que a contrapelo incrementó su sorprendente
aislamiento mundial.
Infundios, acusaciones inverosímiles y
desprovistas de pruebas (que siempre promete y jamás concreta) revelan una
desoladora incapacidad para apagar la luz del 6D e impedir el inexorable cambio
democrático.
Que si el FMI le otorgará US$ 6 decenas de
millones a la MUD para que dé un golpe de Estado.
Que los bancos mundiales están conspirando
contra su gobierno
Que si la MUD saboteará unas elecciones- que
tiene en el bolsillo.
¿Y de pruebas qué, amigo?
Esperen que ya vienen
¿Pero señor cuándo?
Cuando la NASA resuelva el problema del agua
líquida en Venezuela
Humo, vacío, cero, oquedad, nada.
@AmericoMartin
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