martes, 20 de octubre de 2015

MIGUEL BAHACHILLE M., COLAS, PIEDRAS Y TOTUMAS

El paso de Chávez por el poder y la sucesión heredada por Maduro no pueden discurrirse como hechos históricos fortuitos sin aquiescencia de un pueblo que exigía los favores inmediatos provenidos de la lotería petrolera ofrecidos por el finado. Éste, como gran populista, manipuló esa emoción y decidió convertirse en jefe de ceremonia del sorteo y, en cadena nacional, giraba la tómbola cacareando “premios para todos”. Hoy esa tómbola de la fortuna, después del Dakazo, está semivacía y el sorteador de turno, confundido, no sabe qué hacer.

¿Y ahora qué? El pueblo es humillado en colas soportando sol, lluvia, aglomeraciones, sermón policial y hasta represión para “preservar el orden necesario”. Pero el ultraje no queda allí. También debe sobrellevar deshonras proferidas por “notables revolucionarios” como Jacqueline Faría quien valoró las colas de “sabrosas” o del gobernador del Estado Bolívar, General del División (r) Francisco Rangel Gómez, quien ante la escasez de alimentos, mandó a “comer piedras fritas”. El finado ya había dictado cátedra al respecto cuando ante la escasez de agua sugirió bañarse “sabroso con totumas”.

Como si fuera poco, el régimen ha decidido eliminar el atributo de los hipermercados diseñados para facilitar la distribución y oferta de bienes de consumo cotidiano en un solo recinto y a menor costo. Ahora han sido trocados en depósitos de uso exclusivo para surtir las bodegas. En otras palabras, reedición de esquemas del siglo XIX.

Más allá de esos hechos en apariencia irrelevantes por su necedad,  se revela la génesis de un proyecto destinado a hundir aún más la dignidad del pueblo convertirlo hoy en un ente fosco, “disciplinado”, que oscile siempre en la medianía. Nada nuevo. El dominio de los mediocres ha sido siempre un retorcido instinto de los autoritarios para arriar al disminuido. Al respecto el PAPA Francisco acotó: “no podemos contentarnos con una vida mediocre”.

El voluntarismo engañoso y escandaloso ha imperado como esquema de gobierno durante 16 años. A Chávez no le importó el daño social que sus excesos voluntaristas ocasionarían en épocas de “vacas no tan flacas” como ahora. El derroche desbocado y la tolerancia frente la corrupción han impedido retomar el ritmo productivo ineludible para el desarrollo. ¡Ostracismo puro!

El término criollo, muy vernáculo, “caíste por inocente” aplica muy bien al caso venezolano respecto de sus “revolucionarios auténticos” que se aturdieron ante la seducción cubana. La CEPAL estima que la economía venezolana, “socialista e igualitaria”, decrecerá el 6,7% para el 2015 mientras la cubana, “pecadora”, que mira hacia esquemas de libre mercado, crecerá un 4,7% en el mismo período. Ciertamente Obama hace milagros.

El gobierno busca acabar con el estatus integrativo logrado con grandes sacrificios y entrar en una etapa disgregativa forzada por una desabrida izquierda con intereses personales. No concibe que en esta época de retroacción cibernética es imposible restaurar un patronato de caudillos similar al expandido entre 1848 y 1858.

La importancia de las elecciones del 6-D va más allá de la heredad de curules personales. Se trata de rescatar la institucionalidad necesaria para la equidad, el orden y la concordia perdida. Venezuela no requiere de un “jefe civil con bigotes”. La gente que creyó en la prédica de Chávez sobre la necesidad de un “César Democrático”, va a resarcirse el 6-D. No era César, y menos democrático. Basta ya de privilegiar el caudillismo a sabiendas de los daños ostensibles que ocasiona. La ruina del país para así lo evidencia.

No es momento de “tirar la toalla”. La nación requiere de una conciencia colectiva responsable para no seguir siendo víctima de este desatino histórico que insiste en exhibir los fracasos como éxitos. ¿Son una conquista las colas sabrosas, comer piedras fritas o bañarse con totumas? ¿No es acaso un discurso de rebote hacia el primitivismo? La noción de Patria Regalona debe desvanecerse de la psiquis colectiva y reivindicar el trabajo digno. Cambio posible sólo por vía institucional; es decir, a través del voto.

Miguel Bahachille M.

@MiguelBM29

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