Sí,
ya lo sé; el título cae chocante porque además de ser cacofónico constituye un
oxímoron. Pero eso, precisamente es lo
que busco porque quiero resaltar algunas cosas que ya los venezolanos hemos
llegado a creer, erróneamente —por haberse convertido en rutinarias,
frecuentes, habituales, del día a día— que son normales. Pero que en cualquier otro país del globo
terráqueo son percibidas como alteraciones graves de la vida civilizada a la
cual se tiene derecho.
Empecemos
por nombrar la más básica de todas por ser esencial y concomitante con la vida
misma: el suministro de agua. Ya toda
Venezuela cree que es normal que Hidrocentro, Hidrocapital, o el Hidro que sea,
racione a dos o tres días por semana el líquido imprescindible. Y que llegue por las tuberías, cuando llega,
en unas condiciones de impotabilidad que no serían aceptables ni en el caserío
más primitivo del centro del África. En
consecuencia, ya nos parece normal que en los quioscos de venta de periódicos
se venda más botellones de agua que diarios.
Y es entendible, saciar la sed en primordial, mientras que leer lo que
dicen los medios —casi todos conculcados por le “hegemonía comunicacional”— es
un gesto inútil. Sí se siguen
vendiendobolsas pero es igual que con el “Granma” en Cuba: se compra porque no
hay papel tualet.
La
notoria escasez de bienes para ser mercadeados en farmacias y abastos ya está
deviniendo, en la mente de los más sencillos, en algo normalito-normalito. Y eso genera unas colas que son —según la
estúpida de la Jacqueline Faría— “sabrosas”.
Si esa afirmación es estulta, peor parada la deja la afirmación con la
que siguió: “vienen con su bolsita, compran y se van para su casa (…) eso es
la, lo que nuestro presidente Maduro ha ordenado…” No queda sino decir: “a confesión de
parte…” Pero no por admitir la
inexistencia de bolsas en el supermercado y hay que traerlas, sino por la
sandez de reconocer que quien ha ordenado la escasez es Platanote. Razón tiene Ricardo Rivero cuando escribe:
“La gestión de este régimen, bajo la conducción ideológica del
castro-comunismo, está orientada a empobrecernos para convertirnos así en
eternos pedigüeños (…) No es improvisado, no es producto de malas decisiones o
equivocaciones, obedece a un manual de procedimientos que muy bien sabe manejar
la ideología. Por eso siempre he dicho y mantengo: no es la economía, es la
ideología”.
¿Y
qué decir de las grabaciones ilegales usadas con plena impunidad? Quien apeló a este recurso últimamente fue el
capitán Hallaca (verde por fuera, guiso por dentro) pero hay una larga lista de
“próceres” de la robolución que han recurrido a eso para enlodar la reputación
de sus adversarios políticos —que ellos, equivocadamente, perciben como sus
enemigos. Entonces, ¿qué diferencia a este
teniente-capitán con el drogo hojillero de VTV?
Después de que este barriera el suelo con Diosdi, ahora, el último saca
grabaciones tomadas y usadas en contra de la Constitución. Se supone que, en un país civilizado, el
presidente del parlamento es quien más apegado a la norma debiera estar; pero,
aquí, el tipo cree que tiene una patente de corso para destruir nombradías bien
ganadas. En el lenguaje del buen
derecho, eso es “el fruto del árbol prohibido”.
Pero aquí hasta los jueces aceptan esas grabaciones como evidencia. Claro, si es en contra de un dirigente de
oposición…
Lo
que nos lleva a otra anormalidad “normal”: los jueces que obedecen órdenes, que
anteponen el partidismo a la justicia, que reciben las sentencias ya elaboradas
y que solo requieren de sus firmas.
¡Bien por el primero que en Venezuela empleó el cognomento de “jueces
del horror”! Esa designación que
inicialmente estaba destinada a los árbitros del sistema judicial alemán
durante el nazismo les cabe perfectamente a los criollos. ¿Qué puede esperarse de unos togados que en
una ceremonia que debía ser solemne gritan “¡uh, ah!”? Tan obsecuentes y sectarios son que en estos
larguísimos diecisiete años el Estado perdió solo una decena de casos. ¿Es que los abogados de la otra parte son tan
iletrados? ¿Es que los de la
Procuraduría son tan machetes? No creo,
ni lo uno ni lo otro.
A
algunos no, pero a muchos les parece lo más corriente, lo estándar, que no haya
observadores internacionales durante las elecciones. Y que estos sean reemplazados por unos
“acompañantes”. Los primeros son
expertos en el tema, se pagan sus propios gastos y, de ser necesario, hacen
notar las irregularidades que observen.
Los segundos son todo lo contrario: son compinches ideológicos traídos a
turistear con dineros venezolanos y a justificar lo injustificable. ¡Olvídense de que puedan llamar la atención
aunque hayan presenciado tropelías y ventajismos! En todo caso, eso normal no es.
Y
ya, para terminar, nos parece tan normal escuchar: “Gracias a Dios que no te
hicieron nada” o “Gracias a Dios que no te mataron”. La primera no me la pueden decir a mí porque,
recientemente, un par de malandros, en el transcurso de un asalto, me dio hasta
por debajo de la lengua. Entonces, me ha
tocado escuchar la segunda innumerables veces.
Es que en Venezuela la inseguridad campea, los policías choros abundan y
compiten con los malvivientes, los fiscales y jueces están muy ocupados
imputando delitos inexistentes a los líderes de la alternativa democrática para
ocuparse de lo que debieran, y —para colmo de males— la ministra del ramo
disfrute en una cama con un pran…
Humberto
Seijas Pittaluga
@seijaspitt
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