martes, 20 de octubre de 2015

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, ANORMALIDADES “NORMALES”

Sí, ya lo sé; el título cae chocante porque además de ser cacofónico constituye un oxímoron.  Pero eso, precisamente es lo que busco porque quiero resaltar algunas cosas que ya los venezolanos hemos llegado a creer, erróneamente —por haberse convertido en rutinarias, frecuentes, habituales, del día a día— que son normales.  Pero que en cualquier otro país del globo terráqueo son percibidas como alteraciones graves de la vida civilizada a la cual se tiene derecho.

Empecemos por nombrar la más básica de todas por ser esencial y concomitante con la vida misma: el suministro de agua.  Ya toda Venezuela cree que es normal que Hidrocentro, Hidrocapital, o el Hidro que sea, racione a dos o tres días por semana el líquido imprescindible.  Y que llegue por las tuberías, cuando llega, en unas condiciones de impotabilidad que no serían aceptables ni en el caserío más primitivo del centro del África.  En consecuencia, ya nos parece normal que en los quioscos de venta de periódicos se venda más botellones de agua que diarios.  Y es entendible, saciar la sed en primordial, mientras que leer lo que dicen los medios —casi todos conculcados por le “hegemonía comunicacional”— es un gesto inútil.  Sí se siguen vendiendobolsas pero es igual que con el “Granma” en Cuba: se compra porque no hay papel tualet. 

La notoria escasez de bienes para ser mercadeados en farmacias y abastos ya está deviniendo, en la mente de los más sencillos, en algo normalito-normalito.  Y eso genera unas colas que son —según la estúpida de la Jacqueline Faría— “sabrosas”.  Si esa afirmación es estulta, peor parada la deja la afirmación con la que siguió: “vienen con su bolsita, compran y se van para su casa (…) eso es la, lo que nuestro presidente Maduro ha ordenado…”  No queda sino decir: “a confesión de parte…”  Pero no por admitir la inexistencia de bolsas en el supermercado y hay que traerlas, sino por la sandez de reconocer que quien ha ordenado la escasez es Platanote.  Razón tiene Ricardo Rivero cuando escribe: “La gestión de este régimen, bajo la conducción ideológica del castro-comunismo, está orientada a empobrecernos para convertirnos así en eternos pedigüeños (…) No es improvisado, no es producto de malas decisiones o equivocaciones, obedece a un manual de procedimientos que muy bien sabe manejar la ideología. Por eso siempre he dicho y mantengo: no es la economía, es la ideología”.

¿Y qué decir de las grabaciones ilegales usadas con plena impunidad?  Quien apeló a este recurso últimamente fue el capitán Hallaca (verde por fuera, guiso por dentro) pero hay una larga lista de “próceres” de la robolución que han recurrido a eso para enlodar la reputación de sus adversarios políticos —que ellos, equivocadamente, perciben como sus enemigos.  Entonces, ¿qué diferencia a este teniente-capitán con el drogo hojillero de VTV?  Después de que este barriera el suelo con Diosdi, ahora, el último saca grabaciones tomadas y usadas en contra de la Constitución.  Se supone que, en un país civilizado, el presidente del parlamento es quien más apegado a la norma debiera estar; pero, aquí, el tipo cree que tiene una patente de corso para destruir nombradías bien ganadas.  En el lenguaje del buen derecho, eso es “el fruto del árbol prohibido”.  Pero aquí hasta los jueces aceptan esas grabaciones como evidencia.  Claro, si es en contra de un dirigente de oposición…

Lo que nos lleva a otra anormalidad “normal”: los jueces que obedecen órdenes, que anteponen el partidismo a la justicia, que reciben las sentencias ya elaboradas y que solo requieren de sus firmas.  ¡Bien por el primero que en Venezuela empleó el cognomento de “jueces del horror”!  Esa designación que inicialmente estaba destinada a los árbitros del sistema judicial alemán durante el nazismo les cabe perfectamente a los criollos.  ¿Qué puede esperarse de unos togados que en una ceremonia que debía ser solemne gritan “¡uh, ah!”?  Tan obsecuentes y sectarios son que en estos larguísimos diecisiete años el Estado perdió solo una decena de casos.  ¿Es que los abogados de la otra parte son tan iletrados?  ¿Es que los de la Procuraduría son tan machetes?  No creo, ni lo uno ni lo otro. 

A algunos no, pero a muchos les parece lo más corriente, lo estándar, que no haya observadores internacionales durante las elecciones.  Y que estos sean reemplazados por unos “acompañantes”.  Los primeros son expertos en el tema, se pagan sus propios gastos y, de ser necesario, hacen notar las irregularidades que observen.  Los segundos son todo lo contrario: son compinches ideológicos traídos a turistear con dineros venezolanos y a justificar lo injustificable.  ¡Olvídense de que puedan llamar la atención aunque hayan presenciado tropelías y ventajismos!  En todo caso, eso normal no es.

Y ya, para terminar, nos parece tan normal escuchar: “Gracias a Dios que no te hicieron nada” o “Gracias a Dios que no te mataron”.  La primera no me la pueden decir a mí porque, recientemente, un par de malandros, en el transcurso de un asalto, me dio hasta por debajo de la lengua.  Entonces, me ha tocado escuchar la segunda innumerables veces.  Es que en Venezuela la inseguridad campea, los policías choros abundan y compiten con los malvivientes, los fiscales y jueces están muy ocupados imputando delitos inexistentes a los líderes de la alternativa democrática para ocuparse de lo que debieran, y —para colmo de males— la ministra del ramo disfrute en una cama con un pran…

Humberto Seijas Pittaluga
@seijaspitt

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