De semejante cúmulo de errores emergió un monstruo: el Estado Islámico,
la organización terrorista más letal y despiadada de cuantas hayan surgido en
el planeta en el último medio siglo. Al Qaeda era un club exclusivo,
aristocrático a su manera, fundado por un príncipe saudí; tuvo su momento el 11
de septiembre de 2001 y luego en Madrid en 2004 y en Londres en 2005. Después
perdió fuerza. En contraste, el Estado Islámico es un movimiento popular, con
control territorial y finanzas sólidas, o sea, una amenaza mucho más peligrosa.
Su espina dorsal militar está conformada por los restos del Ejército de
Hussein, y su ideología fue forjada en la cárcel.
El daño de la creación del Estado Islámico ya no puede repararse, por lo
que creo que piensan con el deseo quienes afirman que son viables tratamientos
humanitarios o que el diálogo es el camino para reducir su accionar. Las
medidas a largo plazo que algunos sugieren son necesarias —urge, en particular,
dar algo que hacer a millones de musulmanes jóvenes que hoy son objeto de la
seducción yihadista—, pero en lo inmediato resultan inocuas.
París, antes la capital de la belleza, el viernes pasado se convirtió en
la capital del terror. ¿Despertará Europa, la bella durmiente herida tan cerca
de su corazón, tras el beso del príncipe de la muerte? El pacifismo, duele
tener que escribirlo, hoy parece una forma de alimentar a la bestia para que
ataque con más fuerza. La comparación con los nazis en 1939 luce cada vez menos
descabellada.
En fin, si mañana aflojan los ataques, perspectiva en extremo
improbable, lo de la noche del viernes será un recuerdo doloroso. Si siguen,
Europa no tendrá otra opción que enviar tropas. Porque ganar desde el aire la
batalla de Irak y Siria es imposible. El bombardeo a Raqa, por ejemplo,
producto de la rabia, no fue un golpe estratégico. Raqa sólo puede ser
expugnada por tierra. Eso implica muchas bajas y uno no ve a Europa todavía
lista a sufrirlas. Eso sí, mientras el Estado Islámico tenga campos de
entrenamiento para terroristas europeos y norteamericanos en Siria e Irak, los
atentados en las metrópolis son casi inevitables. Los lobos solitarios ahora
atacan en manada y no van a dejar de hacerlo a menos que alguien se los impida.
El Estado Islámico claramente quiere provocar la invasión de los
“Cruzados”. Aunque la opción es complicada, la inacción es imposible. Una
Europa militarizada de nuevo implica un cambio tan drástico que uno no sabe qué
pensar.
La semana entrante vuelvo sobre el tema.
Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes
Colombia
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