sábado, 30 de enero de 2016

GUSTAVO AZÓCAR ALCALÁ, LA REVOLUCION DE LOS PRANES

Quienes me conocen han de saber que estuve preso en el Centro Penitenciario de Occidente, mejor conocido como Cárcel de Santa Ana, en Táchira, en dos ocasiones. La primera vez, en 2006. Permanecí recluido en un calabozo entre el 6 y el 21 de marzo por órdenes directas del para entonces gobernador Ronald Blanco La Cruz quien nunca me perdonó que lo desenmascarara ante el país, al descubrir que él no iba a bordo de la tanqueta (un blindado Dragón 300) conducida por el teniente Rubén Avila, que se estrelló contra las rejas del Palacio Blanco el 4 de febrero de 1992.

El 29 de julio de 2009, me internaron por segunda vez en el CPO, por órdenes de la actual Ministra de Asuntos Penitenciarios, María Iris Varela Rangel, quien luego de destrozar el estudio de mi programa Café con Azócar (el 21 de noviembre de 2007) emprendió una cacería contra este servidor que buscaba 3 objetivos: 1) meterme preso 2) inhabilitarme para impedir que llegara a la AN y 3) sacarme de la programación de Televisora del Táchira. Recuperé mi libertad el 26 de marzo de 2010 después de haber permanecido por espacio de 8 meses en prisión.
En la primera ocasión, en 2006, conocí a Wilson, el Pran del CPO, un hombre moreno, bajito, muy callado, a quien vinculaban con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Por cierto, a Wilson no le decían Pran. Lo llamaban “el Papa”. Era un hombre de pocas palabras, pero de mucha acción. Todo el penal estaba bajo sus dominios.
En la segunda oportunidad, en 2009, conocí a Paco, el líder del penal, a quien tampoco le decían Pran. Al igual que a Wilson, a Paco lo llamaban “el Papa”. Paco era un muchacho de aproximadamente 30 años, alto, fornido, de buen vestir y buenos modales, con quien uno podía hablar de política, economía, deportes y hasta de farándula.  
Wilson y Paco no andaban armados dentro del penal. Un ejército de 50 hombres, a los que apodaban “el carro” se encargaba de custodiarlos las 24 horas del día, los 365 días del año. Ambos ejercían el poder con mano dura, y cuando algún recluso “se comía la luz” amanecía al día siguiente colgado de la rama de algún árbol o de un poste de electricidad. La versión oficial decía que “se habían ahorcado” por problemas pasionales.  Wilson y Paco se reunían los lunes de cada semana con el director del Penal y el Jefe de la GN a puertas cerradas. Paco me dijo en cierta ocasión que esas reuniones eran “para cuadrar cuentas”.
La colega periodista Patricia Clarembaux escribió en su libro “A ese infierno no vuelvo”, un  viaje  a las entrañas de las cárceles venezolanas, que la palabra Pran es una sigla formada por las siguientes palabras: P: Preso R: Rematado A: Asesino N: Nato. Otras fuentes señalan que la famosa palabra proviene de Puerto Rico, la isla del encanto, pero allá significa: P: Prisionero R: Reincidente A: Asesino N: Natural, sigla que según el periodista Adaúlfo Estornis, tomó un delincuente que fue condenado a 25 años por el asesinato de un empleado bancario en la ciudad de San Juan, en el año 1992.
En Venezuela, en los últimos años, se ha puesto muy de moda la palabra Pran. En la mal llamada cuarta república, se sabía de la existencia de reclusos que controlaban el interior de las cárceles. Pero, a diferencia de la quinta república, en la era democrática la vida, los gustos y los quehaceres de aquellos reos no se publicaba en revistas ni en periódicos. Los líderes de las prisiones, en tiempos de la república civil, no eran miembros del Jet Set.

Pero en revolución todo se vale. El socialismo bolivariano del siglo XXI ha dado para todo. Ahora los líderes de las cárceles salen en Facebook, tienen cuentas en Twitter e Instagram y hasta difunden videos en Youtube con cada una de sus hazañas. Lo confieso: no creo que haya sido una casualidad, el hecho de que la palabra Pran y los personajes que la encarnan, haya tomado mucho más protagonismo y mucha más relevancia, luego de la creación del Ministerio para Asuntos Penitenciarios, y la designación de la señora Varela al frente de esa cartera.

Uno de los pranes más famosos de Venezuela, Teófilo Alfredo Rodríguez Cazorla (1971/2016), mejor conocido como El Conejo, ex líder de la cárcel de San Antonio en Nueva Esparta, acaba de robarse los titulares de todos los medios de comunicación del país luego que fuera asesinado cuando salía de una fiesta. Cazorla se hizo muy famoso a partir del año 2011 cuando se tomó una fotografía abrazando a la actual Ministra de Asuntos Penitenciarios como si se tratara de dos grandes amigos.

El Conejo estuvo en prisión desde el año 2003, luego que efectivos policiales decomisaron 339 gramos de cocaína y dos vehículos robados en una de sus propiedades. En otro allanamiento, practicado en otra residencia propiedad de Cazorla, fueron encontrados dos fusiles automáticos livianos (FAL). El Conejo estaba considerado como uno de los delincuentes más peligrosos del estado Nueva Esparta, pero a pesar de ello, logró obtener su libertad gracias a la “Operación Cayapa” que lidera la ministra Varela, la cual permite que hampones y traficantes de drogas salgan a la calle, mientras que los presos políticos como Iván Simonovis o Leopoldo López son condenados a 14 y 30 años de prisión.

La gran vida que se dan los “pranes” gracias a la revolución socialista y bolivariana quedó evidenciada en octubre de 2015 cuando las instalaciones del Internado Judicial de Barinas sirvieron para que la pareja conformada por Jean Pier Arenas y Angélica Morales, celebraran su elegante matrimonio eclesiástico.

La fastuosa boda entre Arenas, el Pran del Internado Judicial de Barinas y su elegante esposa,  fue publicada a página completa en un diario de circulación regional con el siguiente mensaje: “Este es un mensaje de amor, paz, unión y armonía que Barinas, Venezuela y el mundo deben conocer (…) Con este gesto amor y hermandad, el señor Jean Pier Arenas, vocero del Colectivo Popular 23 de Abril, da muestras una vez más al estado Barinas, al país y al mundo, que es posible el cambio genuino del hombre nuevo”.

La revolución penitenciaria anunciada por el fallecido Hugo Chávez y defendida por la señora Varela, permitió que el Pran de Barinas,  Jean Pier Arenas y su flamante esposa, disfrutaran de una tremenda fiesta, con bebidas alcohólicas, grupos musicales y torta, mientras que los esposos Leopoldo López y LilianTintori ni siquiera puedan disfrutar con tranquilidad de la visita dominical en la Cárcel de Ramo Verde porque al director de ese penal no le da la gana.

La revolución socialista y bolivariana convirtió las cárceles venezolanas en un tremendo y rentable negocio. En las barriadas populares de Caracas y de otras grandes ciudades del país hay niños y adolescentes que ya no quieren ir a la escuela, ni al liceo, y mucho menos a la universidad. Aunque muchos no lo crean, hay niños que ya no sueñan con ser médicos, ingenieros o abogados. Algunos niños quieren imitar a unos personajes que ganan mucho dinero, se casan con hermosas mujeres y viven rodeados de lujo y confort: los pranes.

En México, Joaquín “El Chapo” Guzmán, el narcotraficante más famoso del mundo después de Pablo Emilio Escobar Gaviria, es toda una celebridad, capaz de atraer la atención de bellas actrices de Hollywood como Kate del Castillo. Guzmán Loera es una máquina de hacer dinero, a tal extremo que una de sus hijas acaba de registrar el nombre de “El Chapo” como una marca comercial a la cual aspira sacar provecho.

En Venezuela, si no se toman los correctivos necesarios, pronto veremos camisas, franelas y chaquetas con las imágenes de los pranes. Un día de estos escucharemos canciones y veremos tiras cómicas, series de televisión y hasta películas recreando la vida de El Conejo o cualquier otro líder carcelario de esos que han perdido la vida o que todavía dan órdenes dentro de algún penal.

No es un chiste. Aunque cuesta creerlo, es completamente cierto: la revolución de los pranes es otra pesada herencia que nos ha dejado el socialismo del siglo XXI y con la cual hemos de lidiar en los años que están por venir.

Gustavo Azocar Alcala
cafeconazocar@gmail.com
@gustavoazocara

Tachira - Venezuela

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