Pobre de la víctima
que, además de recibir los maltratos, termina recibiendo el castigo que
debieron recibir sus victimarios. Y algo así nos está ocurriendo a los
venezolanos. Padecemos y sufrimos las consecuencias del despilfarro, la
corrupción, el saqueo, la escasez y las malas políticas económicas impuestas
por esta especie tóxica que nos ha mal gobernando desde hace 17 años. Somos las
víctimas de estos mediocres improvisados que asumieron el mando sin una pizca
de capacidad, pero con mucha ambición, resentimiento, hambre de poder y deseos
venganza.
Y resulta que ellos,
los responsables, a pesar de ser los ineptos que por años han tenido el control
absoluto de las riendas del país, cuando se ven acorralados por la catástrofe
–que, insistiré hasta el cansancio, ellos generaron- quieren responsabilizarnos
a nosotros -la sociedad civil que no los apoya, los ciudadanos comunes y de a
pie- de sus terribles errores. Pues, no señores, la culpa no es, para nada,
nuestra. ¡La situación caótica y miserable que atraviesa el país no la
provocamos quienes la padecemos! Ya hemos sido demasiado masoquistas
resistiéndolos en el gobierno por tanto tiempo. Hemos sido los penitentes de
sus errores, los cuales hemos pagado bien caros.
Mi queja se
fundamenta en declaraciones tan infelices y torpes como las de la ministra esa
que, a la ligera –y a mi juicio, sin una pizca de vergüenza- aseguró que los
anaqueles están vacíos porque nuestras neveras están llenas. ¡Pues serán sus
neveras: las de los ministros, jueces, diputados y militares afectos al
gobierno! Me consta que las neveras de una buena parte de los venezolanos están
a punto de ser desenchufadas, porque ni agua hay para llenar las jarras.
La emergencia
económica que atraviesa Venezuela (tan solo una de las múltiples emergencias
que estamos viviendo en el país), no la generamos nosotros, ni los
industriales, ni los agricultores, ni los propietarios de fábricas que, dicho
sea de paso, muchas de ellas pasaron a manos del Estado vía expropiación y hoy
están en la ruina. Maduro y sus acólitos no pueden seguir culpando a las
víctimas cuando han sido ellos, y no otros, los victimarios. Nicolás no puede
seguir argumentando que, si la Asamblea no le aprueba el decreto para afrontar
la emergencia económica –decreto que, por cierto, no rectifica los errores que
ellos han venido cometiendo- la culpa de lo que pase en el país será de los
diputados que se niegan a aprobarlo; es decir, responsabilizar a quienes
intentan hacerle ver que no son las medidas acertadas, sino que, por el
contrario, nos estrellaremos –esta vez mortalmente- con la misma piedra.
Este comportamiento
no es nuevo. Reconozco que se requiere de mucha entereza, gallardía, madurez
política y valentía, para aceptar y reconocer, públicamente, los errores. Eso
de “culpar a la víctima” es de vieja data. Viene de una expresión que acuñó
William Ryan, en su clásico Blaming the Victim, para criticar la obra escrita
por Daniel Patrick Moynihan, en 1965, The Negro Family: The Case for National
Action, mejor conocido como el Informe Moynihan, un informe que resumía las
teorías del autor sobre la formación de ghettos y la pobreza intergeneracional.
Esto, como era de esperar, generó algunas reacciones, entre ellas las de
William Ryan, quien se encargó de mostrar que las teorías de Moynihan eran
intentos sutiles de desviar la responsabilidad de la pobreza de factores
sociales estructurales, hacia las conductas y patrones culturales de los
pobres. La frase, culpar a la víctima, fue rápidamente adoptada por los
defensores de las víctimas de crímenes; principalmente, las víctimas de
violación acusadas de promover su victimización.
Y este desgobierno ha
sido en los últimos meses, experto en incriminarnos a nosotros de los graves
problemas que tenemos. Son tan descarados que la culpa de la sequía y el
racionamiento del agua es solo del Niño y no de ellos que, a lo largo de 17
años, se cogieron y desviaron los recursos que debieron destinarse para la
construcción de nuevos embalses. Eso es lo que hacen los gobiernos que
planifican de cara al futuro y para enfrentar las contingencias que pudieran
presentarse. No éste, el que lastimosamente preside Nicolás, que ostenta el
sitial de honor en el ranking de la corrupción.
Una apreciada amiga y
reconocida abogada, a propósito de esta situación país que enfrentamos,
calificó acertadamente a los oficialistas y a este modelo que insisten en
implantarnos: “el comunismo es la fachada del crimen organizado”. Contundente
frase que resume a la perfección lo que durante estos agotadores, terribles, inhumanos,
insólitos y dantescos 17 años ha hecho el Socialismo del Siglo XXI con nuestro
país.
Tampoco nos dejemos
engañar con las manifestaciones de rechazo de algunos chavistas que ahora
quieren aparentar que están contra el proceso. Cuando tengan la tentación de
apoyar sus argumentos contra Nicolás, deténganse tan sólo por un momento y
recuerden a Arias Cárdenas, una ficha de Chávez –su partner del alma- quien
fingió estar contra Hugo y ser su contrincante en una elección presidencial.
Piensen mal de todo lo que huela a chavismo arrepentido. Arrepentirse es
válido, cómo no; pero cuando el arrepentimiento viene acompañado con las
acciones honestas y pertinentes que confirmen la disposición real a enmendar el
error.
José Domingo Blanco
(Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
Caracas - Venezuela
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