Todos estamos
conscientes de la gravedad, urgencia e interpelación de los problemas que vive
la humanidad entera a causa de la desigualdad, la indiferencia, la intolerancia
y el terrorismo. De la realidad mundial sabemos hacer juicios acertados. Pero,
cuesta ver la realidad cercana, la que toca nuestra propia cotidianidad. Por
ello, la exhortación del episcopado, nos alerta que nuestro país no escapa a
esta realidad que debemos superar con decisión, sensatez y eficacia. ¿Para qué?
Para reconstruirlo y buscar las mejores respuestas con la participación de
todos los actores sociales.
Muchas veces, la
población, sin distingos, le da una lección a la dirigencia política. La
jornada del 6D fue y es una clara muestra de la responsabilidad cívica y
voluntad pacífica del pueblo venezolano. Las escenas que estamos viendo en el
desconocimiento de la competencia del Poder Legislativo, es la negación de la
realidad: la democracia crece y se consolida en la diversidad y no en la
monocromía que intenta manipularlo todo en función del bien de una parcialidad
y no del bien común.
Corregir, rectificar,
aceptar que la política económica impulsada estos años nos está sumiendo en un
profundo abismo del cual sólo se sale con el concurso de todos. El Papa
Francisco nos invita a superar la globalización de la indiferencia. La medida
de todos nuestros actos no debe estar en ideologías o imposiciones sino en dar
cuenta de qué hemos hecho con nuestro hermano. Tenemos necesidad de ser
artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que nos
dé esperanza y nos haga reanudar con ánimo el camino.
Vivir en democracia
es respetar la voz del pueblo y reconocer que su voz y decisión es la hoja de
ruta de todo dirigente que se precie de trabajar por las angustias y carencias
de la gente. Para ello, es necesario fomentar el diálogo, el respeto y la
búsqueda de soluciones eficaces en la que entran en juego las capacidades de
muchos que están dispuestos a ofrecer caminos nuevos que superen la
paralización en la que está sumida la nación. Hacemos un llamado en este año
jubilar de la misericordia a trabajar por la reconciliación y la paz. Los
frutos de la solidaridad y la fraternidad se expresan en toda obra que nos
lleve a implementar con creatividad y coraje las iniciativas capaces de llenar
los vacíos que se asoman peligrosamente en nuestra sociedad.
Pidamos la fortaleza
como don precioso del Espíritu. Anhelemos ser un pueblo identificado con el
respeto a la dignidad humana, la libertad, la justicia y el compromiso por el
bien común.
Los invitamos a leer
y meditar la Exhortación Pastoral del Episcopado que lleva el título de esta
crónica para que se haga presente la sabiduría del diálogo y el encuentro,
senda por la que podemos vislumbrar la superación de los males que aquejan a
nuestra enferma sociedad.
Monseñor Baltazar
Porras
bepocar@gmail.com
@bepocar
El Universal
Merida - Venezuela
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