Quiso lucir
presidenciable y volar por encima del insulto pero apareció débil en una
temporada política en que los votantes republicanos quieren más un
"vengador" que un estadista.
Hasta el pasado
sábado 7 de febrero Marco Rubio parecía destinado a hacerse con la postulación
presidencial del Partido Republicano. Marco era una especie de estrella polar que
señalaba el rumbo hacia una victoria republicana en noviembre.
Pero entonces
ocurrió el octavo debate del partido en el largo y accidentado camino a la
postulación en sus primarias más intensas y controvertidas en más de medio
siglo. Por primera vez en estas primarias la estrella de Marco Rubio fue
opacada por las nubes borrascosas de un desesperado Chris Christie que se
aferraba a su última oportunidad de mantenerse en la contienda. El pendenciero
insolente que ha hecho de la diatriba y del insulto su preferida estrategia
política le enfiló todos sus cañones y Marco quedó tan paralizado como un
venado cegado por las luces de una rastra que se le viene encima.
En el intenso
intercambio con Christie no se trataron temas de alta política que pudieran
ayudar a superar la crisis creada por el inepto ideólogo de la Casa Blanca. Fue
simplemente una confrontación de caracteres y voluntades. Un duelo a muerte en
un "OK Corral" en que Christie salió victorioso. Marco buscó refugio
atacando a Obama y diciendo que era un Maquiavelo que sabía lo que estaba
haciendo para transformar a la sociedad norteamericana. Un señalamiento
demasiado profundo que escapa a la percepción de la mayoría del electorado y no
tiene utilidad alguna como punto de campaña. Quiso lucir presidenciable y volar
por encima del insulto pero apareció débil en una temporada política en que los
votantes republicanos quieren más un "vengador" que un estadista. Y
ese error de cálculo podría costarle caro.
Pero lo peor de todo
es que Maco Rubio y su equipo ignoraron la guerra avisada de Chris Christie
durante la semana previa al debate. Con un nivel de aprobación por debajo del 4
por ciento, Christie empezó a referirse a Rubio como el "niño en la
burbuja" y a decir que todo lo que hacía era repetir una monserga que
tenía memorizada. Hasta ese momento, Rubio aparecía como la alternativa a Jeb
Bush que contaría con el apoyo de la guardia atrincherada del Partido Republicano.
Christie sabía que, para tener vida después de New Hampshire, tenía que
destruir al heredero y convertirse en otra alternativa de los grandes intereses
del partido. Y no me caben dudas de que, al menos por el momento, logró su
propósito.
En el momento en que
escribo estas líneas no han tenido lugar aún las primarias de New Hampshire que
serán el termómetro que nos permitirá medir el daño sufrido por Marco Rubio y
los beneficios logrados por Christie como resultado de este duelo de palabras.
Entonces sabremos si la sonrisa "angélica" de Marco lo inoculará de
los dardos venenosos del belicoso Chris Christie. Mientras observaba el debate
me pasó varias veces por la mente que la ciencia de la política es quizás una
de las más alejadas de las matemáticas. Mientras en la segunda predomina la
certeza, la primera está plagada de incertidumbre.
Sin embargo, hay algo
donde no tengo la menor duda. El debate en New Hampshire ha prolongado las
primarias republicanas y abierto nuevas esperanzas a otros aspirantes a la
postulación. La lista que pudo haberse reducido a cuatro candidatos con
probabilidades de ser postulados parece ahora haber aumentado a seis: Trump,
Cruz, Rubio y los gobernadores Bush, Kasich y Christie. Lo que pudo haberse
decidido en Carolina del Sur podría prolongarse hasta Nevada e incluso a las
primarias del "Supertuesday" el primero de marzo. Un gran regalo para
un Partido Demócrata que podría verse obligado a sustituir a Hillary Clinton
como su abanderada si esta llegara a ser enjuiciada. Por otra parte, no tengo
dudas de que, aunque Marco Rubio podría todavía superar este tropezón, no puede
darse el lujo de sufrir otro descalabro porque quedaría eliminado de la
contienda por la presidencia.
Quiero, antes de
terminar, dejar bien claro que Marco Rubio sigue siendo mi candidato preferido,
aunque votaría por cualquiera de los republicanos con tal de salir de este
pantano de izquierda y demagogia en que nos ha sumido Barack Obama. Lo
considero además el más capacitado para unir a las distintas vertientes del
Partido Republicano, atraer a un buen número de votantes independientes, poner
de moda la filosofía conservadora y derrotar a una Hillary Clinton que, con el
perdón de las abuelas, parecería su abuela en cualquier debate televisado
frente a este joven optimista y elocuente. Eso tiene que tener desvelados a los
dos ancianos perversos que mienten, roban y calumnian con tal de regresar a la
Casa Blanca.
Pero, como decimos en
nuestra lenguaje cotidiano, Marco Rubio "tiene que ponerse las
pilas". Darse cuenta de que, antes de llegar a las elecciones generales,
tiene que ganar las primarias confrontando a gente que juega con cartas
marcadas y desafiando intereses poderosos que están empecinados en mantener sus
privilegios. Frente a ellos de nada le valen su "pico de oro" y su
sonrisita del millón de dólares. Tiene que pegarle duro a sus adversarios una y
otra vez para demostrarle a sus seguidores que, detrás de la elocuencia y de la
sabiduría, hay un macho que no se deja intimidar por Chris Christie ni se
dejará intimidar por Vladimir Putin.
Alfredo Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de
www.lanuevanacion.com
Estados Unidos
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