Venezuela se está
desmoronando por momentos: su economía se contrajo más de un 10% en 2015 y se
estima que, como poco, podría caer otro 8% en 2016. En total, pues, el PIB del
país se habrá hundido en un trienio tanto cómo lo ha hecho el de Grecia desde
que arrancara la crisis. Pero, evidentemente, los problemas del régimen
chavista son mucho mayores que los de nuestro socio europeo: no ya porque la
inflación en Venezuela esté absolutamente fuera de control —sólo este año, el
FMI prevé que su IPC alcance la demoledora cifra del 720%—, sino porque la
fortísima depreciación de su divisa, unida a los arbitrarios controles de
capitales y de precios por parte de su gobierno, ha provocado un
desabastecimiento generalizado de productos de primera necesidad.
Al final, la
revolución bolivariana no era más que la revolución del petrodólar en manos de
la oligarquía bolivariana: tan pronto como el precio del crudo ha pinchado
desde sus máximos históricos, el caos económico y social se ha generalizado. La
supervivencia del régimen con un precio del barril por debajo de 30 dólares se
antoja harto complicada sin institucionalizar la violencia y la represión
incluso más de lo que ya lo están en la actualidad.
Pese a esta
concluyente evidencia, todavía son legión quienes, sin embargo, sostienen que
el legado económico del chavismo no es tan negativo. A la postre, bajo el
mandato de Chávez, la renta per cápita creció y la pobreza o la desigualdad se
redujeron. Acaso, pues, el comatoso estado actual de Venezuela se deba más a un
transitorio pinchazo del petróleo que a una destrucción política de los
fundamentos económicos del país. A largo plazo, alegan los más pertinaces y
ciegos defensores del caciquismo bolivariano, los logros económicos y sociales
de Chávez serán evidentes para todos.
Mas no parece que el
chavismo haya beneficiado en lo más mínimo a los venezolanos ni siquiera
durante la época de los pujantes precios del crudo. Así, en su reciente ensayo
"The Economic Consequences of Hugo Chávez" ["Las consecuencias
económicas de Hugo Chávez"], los economistas Kevin Grier y Norman Maynard
demuestran que la influencia de las políticas bolivarianas ha sido nefasta para
el desarrollo del país. Para probarlo, recurren a un análisis de enorme
interés: dado que no podemos conocer directamente cómo habría sido una
Venezuela sin Chávez, estos dos economistas generan estadísticamente una
“Venezuela simulada” a partir de los datos de países con características
similares a las de Venezuela (en esencia, países latinoamericanos y de miembros
de la OPEP). Antes del chavismo, la evolución de esta “Venezuela simulada” es
prácticamente calcada a la de la Venezuela real en variables como la renta per
cápita, la esperanza de vida, la mortalidad infantil, la pobreza y la
desigualdad. Pero una vez llega Chávez al poder, ambas Venezuelas comienzan a
divergir… y lo hace para mal.
Así, mientras que la
Venezuela chavista no logra mejorar en nada el comportamiento de la esperanza
de vida, de la mortalidad infantil, de la pobreza o de la desigualdad con
respecto a la Venezuela simulada (es decir, Chávez no influyó ni para bien ni
para mal en estas variables), sí empeora muy sustancialmente en cuanto a renta
per cápita: en concreto, los venezolanos eran en 2011 un 33% más pobres de lo
que lo habrían sido sin Chávez. Y recalco que este estudio abarca hasta 2011:
ni siquiera tiene en cuenta, pues, el hundimiento actual del régimen. La
realidad del socialismo bolivariano terminará siendo, por desgracia, muchísimo
peor.
Este artículo fue
publicado originalmente en La Razón (España) el 1 de febrero de 2016.
@ElCatoEnCorto
gcalderon@cato.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario