Conocí a Aristóbulo
Istúriz como un hombre inteligente y grato. Hicimos el programa Blanco &
Negro en Globovisión, bajo el entusiasta impulso de Alberto Federico Ravell y
fue una buena época de debate. Tenía un espíritu abierto, lo que contribuyó a
que nuestro programa fuese diálogo creador. Ese espacio terminó porque
Aristóbulo estaba próximo a ser requerido por Chávez como ministro de Educación
y a mí se me abrió una inapreciable oportunidad académica en el exterior.
Después de esa época no nos vimos, aun cuando conversamos unas pocas veces por
teléfono.
Más adelante
Aristóbulo se sumergió en una radicalización política y verbal que no se
compaginaba con el talante que le había conocido. Sin embargo, en las recientes
elecciones, como resultado de la derrota colosal del régimen, tuvo un tono
autocrítico y la semana pasada volvió a hablar de las colas y la escasez como
elementos del desastre electoral rojo. Él sabe que el volcán que se mueve en
las entrañas de la sociedad está a punto de explotar y cuando habla de escasez
se refiere al descomunal fracaso del régimen del cual ahora es la segunda –¿la
tercera?– figura.
Sin embargo, el papel
que creo que le corresponderá pronto es el de reemplazar a Maduro una vez que
se produzca lo que parece inevitable: su renuncia. En términos
constitucionales, Aristóbulo podría tener la misión de ser presidente hasta las
inmediatas elecciones presidenciales de este año.
Si Aristóbulo asume
la presidencia de la República tiene tres caminos: intentar seguir por el
precipicio de Chávez-Maduro, lo que conduciría a catástrofes impensables;
también podría designar un vicepresidente de consenso con la oposición, y luego
renunciar para que este personaje conduzca la transición (desde luego no sería
un “notable”; todos ya muertos después de haber propiciado la devastación
actual) o podría constituir un gabinete de emergencia y de consenso, cuya
primera medida para descomprimir el país, sería la liberación de los presos
políticos y el retorno de los exiliados, e implementar un plan masivo de
suministro de alimentos y medicinas al país. En cualquier caso, elecciones
presidenciales ya.
Venezuela está en una
situación catastrófica. Para enfrentarla, variados actores pueden tener la
palabra, pero hay cuatro que serán claves: Henry Ramos Allup, representante de
la legitimidad popular indiscutible y reciente; Aristóbulo Istúriz, posible
cabeza negociadora del régimen que muere; Vladimir López Padrino, el que guarda
las escopetas. Y las masas a punto de rebelión generalizada.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com
Caracas - Venezuela
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