El socialismo parece regirse por la “ley del
péndulo”: es el “ciclo económico” que describen los economistas de la Escuela
Austríaca, pero en el plano político. Hay dos fases.
Primero hay el populismo desenfrenado. Se desata la
fase expansiva en la economía, con alza en el gasto estatal, y emitiendo
toneladas de billetes. Se va a “proteger a la industria nacional”, así que se
otorgan subsidios y monopolios; de este modo se crean empresas antieconómicas,
y empleos artificiales. Aumenta el empleo estatal, y se decretan “planes
sociales” para comprar votos. Además, se relajan las exigencias en los
préstamos, para “estimular la demanda”, o sea el consumo, estilo Keynes.
Pero si no hay ahorro ni capitalización, no hay
desarrollo, ni crecimiento. La economía cerrada se hace ineficiente. Y la
borrachera “social” termina en gran resaca: estanflación (inflación con estancamiento),
desinversiones, con quiebras o cierres de empresas, y paro masivo.
Entonces llegan los “Neo” liberales, para la
segunda fase, la “contención”.
¿Toman medidas radicales, como debe ser, para
acabar con el estatismo? ¡No! “No hay piso político”, dicen. “No es viable”. No
es “políticamente factible”. Por tanto, se limitan a corregir algunos de los
excesos más groseros y aberrantes del socialismo. Nada más. “Estabilización” es
un mantra favorito.
Como los bomberos, apagan el fuego; pero sin reformas
de fondo. Hay apertura al exterior, pero “no demasiado; ¡no nos vayamos al otro
extremo!”, explican.
Sin embargo los “ajustes” se quedan cortos, porque
no van a la raíz del problema: no se derogan las leyes malas; por eso no hay
cambios estructurales ni mejoras sostenibles. Tarde o temprano hay descontento,
que va “in crescendo”, hasta que a caballo de “la crisis”, la izquierda radical
regresa con su demagogia al poder, más tarde o más temprano. El péndulo cambia
de curso. Y el ciclo recomienza.
Ejemplo: Argentina. Terminó ahora otra fase
populista salvaje, y llegó la caballería al rescate. Esta película ya se ha
visto, muchas veces. ¿Cuántas? El economista José Luis Espert nos recuerda
“cinco crisis en medio siglo”. Pero hubo otras, anteriores.
(1) La primera década peronista (1945-55) destruyó
gran parte de la economía argentina, aunque muchos de los fundamentos del
estatismo, como por ej. el Banco Central, fueron puestos por los conservadores
en la década anterior. Y con Aramburu Presidente, fue Raúl Prebisch, ex
funcionario en aquellos gobiernos, y economista no liberal sino keynesiano,
quien propuso el Plan Prebisch para “corregir el caos”. Casi todo el país se
opuso al Plan, que aunque muy intervencionista, se calificó de “ultra-liberal”,
y ni se pudo aplicar totalmente. Aquella “Revolución Libertadora” terminó sin
hacer la tarea.
(2) Pero los militares co-gobernaron de hecho con
el radical Arturo Frondizi (1958-62), a través del Ing. Álvaro Alsogaray,
economista liberal encargado de “contener” al Super-Ministro Rogelio Frigerio,
que era partidario de una economía nazi-stalinista.
(3) A la caída de Frondizi, el tira-y-afloja entre
populismo y “ortodoxia” continuó bajo su sucesor José M. Guido. En su breve
interinato de 1962-63, hubo hasta una mini-guerra civil: “azules” versus
“colorados”.
(4) El radical Arturo Illía (1963-66) hizo una fase
populista muy moderada. Y con el Gral. Onganía, la consecuente fase
“Neo-liberal” fue encabezada por el Ministro Krieger Vasena, tan desastrosa que
la crisis arrastró al Presidente, quien fue derrocado, al igual que en los
casos previos ya vistos. Y en otros que siguieron.
(5) Tras los descalabros nazi-socialistas de
Galtieri y Cámpora, el populismo “montonero” siguió con Ber Gelbard, ya con
Juan Perón (1973-74). Hasta que María Estela Martínez llamó a los más
“ortodoxos” (¿?) Alfredo Gómez Morales y Celestino Rodrigo, para “clean up the
mess” (limpiar el desastre). No pudieron.
(6) El Gral. Videla se trajo en 1976 a José A.
Martínez de Hoz, un “ultra-liberal” que estatizó una compañía eléctrica, la
CIAE. Otro fracaso; terminó en la crisis financiera de 1980, la cual también se
llevó al Presidente, en marzo de 1981. Tampoco pudieron sus sucesores
“liberales”, Lorenzo Sigaut, Roberto Alemann y Jorge Wehbe. Misma película,
actores diferentes.
(7) Como era de esperarse, “el retorno de la
democracia” trajo consigo una fase populista muy aguda, al punto que el radical
Raúl Alfonsín tuvo que entregar anticipadamente a Carlos Menem en 1989, en
medio de la hiperinflación. Con Domingo Cavallo, el peronista Menem hizo la
experiencia “Neo” liberal más estable y comparativamente exitosa: toda una
década, la de los ’90.
(8) Por eso el radical Fernando De la Rúa
(1999-2001) quiso reeditar el menemismo, Cavallo incluido. Pero no pudo, y como
a Frondizi, la crisis le explotó en la cara: no terminó su lapso. La
“estabilización” llegó con el Presidente Eduardo Duhalde y su Ministro
“ortodoxo”, Roberto Lavagna (2002-03). Y luego otra vez la loca economía
montonera: los Kirchner. Hasta ahora.
Ocho antecedentes previos, todos muy similares, que
el señor Macri debería revisar, ¿no te parece?
Alberto Mansueti
alberman02@hotmail.com
@alberman02
Bolivia
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