Los venezolanos no
son los únicos que están alarmados y sorprendidos de que su actual situación de
crisis, pareciera no ser suficiente ni grave como para provocar urgentes
decisiones gubernamentales que cambien
su situación actual de cosas.
Venezuela y su
multicrisis es también tema obligado en las agendas internacionales que rigen
los encuentros de gobiernos, banca de inversión y calificadoras de riesgo,
organizaciones políticas, académicos, investigadores sociales, estudiantes y
eventos relacionados con la inseguridad en el mundo.
No hay, en fin,
espacios para el análisis, el diálogo, las reflexiones serias, ajenas al
fetichismo ideológico y a la adoración caudillesca, en las que el nombre de
Venezuela, con soberanía, potencia y Patria como reliquia tercermundista y
carta de presentación en pleno Siglo XXI, sea ingrato ejemplo de lo peor, como
consecuencia de lo que sucede cuando se incurre en errores en la conducción de
cualquier país con recursos o sin recursos, y
de la naturaleza que sea.
Calculadora en mano,
inclusive, hay conferencistas que arrancan sus disertaciones sugiriendo dividir
1 billón 300 mil millones de dólares entre treinta millones de personas, para
precisar el ingreso percápita durante poco más de dos décadas diez años, y
concluir en que dicho ingreso jamás sucedió. Porque lo sorprendente es que esas
mismas personas, actualmente, están siendo víctimas de escasez de alimentos, de
medicinas, de agua potable, de electricidad, de educación de calidad; también
de la desenfrenada agresión de una sofisticada delincuencia organizada, y la
imposibilidad de poder adquirir oportunamente un paquete de papel sanitario.
Es decir, descrito de
otra manera, el mismo país que recibió
más ingresos percápita en el continente americano y tal vez en el mundo durante
los últimos 12 años, es hoy también ejemplo de país quebrado financieramente,
de empobrecimiento colectivo. Que, además, exhibe con dolor y rabia -solamente
para sus habitantes no comprometidos con responsabilidades
gubernamentales- el hecho de tener la
Capital de la República más violenta del mundo, y de estar liderando el ranking
de Transparencia Internacional sobre las naciones más corruptas de
Latinoamérica.
Fuera del territorio
nacional, las sumas, divisiones y cálculos terminan demostrando la verdad y la
gravedad de lo social, económico y moral que hoy está viviendo la población
venezolana. Internamente, las consideraciones numéricas pasan por la
cuantificación. Pero también por la obligación de definir la manera inteligente
de aparear la habilidad de administrar bolívares, en su relación de la
capacidad destructiva que, hora tras hora, ejerce la inflación desenfrenada que
se apoderó del sistema de vida de la población, sencillamente porque así lo
dispusieron el Poder Ejecutivo y el Banco Central de Venezuela.
¿Y qué hacer para
satisfacer necesidades básicas, mientras la impresión general que reina en el
ambiente es la de que la otrora dadivosa y petulante Venezuela se quedó sin
recursos hasta para garantizarle alimentación básica a su gente?.
Si cada mortal
criollo hiciera un presupuesto simple y sencillo de sólo dos columnas, como los
proponían los contables del pasado reciente, entre visera, camisa manga larga
blanca con una goma y anteojos, y con un simple Debe y Haber, cada quien
llegaría a una conclusión simple y básica: para importar alimentos, medicinas, materias primas, partes, repuestos
y otros, honrar la deuda externa, por lo menos, en el 2016 hay que egresar -o disponer- de un poco más de
70.000 millones de dólares. Pero los ingresos totales por concepto de
recaudación de impuestos, reservas internacionales, renta petrolera y otros
ingresos, apenas -y siendo optimistas-
no llegarán a 45.000 millones de dólares, y sin mencionar el hecho de
que el precio del petróleo tiende a seguir bajando o a no recuperar niveles
acordes con lo que Venezuela necesita para seguir su loca vida de la renta a
todo trapo.
En el entendido de
que el Banco Central utilizara todas las reservas que dice tener en bóveda, aún
así, los cálculos indican que no hay disponibilidad para cubrir los egresos en
las actuales condiciones de gastos. ¿A qué artilugio conceptual o numérico va a
recurrir después, para convencer a los acreedores nacionales e internacionales
que el flujo de caja sí da? ¿Acaso al mismo que empleó para poner en la calle
una inflación porcentual de poco más de 141% hasta septiembre de 2015?.
Ese es el balance del
primer mes del año en curso a cargo de un Poder Ejecutivo que sólo se ocupa de
tratar de convencer a su población y a los gobiernos del mundo, que goza de
fuerza y capacidad para ostentar el poder. También de veintiséis días de nuevo
Poder Legislativo. Y, ante ambos, está una población expectante, ansiosa y
deseosa de que le ofrezcan luces en su oscuro camino de colas, escasez y
dificultades. Nadie clama por milagros; tampoco por decisiones y acciones
mágicas. Simplemente, espera que se produzcan serios ejemplos de que el país y
su gente cuentan; que no sólo privan como motivo propicio para el
enfrentamiento y la confrontación. Porque de lo que se trata, es de que hay que
salvar al país. Y eso pasa por la obligación política de aceptar que lo
determinante e importante no es “quién
lo hizo o si no lo hizo; tampoco
cuándo, ni cómo”. Eso, sin dejar
de ser importante, no es lo urgente. Puede quedar para más adelante. Lo que
cuenta, es el ¡ya¡.
¿En dónde están las
soluciones?. ¿Cómo se van a atender los requerimientos inmediatos? ¿Qué hay qué
hacer?. ¿Quiénes son los llamados a participar en la consecución de esas
soluciones?. La gravedad de lo que se ha creado, apremia; obliga a hablar y a
discutir menos, y a decidir y a actuar con prontitud?. Hace ya tres años,
Formato del Futuro alertó que las colas eran una combinación de necesidades
insatisfechas y de rabia ante la indiferencia con la que se atendía esa
situación. A finales de enero del 2016, hasta el tiempo para actuar escasea y
el intercambio de insultos no aplaca el hambre; tampoco evita el llanto
familiar que provoca la imposibilidad de poder comprar la medicina necesaria
para aliviar dolores en situaciones de enfermedades terminales.
Simultáneamente, con
las respuestas que se necesitan para atacar las situaciones coyunturales, no es
posible desatender cada causa de los peores problemas que hoy se viven. Y eso
lo que sugiere, es diseñar un plan de ruta, y mucho trabajo factible y realista
en sus propósitos y alcances, como: UNIFICAR el valor de la moneda, con
miras a llegar a corto plazo a la libre
convertibilidad y compra de divisas; es la manera de destruir el nudo gordiano de todos los problemas
económicos; TITULARIZAR la deuda externa por compras de maquinarias, materias
primas, alimentos y medicamentos recibidas y no pagadas. Muchas de ellas ya
fueron canceladas internamente en bolívares; es el paso imprescindible para
reaperturar el mercado de importaciones.
De igual manera, MODIFICAR o eliminar la Ley de Precios
Justos, que sólo pretende que las empresas vendan a pérdidas; el mercado, el
mismo que es válido para el negocio petrolero, también debe hacerse presente en
este caso; CANCELAR todos los convenios o regalías de dinero o productos a
países tratados como clientes preferenciales y negociar sus deudas; REVISAR
todos los convenios internacionales de intención o adquisición de préstamos,
compras o asociaciones de cualquier tipo, y renegociar si el caso lo requiere;
INVENTARIAR todas las empresas, fincas, servicios y activos que estén en manos
del Gobierno y que sean improductivas o generadoras de pérdidas, y definir qué
se vende y con qué se queda el Estado, en estricto apego a lo que establece la
Constitución;. AUDITAR y reestructurar con concepto de alta gerencia a PDVSA en
procura de hacerla rentable, y delastrarla de toda actividad que no sea
inherente a su razón social.
Asimismo, PRIORIZAR
todo el esfuerzo en reactivar y recuperar la producción agroalimentaria y
medicamentos con sus respectivos equipos y materias primas; FOMENTAR,
facilitar, incentivar y premiar a toda industria de exportación; PROMOCIONAR y
propiciar todo lo que sea necesario para desarrollar una verdadera industria
del turismo en el país y donde todo sea posible ganar-ganar; ACTIVAR una
rigurosa y firme lucha contra el hampa, integrando todas las fuerzas combativas
de la nación, como son Policías, Fuerzas
Armadas Nacionales y Poder Judicial con tolerancia cero; FACILITAR todos los
procesos administrativos en procura del fortalecimiento del desarrollo y
fortalecimiento de la empresa privada; INICIAR los contactos con los organismos
financieros internacionales en procura de un posible financiamiento de
estabilización; ESTUDIAR con muy buen criterio analítico el inminente y
necesario incremento en el precio de los combustibles y control del destino de
los fondos provenientes de los nuevos precios.
Se trata de las
tareas que los venezolanos tienen que acometer,
ante esta grave y alarmante situación. Si no se deponen egos y se activa un diálogo sincero, y mientras se continúa desperdiciando el valioso del tiempo
del cual se dispone para impedir que la anarquía se siga profundizando,
Venezuela continuará cosechando liderazgos del mismo tenor que los que hoy se
citan más allá de las fronteras, como ejemplo de lo que sucede cuando se
desatiende la seriedad que implica el ejercicio de la conducción y de la
gobernabilidad. Y eso, sin duda alguna, puede evitarse. Aunque lo que no puede
impedirse es que, por negligencia o apatía, treinta millones de ciudadanos ya
no quieran seguir combinando colas con hambre y rabia, pero sí hacerse sentir
socialmente en condiciones inconvenientes.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
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