domingo, 31 de enero de 2016

EGILDO LUJÁN NAVA, EXCUSAS NO. SOLUCIONES SÍ

Los venezolanos no son los únicos que están alarmados y sorprendidos de que su actual situación de crisis, pareciera no ser suficiente ni grave como para provocar urgentes decisiones gubernamentales  que cambien su situación actual de cosas.

Venezuela y su multicrisis es también tema obligado en las agendas internacionales que rigen los encuentros de gobiernos, banca de inversión y calificadoras de riesgo, organizaciones políticas, académicos, investigadores sociales, estudiantes y eventos relacionados con la inseguridad en el mundo.

No hay, en fin, espacios para el análisis, el diálogo, las reflexiones serias, ajenas al fetichismo ideológico y a la adoración caudillesca, en las que el nombre de Venezuela, con soberanía, potencia y Patria como reliquia tercermundista y carta de presentación en pleno Siglo XXI, sea ingrato ejemplo de lo peor, como consecuencia de lo que sucede cuando se incurre en errores en la conducción de cualquier país con recursos o sin recursos, y  de la naturaleza que sea.

Calculadora en mano, inclusive, hay conferencistas que arrancan sus disertaciones sugiriendo dividir 1 billón 300 mil millones de dólares entre treinta millones de personas, para precisar el ingreso percápita durante poco más de dos décadas diez años, y concluir en que dicho ingreso jamás sucedió. Porque lo sorprendente es que esas mismas personas, actualmente, están siendo víctimas de escasez de alimentos, de medicinas, de agua potable, de electricidad, de educación de calidad; también de la desenfrenada agresión de una sofisticada delincuencia organizada, y la imposibilidad de poder adquirir oportunamente un paquete de papel sanitario.

Es decir, descrito de otra manera,  el mismo país que recibió más ingresos percápita en el continente americano y tal vez en el mundo durante los últimos 12 años, es hoy también ejemplo de país quebrado financieramente, de empobrecimiento colectivo. Que, además, exhibe con dolor y rabia -solamente para sus habitantes no comprometidos con responsabilidades gubernamentales-  el hecho de tener la Capital de la República más violenta del mundo, y de estar liderando el ranking de Transparencia Internacional sobre las naciones más corruptas de Latinoamérica.

Fuera del territorio nacional, las sumas, divisiones y cálculos terminan demostrando la verdad y la gravedad de lo social, económico y moral que hoy está viviendo la población venezolana. Internamente, las consideraciones numéricas pasan por la cuantificación. Pero también por la obligación de definir la manera inteligente de aparear la habilidad de administrar bolívares, en su relación de la capacidad destructiva que, hora tras hora, ejerce la inflación desenfrenada que se apoderó del sistema de vida de la población, sencillamente porque así lo dispusieron el Poder Ejecutivo y el Banco Central de Venezuela.

¿Y qué hacer para satisfacer necesidades básicas, mientras la impresión general que reina en el ambiente es la de que la otrora dadivosa y petulante Venezuela se quedó sin recursos hasta para garantizarle alimentación básica a su gente?.

Si cada mortal criollo hiciera un presupuesto simple y sencillo de sólo dos columnas, como los proponían los contables del pasado reciente, entre visera, camisa manga larga blanca con una goma y anteojos, y con un simple Debe y Haber, cada quien llegaría a una conclusión simple y básica: para importar alimentos,  medicinas, materias primas, partes, repuestos y otros, honrar la deuda externa, por lo menos, en el 2016 hay  que egresar -o disponer- de un poco más de 70.000 millones de dólares. Pero los ingresos totales por concepto de recaudación de impuestos, reservas internacionales, renta petrolera y otros ingresos, apenas -y siendo optimistas-  no llegarán a 45.000 millones de dólares, y sin mencionar el hecho de que el precio del petróleo tiende a seguir bajando o a no recuperar niveles acordes con lo que Venezuela necesita para seguir su loca vida de la renta a todo trapo.

En el entendido de que el Banco Central utilizara todas las reservas que dice tener en bóveda, aún así, los cálculos indican que no hay disponibilidad para cubrir los egresos en las actuales condiciones de gastos. ¿A qué artilugio conceptual o numérico va a recurrir después, para convencer a los acreedores nacionales e internacionales que el flujo de caja sí da? ¿Acaso al mismo que empleó para poner en la calle una inflación porcentual de poco más de 141% hasta septiembre de 2015?.

Ese es el balance del primer mes del año en curso a cargo de un Poder Ejecutivo que sólo se ocupa de tratar de convencer a su población y a los gobiernos del mundo, que goza de fuerza y capacidad para ostentar el poder. También de veintiséis días de nuevo Poder Legislativo. Y, ante ambos, está una población expectante, ansiosa y deseosa de que le ofrezcan luces en su oscuro camino de colas, escasez y dificultades. Nadie clama por milagros; tampoco por decisiones y acciones mágicas. Simplemente, espera que se produzcan serios ejemplos de que el país y su gente cuentan; que no sólo privan como motivo propicio para el enfrentamiento y la confrontación. Porque de lo que se trata, es de que hay que salvar al país. Y eso pasa por la obligación política de aceptar que lo determinante e importante no  es “quién lo hizo o si no lo hizo; tampoco  cuándo,  ni cómo”. Eso, sin dejar de ser importante, no es lo urgente. Puede quedar para más adelante. Lo que cuenta, es el ¡ya¡.

¿En dónde están las soluciones?. ¿Cómo se van a atender los requerimientos inmediatos? ¿Qué hay qué hacer?. ¿Quiénes son los llamados a participar en la consecución de esas soluciones?. La gravedad de lo que se ha creado, apremia; obliga a hablar y a discutir menos, y a decidir y a actuar con prontitud?. Hace ya tres años, Formato del Futuro alertó que las colas eran una combinación de necesidades insatisfechas y de rabia ante la indiferencia con la que se atendía esa situación. A finales de enero del 2016, hasta el tiempo para actuar escasea y el intercambio de insultos no aplaca el hambre; tampoco evita el llanto familiar que provoca la imposibilidad de poder comprar la medicina necesaria para aliviar dolores en situaciones de enfermedades terminales.

Simultáneamente, con las respuestas que se necesitan para atacar las situaciones coyunturales, no es posible desatender cada causa de los peores problemas que hoy se viven. Y eso lo que sugiere, es diseñar un plan de ruta, y mucho trabajo factible y realista en sus propósitos y alcances, como: UNIFICAR el valor de la moneda, con miras  a llegar a corto plazo a la libre convertibilidad y compra de divisas; es la manera de destruir  el nudo gordiano de todos los problemas económicos; TITULARIZAR la deuda externa por compras de maquinarias, materias primas, alimentos y medicamentos recibidas y no pagadas. Muchas de ellas ya fueron canceladas internamente en bolívares; es el paso imprescindible para reaperturar el mercado de importaciones.

De igual manera,  MODIFICAR o eliminar la Ley de Precios Justos, que sólo pretende que las empresas vendan a pérdidas; el mercado, el mismo que es válido para el negocio petrolero, también debe hacerse presente en este caso; CANCELAR todos los convenios o regalías de dinero o productos a países tratados como clientes preferenciales y negociar sus deudas; REVISAR todos los convenios internacionales de intención o adquisición de préstamos, compras o asociaciones de cualquier tipo, y renegociar si el caso lo requiere; INVENTARIAR todas las empresas, fincas, servicios y activos que estén en manos del Gobierno y que sean improductivas o generadoras de pérdidas, y definir qué se vende y con qué se queda el Estado, en estricto apego a lo que establece la Constitución;. AUDITAR y reestructurar con concepto de alta gerencia a PDVSA en procura de hacerla rentable, y delastrarla de toda actividad que no sea inherente a su razón social.

Asimismo, PRIORIZAR todo el esfuerzo en reactivar y recuperar la producción agroalimentaria y medicamentos con sus respectivos equipos y materias primas; FOMENTAR, facilitar, incentivar y premiar a toda industria de exportación; PROMOCIONAR y propiciar todo lo que sea necesario para desarrollar una verdadera industria del turismo en el país y donde todo sea posible ganar-ganar; ACTIVAR una rigurosa y firme lucha contra el hampa, integrando todas las fuerzas combativas de la nación, como son  Policías, Fuerzas Armadas Nacionales y Poder Judicial con tolerancia cero; FACILITAR todos los procesos administrativos en procura del fortalecimiento del desarrollo y fortalecimiento de la empresa privada; INICIAR los contactos con los organismos financieros internacionales en procura de un posible financiamiento de estabilización; ESTUDIAR con muy buen criterio analítico el inminente y necesario incremento en el precio de los combustibles y control del destino de los fondos provenientes de los nuevos precios.

Se trata de las tareas que los venezolanos tienen que acometer,  ante esta grave y alarmante situación. Si  no se deponen egos y se  activa un diálogo sincero, y mientras se  continúa desperdiciando el valioso del tiempo del cual se dispone para impedir que la anarquía se siga profundizando, Venezuela continuará cosechando liderazgos del mismo tenor que los que hoy se citan más allá de las fronteras, como ejemplo de lo que sucede cuando se desatiende la seriedad que implica el ejercicio de la conducción y de la gobernabilidad. Y eso, sin duda alguna, puede evitarse. Aunque lo que no puede impedirse es que, por negligencia o apatía, treinta millones de ciudadanos ya no quieran seguir combinando colas con hambre y rabia, pero sí hacerse sentir socialmente en condiciones inconvenientes.  

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga

Miranda - Venezuela

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