sábado, 13 de febrero de 2016

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, ENMIENDA CONSTITUCIONAL O LA CARRETA DELANTE DE LOS BUEYES, DESDE ESPAÑA

Ante la casi dantesca situación de agobio que viven a diario los venezolanos, donde las colas permanentes para buscar alimentos, medicinas y artículos de primera necesidad en general, pintan la realidad de un paisaje  propio, más bien, de un país tercer mundista, cada vez  más alejado de lo que era la Venezuela de hace apenas dos décadas atrás, la única solución posible  parece un cambio de rumbo y, por ende, de  gobierno.

No creemos que nadie o casi nadie, ponga en duda esa premisa. Más aún, cuando el régimen de Maduro lo que ha logrado, en estos tres  largos años de mandato, es prolongar las políticas económico-sociales de Chávez, desconociendo que las condiciones habían cambiado, y  acentuando una crisis que solo nos puede conducir a un profundo despeñadero.  Casi dos décadas de socialismo chavista, han sido más que suficientes.
Ahora bien, ¿debemos esperar a que ese cambio se produzca por causa naturales o le corresponde a  la Asamblea Nacional, bastión donde actualmente se concentra el poder político de la oposición, actuar como un precipitante? he ahí el dilema, no obstante, que  la decisión ya esté tomada y solo haya dudas estratégicas, para escoger entre una propuesta de enmienda para recortar el mandato de Maduro, un referéndum revocatorio o, incluso, una nueva constituyente.
En América Latina, la Constitución ha sido más un instrumento político al servicio de causas personalistas, que una ley superior sobre la que cimentar las estructuras del Estado y fundamentar sus instituciones jurídicas y políticas. Dentro de los ejemplos más recientes encontramos el de Ecuador a finales del año pasado, que eliminó la limitante de una sola reelección, permitiendo con la reforma la reelección indefinida, pues aun cuando se restringió su entrada en vigencia a partir del 24 de mayo del 2017, cuando supuestamente ya las elecciones presidenciales se deben haber realizado, estamos seguros que si las circunstancias políticas le son favorables, la continuidad de Correa en el cargo está asegurada.
Algo similar ocurrió en septiembre del año pasado en Bolivia, donde la Asamblea Legislativa, por medio de una reforma insólita de la Constitución del año 2009, le dio una nueva oportunidad de reelección a Evo Morales, que le permitirá presentarse, por cuarta vez consecutiva, a  las elecciones del 2019. Curioso es el caso de Honduras donde en abril del 2015, fue derogada por su máximo tribunal, la prohibición constitucional de reelección presidencial, seis años después de que Manuel Zelaya fuera derrocado de la presidencia por intentar hacer lo mismo, pero a través de un referéndum popular.
Todo esto, sin contar  algunas tentaciones que quedaron en el aire, como por ejemplo, la del presidente colombiano Álvaro Uribe, quien después de agotar los dos periodos que le daba la reforma constitucional del 2004, coqueteó con la idea de un tercer periodo que no estaba previsto en la carta magna, o la de la señora Fernández de Kirchner, quien no obstante tenerlo vedado por la Constitución de su país, estuvo un tiempo desojando la margarita en el 2015, para decidir si se lanzaba o no a la aventura de  un tercer periodo.
Ni que decir de Venezuela donde Chávez, con tan solo unos meses en el poder, no reforma la Constitución de 1961, sino que, con la ayuda de la Asamblea Constituyente de 1999, la sustituye por otra a su imagen y semejanza, en la cual, no satisfecho con alargar el periodo presidencial a seis años con posibilidad de reelección inmediata, por una única vez, se da el lujo en el 2009, de enmendarla o reformarla, qué más da, después de un primer intento fallido, y permitir así, con el favor del pueblo, su reelección infinita que solo una temprana muerte impidió. 
Demás está decir que todas estas reformas y modificaciones constitucionales con el único propósito de perpetuarse en el poder, se han dado en cada uno de esos países en un ambiente de consenso o conveniencia política, donde el presidente de turno contaba con la ayuda o visto bueno de su propia tolda política, de los poderes públicos como el poder legislativo y el judicial,  así como de una buena o no tan mala posición en la mediciones de opinión. Si no monopolizaban el poder, al menos, podían contabilizarlo a su favor, descartando sin mucho riesgo, cualquier predisposición en contra de sus opositores, incluso de los  más  acérrimos. Por eso fracasó, por ejemplo, la intentona de reforma constitucional y reelección de Zelaya, o se enfriaron las posibilidades de una nueva presidencia en los casos de Uribe y de la señora  Kirchner.
Igualmente, sin reforma constitucional alguna, aunque por motivos y circunstancias parecidas, pero utilizando otros mecanismos, tuvo éxito, en Venezuela, la defenestración de Carlos Andrés Pérez en 1993 o la del presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, más recientemente, en septiembre del 2015.
En conclusión, que así como hace falta, para llevar a cabo una reforma constitucional que busque alargar el periodo presidencial, contar con apoyos políticos en casi todos los niveles, incluidos votantes y poderes públicos concomitantes, el mismo tipo de entendimientos y colaboraciones son requeridos para enmendar una constitución que pretenda reducir el tiempo de mandato de un presidente, enjuiciarlo por corrupción, revocarlo a través de  un referéndum o hacerlo renunciar bajo presión. 
Con un gobierno que pareciera buscar que lo echen, quizás porque es la única salida que le permitiría  victimizarse políticamente, las fórmulas constitucionales no siempre actúan como pócimas mágicas, si de sacar a un presidente se trata. Menos todavía, del  presidente de un gobierno que mal que bien, domina aun el CNE, el TSJ y el Poder Ciudadano, organismos cuya participación va a ser requerida, en un procedimiento de enmienda como el que pretende iniciar la Asamblea Nacional, tal como lo prevé la propia constitución a reformar.
Lo primero es siempre lo primero y quizás, por eso, nos viene a la memoria aquel  viejo consejo que avisa sobre las consecuencias de poner el carro delante de los bueyes.
Jose Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1

España       

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