Pareciera que el
inicio del mes de abril no tan solo traerá el florecimiento de las plantas,
(esta última afirmación está relacionada con su raíz etimológica: aperio que
significa abrir). Tengo la impresión que existe otra “floración” en el ámbito
de lo político. Se acaba de anunciar la disposición de alcanzar formas de
diálogo que garanticen la paz de la nación. En efecto, oposición y gobierno se
han acogido al exhorto del papa Francisco a favor de la reconciliación entre
los venezolanos.
En líneas generales
ambas bancadas parlamentarias se han comprometido, entre otras cosas, a
trabajar de buena fe en el exhorto del sumo pontífice por el bien común y se
impulse la cultura del encuentro; se fomente activamente las condiciones para
empezar un diálogo fecundo que permita alcanzar la paz; animar a todos los
venezolanos a humanizar el país para ser conductores de la armonía y se
difundan las palabras del jerarca de la iglesia católica.
Bien, en inglés existe una expresión apropiada para calificar este acuerdo: wishful thinking. Traducida al castellano significa pensamiento ilusorio; confundir los deseos con la realidad. Visto, desde otro ángulo más realista, se podría deducir que el oficialismo intenta comprar tiempo y, en consecuencia, se acuerda en torno a esta fantasía lingüística. Sería deplorable que la bancada democrática caiga en este tipo de racionamiento ilusorio.
No hay algo más
dañino en política que diseñar estrategias atornilladas en algo que se denomine
“buenas intenciones”. Por definición
esta actividad, si aspira alcanzar efectividad,
ha de ser concebida en términos de tácticas y estrategias. Si se quiere,
hay que darle una connotación de naturaleza bélica. Cuidado, esta última
afirmación es extraída de los clásicos de la política (Maquiavelo, Max Weber,
Gramsci, entre otros.). Lo que intento señalar es que en Venezuela se agotó la forma de hacer política que definió todo
un período histórico. Nos encontramos, entonces, ante la circunstancia de tener
que reinventar esta actividad. Y, esta pulsión, debería orientar la conducción
política del bloque opositor.
Voy a intentar
ilustrar lo afirmado en el párrafo anterior. El electoralismo, vale decir, la
búsqueda de gobernaciones como un fin en
si mimo, puede ser considerado como un error y pudiera reproducir los hábitos
políticos que se intentan sustituir. En las actuales circunstancias, este campo
de batalla debería estar subordinado a un interés superior: desplazar del poder
al chavismo- madurismo como requisito para iniciar un nuevo ordenamiento
político, cultural y social en el país. Lo electoral, en consecuencia, debería
ser asimilado por los candidatos como un
escenario para difundir la idea de una nueva patria. Me pregunto: ¿los partidos
que participan en esta contienda son portadores de una visión alternativa?
¿Expresan una radicalidad que los separen del pasado y del presente político
del país? Bien son interrogantes abiertas. Se cerrarán en un futuro próximo.
El padre Luis Ugalde,
en un artículo reciente (El Nacional 31 de marzo) ha diagnosticado con una alta
dosis de realismo la coyuntura política. La naturaleza catastrófica de la situación
del país requiere, a su juicio, un
acuerdo en torno a un gobierno de salvación nacional. Es indudable que una
propuesta de esta naturaleza es apropiada y ayudaría a encauzar pacíficamente al país hacia otras
formas de organización. Se me ocurre, como ejemplo, la transición española.
Sin embargo,
guardando las distancias, me parece que tenemos un déficit de personajes y de
relatos apropiados para caracterizar la situación y abrir puertas hacia el
porvenir. Desde luego, esta opinión tan solo describe el momento actual. No
tengo dudas que en el horizonte aparecerán los personajes que enarbolarán las
verdaderas banderas que anunciarán el futuro.
Finalmente, hay que
estar alerta ante los peligros que se derivan del wishful thinking.
Nelson Acosta
Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela
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