Para hoy tenía pensado escribir unas líneas acerca
del discurso anual ante el Congreso
norteamericano expuesto por el Presidente Barak Obama y el equivalente
presentado por Maduro días después ante
nuestra Asamblea Nacional. Eso lucía razonable para esta columna que se centra
–aunque no en forma exclusiva- en la materia internacional.
Pero…como todo en
esta Venezuela , la planificación muchas veces debe ceder ante
acontecimientos de relevante actualidad e impacto que obligan hoy a este
articulista a cambiar de tema y dedicar nuestra indignada reflexión al
vergonzante episodio vivido por las damas Lilian Tintori y Antonieta Mendoza de
López , esposa y madre de Leopoldo López respectivamente, el pasado domingo en
la cárcel militar de Ramo Verde. Los testimonios de ambas mujeres pueden
accesarse en
www.youtube.com/watch?v=OnKSVSzH2Ac&feature=em-share_video_user.
No conozco a Lilian personalmente sino únicamente a
través de su incesante lucha por la libertad de su esposo y la recuperación de
la dignidad para nuestro país. A Antonieta la he saludado alguna que otra vez
habiéndole expresado –como miles de otros venezolanos- admiración por su firmeza
y determinación para soportar el dolor de tener un hijo preso, además inocente.
El testimonio de las damas en cuestión, ampliamente
circulado por las redes sociales tiene la credibilidad que le otorga el bien
ganado prestigio de las protagonistas e incluye relatos de bajezas
inconcebibles llevadas a cabo por un coronel (presuntamente el director del
penal) y por dos sargentas que llevaron
a cabo el primero la recepción y las segundas la inspección de seguridad
acostumbrada para el ingreso de visitas
en instalaciones penitenciarias pero –en este caso particular- con una
grosería, saña y desprecio a la dignidad de la que llevábamos tiempo sin oir en
Venezuela –menos aun- en penales
militares y con familiares de presos políticos.
A Lilian la obligaron a desnudarse completamente
con el agravante de que estando precisamente en esos días atravesando su
período menstrual le fue exigido que se quite la toalla sanitaria ensangrentada
la cual –por si fuera poco- fue revisada tambien. A doña Antonieta le fue obligado
tambien desnudarse en presencia de las sargentas y de sus nietecitos de seis y dos años al tiempo en
que se le exigía con la mayor grosería abrir las piernas en la forma mas
vejatoria posible ocasionándole a ella natural indignación y a los niños una
imagen difícil de comprender y seguramente de borrar por el resto de sus vidas.
Lo anterior fue precedido con comentarios improcedentes emitidos por el señor
coronel en torno a la vida privada y las relaciones matrimoniales entre el
detenido López y su esposa.
Quien esto escribe es firme creyente en la
necesidad de que en nuestra patria se depongan los odios, las revanchas y la
polémica estéril como condición indispensable para la reconciliación requerida
para atravesar los difíciles momentos que nos esperan como colectivo. Sin
embargo, la bajeza del episodio en comento sumada a similares y conexas
perpetradas en “la tumba” el “Helicoide” y otras instalaciones de reclusión
casi que quiebran el mandato de nuestra religión que nos obliga a ser amplios
en el perdón como Dios lo es con nosotros pecadores. Este columnista confiesa
su debilidad al proclamar que episodios como el relatado, cometidos contra
seres absolutamente indefensos como son niños de tierna edad o damas que acuden
a la visita dominical a un preso, a lo mejor merece el perdón de Dios pero no
el de este irredento pecador –y seguramente de miles de indignados mas- que
guardarán esa espina en su corazón hasta el día en que la justicia humana (no
la divina) de cuenta de semejantes atrocidades.
Señor General Padrino, Ud. que es la mayor
autoridad militar el país y que se declara chavista hasta la médula favor
averigüe -si no quiere ser tenido como
cómplice- como fueron estos hechos que aquí denunciamos e imponga las sanciones
que sean pertinentes. No vengan después con el cuento de la “obediencia debida”
ni nada de esa paja que ya lleva resuelta desde los tribunales de
Nuremberg hace mas de sesenta años
descartando tales argumentos. Ud. Presidente Maduro que se ufana de provenir de
los estratos poco favorecidos de la sociedad y que gracias a la democracia ha llegado a
encumbrarse en la Jefatura del Estado póngale ojo a este asunto para que a la
hora de la rendición de cuentas –constitucionales o de las otras- no le
enrostren estos pecados. Dios tal vez lo perdonará. A bastantes venezolanos nos
será harto difícil.
Adolfo P. Salgueiro
apsalgueiro1@gmail.com
@apsalgueiro1
Internacionalista
Miranda - Venezuela
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