Años atrás aludía en un artículo al rol ascendente
que dos países latinoamericanos venían experimentando en el concierto de la
política y la economía mundiales.
Brasil y México -decía- estaban ya jugando en las
“grandes ligas” y pisando fuerte. Se estaban convirtiendo en interlocutores y
competidores planetarios, y uno de ellos, el primero, aspirando, en lo
político, a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de las NNUU.
No pocos analistas recogían esta realidad y
asomaban posibles desarrollos futuros en los que no sería posible excluirlos de
las decisiones de gran trascendencia regional y mundial.
Los logros económicos alcanzados por ellos los
convertían en modelos de actuación para el resto de los latinoamericanos
Ambos países son miembros permanentes del G-20 y
las opiniones de sus representantes son oídas en este espacio de coordinación
mundial.
En el caso particular de Brasil, es de subrayar
también su pertenencia a un grupo de nuevas potencias emergentes, los BRICS
(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), con una relativa influencia global,
pero, a la fecha, en su mayoría con serios problemas.
Por su parte, México forma parte del Tratado de
Libre Comercio de Norteamérica, en el que le ha ido muy bien, y otros regímenes
de integración comercial abiertos al mundo.
Desde entonces el panorama ha cambiado, sobre todo,
para Brasil.
Hoy leemos en prensa: “Brasil en liquidación”,
“Brasil ha perdido el favor de Davos”. Éstas son expresiones que denotan
circunstancias distintas, en las que había un optimismo marcado respecto del
futuro de ese país.
Independientemente de la opinión que se tenga sobre
el Foro Económico de Davos, lo que allí se ventile y diga tiene repercusiones
en las percepciones de los diversos actores que en los espacios económicos y financieros
se mueven. Y en esta oportunidad, algunas voces han presentado pronósticos no
muy halagueños acerca de la economía mundial. Recesión y debilidad han sido
palabras muy utilizadas en los discursos.
No es casualidad, por ejemplo, que un presidente
como el argentino Mauricio Macri, haya puesto allí empeño particular en
transmitir una imagen diferente de su país, con vistas a atraer potenciales
inversionistas, que tanto necesita, después de años de políticas populistas
equivocadas. “Queremos convocar al mundo a una nueva relación con nuestro país,
que ofrece oportunidades gigantescas”, dijo.
Brasil está siendo muy afectado por los últimos
desarrollos de la interdependencia global, así como de su propio desempeño
doméstico. Culminó un ciclo de las materias primas en alza, por la caída de la
demanda, principalmente, la china, a lo que se suma la caída del PIB en casi 4%
en 2015, una inflación de 11%, alta deuda en dólares de las empresas y una
perspectiva negativa para el año que comienza (PIB -3,5 %). La peor crisis de
Brasil en 70 años, se dice.
No obstante, pese a la grave crisis, también
política, empresas brasileñas importantes han sido adquiridas en el último año
por inversionistas extranjeros, aprovechando los valores bajos y pensando sobre
todo en el futuro, no en la coyuntura actual.
En el marco de la integración económica, Brasil se
mantiene en un bloque comercial, Mercosur, empantanado, que ha reducido su
comercio interno y no se abre a otras opciones, lo que le hace perder
oportunidades que otros sí están usufructuando, como es el caso del Acuerdo del
Pacífico, esquema más flexible y dinámico, que le hace sombra.
Por su parte, México muestra índices mejores. Lo ha
beneficiado ser socio de EEUU, país que se ha ido recuperando de la crisis del
2008. En 2015, el PIB estuvo alrededor
de 3% y se mantendría, según le FMI, en esa misma cifra para el 2016. Exportó
el último año 382.000 millones de dólares y representa el 41% de las exportaciones totales latinoamericanas.
Este país participa del Tratado de Asociación
Transpacífico recientemente suscrito por 11 países (EEUU, Australia, Japón,
Canadá, Chile, Perú, Singapur, Vietnam y otros), cuyo gran peso económico es
indiscutible, así como su significación geopolítica. El presidente Peña Nieto
ha dicho que los bajos precios petroleros no retrasarían ni frenarían la
reformas económicas adelantadas.
Brasil y México: dos modelos, dos visiones, dos
perspectivas, que obligan a los restantes países del continente a afinar la
mirada y apuntar a lo que más conviene, en una economía mundial que en el corto
y mediano plazo se muestra harto complicada e incierta.
Emilio Nouel V.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV
Yaracuy - Venezuela
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