He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos. Antoine de Saint-Exupéry (1900 -1944), escritor y aviador francés, en su famosa obra “El principito”
Con el dolor inmenso de un padre que perdió hace
apenas mes y medio a su hijo de 3 años, abatido no por el cáncer de pulmón que
padecía sino por la carencia de la medicina que prolongaría su vida, Ricardo
Medina expresó desde el podio de oradores de la AN que si la muerte de su hijo
impulsaba una acción que rescatara la salud en Venezuela, no sería en vano.
Pero ni siquiera tener al frente la tragedia de un
niño prematuramente muerto, hizo que la bancada oficialista votara a favor de
la declaratoria de una emergencia sanitaria, que la mayoría demócrata aprobó.
Porque se necesita corazón para ver el padecimiento ajeno, se requiere de
sentimientos nobles para sin dudar tomar acciones drásticas que frenen la
crisis humanitaria que vive el pueblo venezolano. Acciones que retornen las
medicinas a las estanterías de las farmacias, que otorguen divisas a los
importadores de equipos y repuestos médicos, presupuestos suficientes para recuperar
la infraestructura y el equipamiento de hospitales, condiciones aceptables para
que miles de médicos venezolanos retornen a curar los enfermos de su país.
Pese a la paliza electoral, Maduro y su gente no
han entendido las prioridades de los venezolanos. Piden un decreto de
emergencia económica cuando tienen 17 años destruyendo la estructura productiva
y comercial de Venezuela. Como si tanto el finado como el heredero no hubieran
gozado de leyes habilitantes que les permitían declarar esa emergencia a tiempo,
antes que los venezolanos tuviésemos que hacer colas y peregrinar por un cartón
de huevos, un escuálido pollo o un desodorante.
La emergencia para los ciudadanos se declaró cuando
el finado expropio la primera finca productiva. Cuando arrebató empresas y
propiedades, la pobreza y el hambre estaban anotadas a futuro. El ciclo de
involución se cumplió con el atropello a universidades, medios de comunicación,
a los gremios profesionales. Cuando una revolución creyó estar por encima de
los derechos humanos y sociales del pueblo.
El 6 de diciembre Venezuela rechazó al gobierno y a
las miserias que ha instalado con pretextos engañosos, que sólo aprovechados,
estúpidos o ignorantes (que desgraciadamente han sido bastantes) han creído y
defendido. En éste grupo hoy hay muchos arrepentidos. Otros, que han creído de
buena fe, tienen una epifanía obligada por las carencias: cuando tu mamá se
muere por no ingerir sus antihipertensivos o cuando un malandro mata a tu
hermano, no hay forma de seguir defendiendo la revolución.
Aquí todo el mundo está clarito: por primera vez en
la Asamblea Nacional se exponen los verdaderos problemas de los venezolanos,
que quieren soluciones prontas al abastecimiento de alimentos, medicinas,
repuestos. La salud también requiere de condiciones ambientales: la carencia de
agua y la pésima calidad de ella, ocasiona severos daños a las personas, sobre
todo cuando no hay medicinas para remediarlos.
La conducta gubernamental ante la salud pública es
más que irresponsable. Cinco ministros en dos años de gobierno y ninguno le ha
puesto el ojo a las plagas que azotan y matan a la gente: dengue, chikungunya y
ahora zika. Desde hace un año las organizaciones internacionales vienen
advirtiendo sobre esta última epidemia, presente ya en otros países como
Brasil, donde el gobierno encargó a 8 ministerios para combatirla, 43 ciudades
han suspendido el carnaval y las autoridades están pidiendo a las mujeres que
no se embaracen en el próximo año por el daño que sobre el feto causa el zika.
Mientras tanto, el gobierno venezolano no asume su
responsabilidad y sigue culpando a otros de los males que son su culpa. En
lugar de estar corriendo para dotar de acetaminofén a una población en riesgo,
mira para otro lado y sabotea la acción de los diputados que desde la Asamblea
Nacional quiere poner la lupa en donde debe estar: las necesidades del
soberano.
Y es que no es fácil vivir en Venezuela: si no te
mata la enfermedad, te mata el hampa. Tres ciudades venezolanas están entre las
diez más violentas del mundo, según informe anual del Consejo Ciudadano para la
Seguridad Pública y la Justicia Penal, publicado esta semana. El primer lugar
de las ciudades más violentas se lo lleva Caracas, con 119,87 homicidios por
cada 100.000 habitantes. Maturín está en quinto lugar y Valencia en séptimo
lugar, con una tasa de 72,31 homicidios por cada 100.000 habitantes. No puede
ser menos en un país donde los pranes son panas de los ministros. La foto de
Iris Varela sentada en la cama del pran de la cárcel de San Antonio en Nueva Esparta,
le dio notoriedad a ese hombre llamado “El Conejo”, quien salió de allí para
seguir siendo el jefe. Lo mataron en Porlamar la semana pasada y su entierro
fue súper concurrido y saludado por una salva de disparos con armas militares
desde la propia cárcel. En Venezuela el gobierno y la Fuerza Armada, que
debería ser la única propietaria de tal armamento, lo permiten.
La Dra. Rocío San Miguel, presidente de la ONG
Control Ciudadano para la Seguridad, afirma que el 22 de diciembre, el
presidente Maduro creó 10 batallones para resguardar su seguridad, la de su
familia y sus allegados. Malo, malo. Nadie del gobierno hace mercado ni colas.
Ninguno va a un hospital público. No entienden de emergencias humanitarias. La
sensatez indica que hay que dialogar para terminar esta fiesta en paz. Soy
escéptica al diálogo con fanáticos cuyo único interés es enquistarse de por
vida en el poder. Pero quien no luche por encontrar una salida es cómplice de
esta tragedia.
Ojalá y haya sensatos que entiendan la imperiosa
necesidad de abrir espitas para que la olla de vapor no estalle. Ojalá y haya
quien logre que su corazón vea lo que sus ojos y poco cerebro niegan. Ojalá…
Aquí entre nos
En una pared de Porlamar, una imagen estremecedora:
el pran asesinado llamado “El Conejo”, con el finado comandante eterno. Así los
ven.
Hasta el próximo
miércoles.
Charito Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas
Carabobo - Venezuela
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