En la década de 2000 nuevas alarmas empezaban a
sonar en el espacio euroasiático. China se fortalecía, Rusia comenzaba a
invertir fondos en la industria de defensa con el objetivo de restaurar la
esfera de influencia soviética en Asia, África y América Latina. El bloque
BRICS (que comprende a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es en realidad
un proyecto “neo-soviético” y el principal distribuidor de la idea del
“socialismo del siglo XXI”.
Los países del BRICS comparten un deseo común, el
de dominar en el mundo y vengarse de esas cosas que, en su particular visión de
la realidad, son las causas de “sus quejas” (esos “agravios”, esas “ofensas”,
provenientes de los países de occidente). Durante la década de 2010 los países
del BRICS experimentaron un impresionante crecimiento económico, al tiempo que
Rusia y China afirmaban sus pretensiones de dominación mundial. Rusia comenzó a
aumentar su presencia en América Latina, trabajando en el viejo estilo de la
Unión Soviética. Abasteció con armas y créditos a la Venezuela chavista (lo que
recuerda las pasadas buenas relaciones con la Nicaragua sandinista), reabrió
las relaciones con Cuba perdonándole una deuda multimillonaria. Rusia también
llevó a cabo una expansión financiera en la Argentina aprovechando el hecho de
que Cristina Kirchner está dispuesta a regirse por el principio de “vender el
país a cualquiera con el fin de molestar a los Estados Unidos”.
Sin embargo, las afirmaciones de Rusia sobre su
liderazgo marchan directo al fracaso, simplemente porque tiene un poderoso
competidor: China, un inmenso y totalitario país que comenzó su expansión en
América Latina durante el siglo pasado. Un claro ejemplo es la organización
terrorista peruana Sendero Luminoso, la que obtuvo su “inspiración” en la
experiencia maoísta. En aquellos años China actuaba en forma brutal en casi
todos los aspectos, mientras que la Unión Soviética, con más experiencia,
dominaba la región mediante la instalación de sus regímenes títeres. Hoy la situación
ha cambiado. China supera a Rusia en lo que supo ser “la tradicional esfera de
influencia soviética”. Concretamente China ha instalado una verdadera bomba
económica en la región centroamericana al construir el Canal de Nicaragua.
China, con su particular terquedad, está desplazando a Rusia en sus relaciones
con Brasil y Venezuela. Hasta Ollanta Humala, el presidente peruano, también se
encuentra en constante coqueteo con Beijín. Como resultado de lo cual la
dependencia financiera de Perú con China ha aumentado en forma pronunciada.
Rusia y China actualmente compiten por el dominio de América Latina, procurando
establecer en la región regímenes autoritarios títeres (como son los casos de
Bolivia y Venezuela). Y así utilizarlos para chantajear a sus competidores y,
lo que es aún peor, para explotar inescrupulosamente las riquezas naturales del
continente.
Sin embargo, una relación con cualquiera de estas
dos potencias no constituye de ninguna manera una victoria para América Latina.
Una relación así simplemente no va a ser buena para nadie en la región. Tanto
China como la Rusia moderna son estados corruptos, autoritarios y cerrados. Ya
sea que vengan con sus “persuasivas” ideas acerca de un “mundo multipolar”, del
“socialismo del siglo XXI”, o lo que sea que fuere… Con Rusia y China siempre
prevalecerán la corrupción, la censura y el terrorismo de Estado.
Kitty Sanders
kitty@kittysanders.com
@kisanders
Argentina
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